Vacaciones en el escaparate
Lo mejor de las vacaciones es, como en muchos aspectos de la vida, el momento en que todo est¨¢ a¨²n en fase de imaginar y las posibilidades son poco menos que infinitas. En ese momento las ganas son muchas y el mapa del mundo hasta parece peque?o, pero la situaci¨®n no tarda en complicarse. Los primeros descartes suelen surgir cuando a uno le da por consultar la cuenta corriente y compararla con los precios de los billetes. Luego sigue una larga cadena de desencantos en forma de amigos que fallan, calendario que no encaja, agencias colapsadas, pa¨ªses desaconsejados, destinos saturados y un largo etc¨¦tera de circunstancias que se empe?an en boicotear las vacaciones so?adas. Llegado este momento, el globo del mundo ya se ha ido desinflando y empieza a perfilarse como algo ancho, lejano y ajeno. De todos modos, no hay que alarmarse: unas vacaciones siguen siendo unas vacaciones y no est¨¢ escrito que sea obligatorio largarse lo m¨¢s lejos posible. Es m¨¢s, hay quien opina que las mejores vacaciones est¨¢n siempre al alcance de la mano. El truco consiste en dejar de so?ar para¨ªsos ex¨®ticos, aventuras en la selva, escapadas culturales o trekkings de v¨¦rtigo. Con un poco de imaginaci¨®n, el lugar ideal puede estar a la vuelta de la esquina. Aqu¨ª mismo, como quien dice. Eduard Alonso Castill¨®n, por ejemplo, lo ha encontrado en el escaparate de la librer¨ªa Documenta, a un paso de La Rambla. All¨ª, en un espacio m¨ªnimo de dos metros c¨²bicos, se ha construido un habit¨¢culo que incluye colchoneta, unos cuantos libros, l¨¢minas y utensilios para dibujar y el equipo necesario para entretenerse con el macram¨¦. Para que queden claras sus intenciones, le ha dado la vuelta a la palabra hollidays y ha escrito en el cristal del escaparate: 'Days holly'. O sea, como vacaciones pero al rev¨¦s, con un toque sagrado de por medio.
Eduard se ha construido un habit¨¢culo en Documenta. Quiz¨¢ ¨¦ste es el secreto: en un escaparate uno aprende a mirar hacia dentro
'Aqu¨ª no se est¨¢ nada mal', reflexiona Eduard mientras me invita a sentarme en su colchoneta, en pleno escaparate. 'Hay aire acondicionado, ves pasar gente por la calle y hay lectores y amigos con los que puedes hablar de vez en cuando. La verdad es que me lo paso muy bien. Dibujo, hago mis cosas y no descarto echar alguna siesta de vez en cuando'.
Mientras un comprador potencial nos observa de reojo, Ramon Planes, uno de los propietarios de la librer¨ªa, se?ala que ve la iniciativa con simpat¨ªa. 'Hace 11 a?os que Eduard se ocupa del dise?o del escaparate y confiamos en ¨¦l', comenta. 'Es un chico original que suele tener muy buenas ideas. Ahora le ha dado por instalarse en el escaparate hasta septiembre y nos parece bien. Es idea suya y dejamos que lo haga. Nos entendemos bien, aunque a veces tenemos que achucharle para que ponga m¨¢s libros'.
En los rincones que deja libres la colchoneta puede verse, en el escaparate, un ejemplar de El coraz¨®n de las tinieblas, de Joseph Conrad. ?Tendr¨¢ alguna lectura subliminal? ?Se ha transmutado la selva de Kurtz en un escaparate? ?El horror de Conrad se ha desplazado a la ciudad? No, lo que lee Eduard en este momento es algo m¨¢s acorde con sus prop¨®sitos: El arte de enso?ar, de Carlos Castaneda. La mirada interior, el ir m¨¢s all¨¢ y la b¨²squeda de otra percepci¨®n. 'No hago esto por obligaci¨®n ni estoy montando el n¨²mero', cuenta Eduard. 'Me interesa reivindicar el estar por el estar y, en este sentido, cualquier d¨ªa del a?o puede ser sagrado. Vivo en la calle del Hospital y aqu¨ª estoy mejor que en casa. La gente, en general, lo f¨ªa todo a los meses de verano para largarse de vacaciones, pero el resto del a?o trabajan como locos para ganar dinero. Yo busco un equilibrio: no me interesa trabajar mucho si luego no tengo tiempo para disfrutar. Para m¨ª, el trabajo no est¨¢ separado de la vida. Es un todo. No se trata de reunir mucho dinero, sino de estar bien con uno mismo. Y aqu¨ª estoy bien'.
'Yo estoy todo el a?o de vacaciones', contin¨²a Eduard mientras me hace un retrato. 'Pienso que si todo el mundo planeara el resto del a?o con la misma ilusi¨®n con que se plantean las vacaciones, les ir¨ªa mejor. Si les compensa ir de culo para pagar una hipoteca, pues bien. Pero, si no, es mejor replantearse las cosas y vivir como quieres. A m¨ª no me va el rollo protestante de trabajar y esforzarte. Entre lo que quiero y lo que puedo, est¨¢ lo que tengo'.
La calma con la que habla Eduard parece desprender una cierta filosof¨ªa oriental, pero ¨¦l se desmarca de lecturas e influencias religiosas. 'Yo vivo en la calle del Hospital', dice, 'y aquello es Babilonia. Vivo encima de una mezquita y cinco veces al d¨ªa oigo los cantos del muec¨ªn. Mis vecinos son de distintos pa¨ªses y sin salir de casa tengo influencias de muchas culturas. No me hace falta ir a un pa¨ªs ex¨®tico. Es como tener el mundo en casa. Y no es una realidad como la del telediario, sino que es gente de verdad, de la que puedes aprender. Viajo a trav¨¦s de la gente. No hace falta largarse a ning¨²n sitio'.
Cuando cierro la libreta, Eduard me pasa el retrato que me ha hecho mientras habl¨¢bamos. Es como un intercambio: unas letras a cambio de un dibujo. Es un buen retrato, pero observo que me ha dibujado sin ojos. 'Ser¨¢ que tu mirada es interior', me aclara. Quiz¨¢ ¨¦ste es el secreto: en un escaparate uno aprende a mirar hacia adentro. Bien mirado, las de Eduard son unas vacaciones distintas y originales: propicias a la introspecci¨®n y m¨¢s baratas que cualquier viaje. Si corre la voz, los escaparates de Barcelona no tardar¨¢n en llenarse de partidarios de las vacaciones alternativas. Como se enteren los de El Corte Ingl¨¦s ya les veo alquilando escaparates al precio de un apartamento en la costa.
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