El mundo, en una gran encrucijada
A todos los que nos hemos educado en el racionalismo y en las fuentes diversas de la Ilustraci¨®n, nos toca ahora vivir un mundo ciertamente inc¨®modo.
Nuestro racionalismo, dirigido y condicionado a que toda realidad pudiera ser comprendida, ha sufrido los embates del pensamiento blando, de la teor¨ªa del caos, de la flexibilidad como actitud suprema. Y se ha quedado de un aire ante los cambios que ha tra¨ªdo consigo la d¨¦cada de los a?os noventa: la globalizaci¨®n de las finanzas, las empresas que tienen al planeta como mercado y a todas las naciones como patio de operaciones, la universalizaci¨®n de la informaci¨®n, la irrupci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas o los movimientos masivos de poblaci¨®n. En definitiva, una transformaci¨®n del capitalismo cuyos perfiles, de tan recientes, a¨²n se nos escapan. ?C¨®mo enfrentarse con una mente racionalista a unos tiempos que m¨¢s que un cambio de siglo dibujan un siglo de cambios?
En esta reflexi¨®n quisiera mostrar que, en ese horizonte de cambios e incertidumbres constantes, comienza a esbozarse alg¨²n rasgo cierto y verificable. La realidad global viene hoy definida por la existencia de dos ¨®rdenes mundiales, uno que no acaba de morir, otro que pugna por nacer.
Algunos aspectos de la realidad actual hablan con elocuencia de un orden mundial unilateral y hegemonizado pol¨ªtica, militar y tecnol¨®gicamente por los EE UU. No se confunda esta afirmaci¨®n con un juicio de valor: los EE UU lideran hoy el mundo por m¨¦ritos propios y por la falta de m¨¦ritos de los dem¨¢s.
Este esquema mundial se caracteriza tambi¨¦n por otros dos rasgos complementarios, inspirados en un zafio y dogm¨¢tico neoliberalismo econ¨®mico: la ausencia de regulaciones y la falta de integraci¨®n econ¨®mica y social.
A falta de regulaciones externas, empresas que en ocasiones generan un producto anual mayor que muchos pa¨ªses, se plantean por su cuenta la necesidad de su propia regulaci¨®n: The CEO as a Statesman (El consejero delegado como hombre de Estado) fue una de las mesas redondas celebradas en el Foro Econ¨®mico de Davos, reunido este a?o en Nueva York. A falta de regulaciones, los mercados financieros internacionales se mueven con la mayor volatilidad de la historia, causando reacciones excesivas e indiscriminadas (crisis de Indonesia hace cuatro a?os), o crisis carentes de fundamentos econ¨®micos (la que sufre ahora Brasil). La autorregulaci¨®n de los mercados financieros se ha tornado un fiasco, trufado de fraudes a los accionistas, auditor¨ªas c¨®mplices, instituciones financieras que manejan los fondos de inversi¨®n de los peque?os ahorradores a favor de su propia estrategia. Todo este orden mundial se apoya en instituciones internacionales como el FMI, el Banco Mundial o las instituciones privadas de ratings que responden a la misma filosof¨ªa unilateral.
Como tel¨®n de fondo, excepto en el continente asi¨¢tico, los pa¨ªses en desarrollo de Am¨¦rica, el Caribe, el Pac¨ªfico, ?frica, Oriente Pr¨®ximo o las sociedades europeas o centroasi¨¢ticas en transici¨®n se encuentran en una senda de divergencia econ¨®mica respecto al cogollo de los 28 pa¨ªses desarrollados del planeta. Esas sociedades no van a quedarse impasibles ante su destino, sino que han iniciado movimientos masivos de emigraci¨®n.
Pero ¨¦sta no es toda la realidad. Junto a este orden, y precisamente a partir de los progresos logrados por el mismo, vemos surgir los perfiles de un nuevo orden mundial m¨¢s multic¨¦ntrico, regulado e integrado.
Est¨¢, en primer lugar, el hecho imparable de los procesos de integraci¨®n regional, que han proliferado en la d¨¦cada de los noventa, desde el impulso que ha visto la Uni¨®n Europea en esa d¨¦cada hasta la aparici¨®n de m¨²ltiples asociaciones regionales a lo largo y ancho del planeta: en Am¨¦rica (Mercosur, Nafta y Alca), en Asia (Asean), en Ocean¨ªa (Anza, la uni¨®n de Australia y Nueva Zelanda), llegando al importante hito de la constituci¨®n de la Uni¨®n Africana en los ¨²ltimos meses. En la mayor¨ªa de las ocasiones, estos procesos de integraci¨®n regional surgen con vocaci¨®n de imprimir una nueva multipolaridad a la escena global, con voluntad de unir pa¨ªses y as¨ª convertirse en interlocutores frente a los grandes actores.
