Las escalas de los ¨¢ngeles

Arturo P¨¦rez-Reverte estaba en 1998 en el jurado que concedi¨® el Premio de Novela Corta de la Universidad de Sevilla a El criterio de las moscas, una muy interesante primera entrega, llena de intuiciones y aciertos, desfallecimientos ocasionales y excesos evidentes, de un joven autor, Luis Manuel Ruiz (Sevilla, 1973). P¨¦rez-Reverte alab¨® la novela y acaso propici¨® que Alfaguara se interesara por aquel relato (sali¨®, en un primer momento, en libro de bolsillo directamente). P¨¦rez-Reverte debi¨® descubrir en Luis Manuel Ruiz si no un disc¨ªpulo s¨ª, al menos, alguien que participaba de su misma concepci¨®n de la literatura, de la literatura de g¨¦nero, de entretenimiento.

En su segunda novela, S¨®lo una cosa no hay, que recibi¨® un premio internacional, ahond¨® a¨²n m¨¢s en esa senda de la literatura de g¨¦nero -una senda dign¨ªsima, la del entretenimiento-, perdi¨¦ndose en los laberintos de las bibliotecas, en los enigmas que ciertos libros -con clave sat¨¢nica, o no- guardan, a partir del viaje inici¨¢tico y de investigaci¨®n que emprende una pareja. Una pareja, el protagonista masculino y la ayuda de una mujer, que estaba presente en su primera novela, que estaba tambi¨¦n en la segunda y que, por supuesto, aparece (en cada historia la pareja es distinta, quede claro, subrayo la coincidencia de procedimiento, cl¨¢sico por otro lado en este g¨¦nero) en Obertura francesa, que no trata de los enigmas que se esconden agazapados en (algunos) libros, sino de los misterios, que tienen que ver con las escalas de los ¨¢ngeles, que se hallan en las l¨ªneas paralelas de las partituras geniales de los no menos geniales compositores, tocados por el dedo de Dios o del ¨¢ngel ca¨ªdo, un Mozart, por ejemplo, o, como es el caso ahora, Bach.

Ruiz, con tan s¨®lo tres nove

las, muestra ser un seguidor aventajado y con voz propia de esa literatura de g¨¦nero que con tanto acierto practica Arturo P¨¦rez-Reverte. Quedan atr¨¢s las imperfecciones del primer y sorprendente libro (en el que las moscas cumpl¨ªan un papel especial; en este tercero hay un par de veces que revolotean las moscas: acaso sea un autohomenaje de Ruiz o un gui?o a lectores seguidores, como lo es, y muy gratamente entretenido, este lector). Obertura francesa es pura narraci¨®n: y la historia itinerante tiene elementos ins¨®litos que la hace destacable (l¨¢stima que por exigencias de la acci¨®n no se ahonde algo m¨¢s en la relaci¨®n de la pareja, ella pianista retirada por haber perdido una mano en un accidente y ¨¦l experto en Bach, que emprenden la b¨²squeda de un int¨¦rprete excepcional de Bach, una suerte de Frankenstein o de Golem, y de un pianista c¨¦lebre y heterodoxo que, para los que no somos expertos, se nos aparece como si fuera un Glenn Gould; y al fondo ese vano intento de suplantar el privilegio divino de crear la genialidad, recurrente sue?o de fausto millonario).

Como ocurre en este tipo de relatos, el autor busca una prosa directa que traslade al lector de aqu¨ª y de all¨¢, intentando frases excesivamente largas no dificulten el tr¨¢nsito. Que Luis Manuel Ruiz tiene imaginaci¨®n es evidente, y que puede seguir dando excelentes muestras de este tipo de literatura de entretenimiento -tan traducido, por otro lado, en Espa?a- es algo de lo que no tiene duda este lector que lo descubri¨® en El criterio de las moscas y que entiende qu¨¦ vio en ¨¦l P¨¦rez-Reverte: a uno de su cofrad¨ªa.