Est¨¢, en segundo lugar, la aparici¨®n de instituciones globales 'de nueva generaci¨®n'. Frente al viejo esquema, en el que instituciones internacionales como el FMI o el Banco Mundial funcionan con un sistema de representaci¨®n y voto por el que los pa¨ªses m¨¢s desarrollados lo deciden todo, est¨¢n surgiendo nuevas instituciones genuinamente multilaterales. Tal es el caso de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio, del Protocolo de Kyoto o del Tribunal Penal Internacional.
Est¨¢, en tercer lugar, la aparici¨®n de una nueva conciencia global que se refiere a dos elementos: por un lado, la democracia y los Derechos Humanos, y por otro, el rechazo a los desequilibrios econ¨®micos, sociales y medioambientales del modelo actual de globalizaci¨®n. Esa conciencia global es un fen¨®meno tan verificable como los anteriores. Por ejemplo, en 1990 solamente entre 50 y 100 pa¨ªses estaban adheridos a los principales Tratados internacionales sobre Derechos Humanos. Pero a lo largo de la d¨¦cada se duplic¨® el n¨²mero de adhesiones, de modo que, para 1999, 191 pa¨ªses hab¨ªan firmado la Declaraci¨®n de los Derechos del Ni?o, y en torno a 150 naciones suscrib¨ªan los referentes a la no-discriminaci¨®n de la mujer, la no-discriminaci¨®n por razas, los derechos civiles y pol¨ªticos o los derechos econ¨®micos sociales y culturales. Respecto al crecimiento de una conciencia global cr¨ªtica sobre el modelo dominante de globalizaci¨®n, baste recordar el hecho obvio de que en apenas dos a?os el Foro Econ¨®mico de Davos ha encontrado en el Foro Social de Portoalegre un competidor m¨¢s que serio y respetable.
Concluyamos, por tanto, que la realidad global presenta todos los s¨ªntomas de hallarse en una gran encrucijada, con un orden mundial establecido y con los g¨¦rmenes de otro orden alternativo. La existencia de este ¨²ltimo tiene mucho que ver con el gran salto de reflexividad que ha dado la humanidad de la mano de las redes mundiales de comunicaci¨®n, que han roto muchas barreras a la informaci¨®n y, en esa medida, han democratizado los asuntos p¨²blicos como nunca en la historia. Hoy los accionistas conocen c¨®mo act¨²an sus supuestos representantes en las empresas, los consumidores cono
cen c¨®mo se producen en cualquier lugar del globo los bienes que consumen, los trabajadores se coordinan a escala global, los ecologistas est¨¢n informados en tiempo real sobre los nuevos problemas ocasionados por la acci¨®n humana, los defensores de los derechos humanos se enteran de cualquiera nueva violaci¨®n a los mismos en cualquier punto del planeta. La nueva reflexividad ha tra¨ªdo consigo el desarrollo potencial y acelerado de una nueva conciencia global, motor de un orden mundial alternativo, multic¨¦ntrico, m¨¢s regulado y convergente.
Sin embargo, la situaci¨®n de encrucijada no desaparecer¨¢ en poco tiempo. A¨²n quedan muchos cap¨ªtulos por escribir. La vuelta a la regulaci¨®n, un episodio crucial que se est¨¢ dirimiendo ahora mismo despu¨¦s del fracaso del 'capitalismo de los accionistas', deber¨¢ ser de nuevo tipo, superando tanto la levedad autorregulatoria de ayer como el excesivo estatismo de anteayer. La unilateralidad del orden actual s¨®lo podr¨¢ ser sustituida por un nuevo multilateralismo en la medida en que nuevos actores, como Europa, asuman un papel propio y aut¨®nomo en el concierto mundial. El fortalecimiento de instituciones como la Organizaci¨®n Mundial del Comercio no se decidir¨¢ por decreto, sino con la adhesi¨®n cabal al libre comercio por parte de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, que son los que a¨²n mantienen la mayor¨ªa de las barreras proteccionistas.
Adem¨¢s, esta encrucijada no tiene por qu¨¦ resolverse en un sentido de progreso. S¨®lo la har¨¢ progresar la voluntad humana. Su primera manifestaci¨®n debiera consistir en que los partidos pol¨ªticos formulen y defiendan un programa de acci¨®n a largo plazo genuinamente mundial, que no sea contradicho a cada paso por sus c¨¢lculos electoralistas.
Comprender¨¢n que esta reflexi¨®n sobre el mundo como encrucijada levanta los ¨¢nimos, ante tanta incertidumbre y tanto cambio. Y es que quiz¨¢, como los liberales ilustrados que a finales del siglo XVIII so?aban con el Estado-naci¨®n constitucional, hemos comenzado a vislumbrar una nueva era que, en un futuro indeterminado y por obra de la voluntad humana, pudiera dar a luz a una sociedad global que comparta su renta, se haga sostenible y establezca l¨ªmites sociales a trav¨¦s de instrumentos democr¨¢ticos.
Manuel Escudero es vicedecano de Investigaci¨®n y profesor de Macroeconom¨ªa del Instituto de Empresa.
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