La Romer¨ªa Vikinga de Catoira
Ur-su-l¨¢!, ?Ur-su-l¨¢!, ?Ur-su-l¨¢!, gritaban los vikingos a coro al ritmo de los golpes de las lanzas y las espadas contra los cascos de los dakkars que, el pasado domingo, a mediod¨ªa, surcaban las aguas de la r¨ªa de Arousa a la altura del municipio de Catoira (Pontevedra). Tras ellos, una espesa nube de humo: la marca de su esp¨ªritu incendiario, que les hab¨ªa llevado a prender fuego a la isla de Gaveira, una de las muchas por las que en su d¨ªa transit¨® el ap¨®stol Santiago. En el centro de la r¨ªa ard¨ªa la isla, donde minutos antes unos 70 vikingos y vikingas hab¨ªan planeado la estrategia de conquista. Sus dos embarcaciones avanzaban decididas, a marcha de remo, hacia las Torres de Oeste, construidas en el siglo IX por Alfonso III El Magno contra posibles invasiones. All¨ª, en sus ruinas, un ej¨¦rcito de cerca de 20.000 curiosos, visitantes y turistas, aguardaba ansioso el desembarco, que se produce anualmente el primer domingo de agosto y que ha acu?ado el nombre de Romer¨ªa Vikinga. Con la de este a?o son ya 42 las celebradas.
Ataviados con trajes de piel y cuernos de vaca, saltaron al agua por la proa con armas en la mano. Y bramando como salvajes, corrieron hacia la gente, que hu¨ªa despavorida
A jarrazo limpio, ba?aron de vino a los asistentes que miraban sus ropas avinadas sin dar cr¨¦dito a tanto derroche. Y, de perdidos al r¨ªo, muchos acabaron ba?¨¢ndose en la r¨ªa
Los vikingos, ataviados con trajes de piel y cuernos de vaca, saltaron al agua por la proa de los barcos con las armas en la mano. Y, bramando como salvajes, corrieron hacia la gente, que hu¨ªa despavorida ante semejante alarde de barbarie. Asaltaron y destrozaron sin pens¨¢rselo los puestos en los que se repart¨ªan mejillones y vino, mientras, como pose¨ªdos por el dios Baco, gritaban '?Vi?o, vi?o!', ante la mirada at¨®nita de los visitantes.
Pueblos hermanados
Despu¨¦s cargaron sobre sus hombros los enormes barriles e hicieron correr el jugo de uva por toda la romer¨ªa. Porque a jarrazo limpio ba?aron de vino, y esto es literal, a los asistentes que miraban sus ropas avinadas sin dar cr¨¦dito a tanto derroche. Como Jos¨¦ ?vila, un madrile?o que veranea con su familia en Boiro y que hab¨ªa venido este a?o por primera vez: '?Es la leche!', dec¨ªa mir¨¢ndose su camiseta blanca te?ida de un color amoratado. Pero m¨¢s bien era vino, y mucho. O como una se?ora que cuando recog¨ªa las bandejas de mejillones (este a?o ven¨ªan envasados y precocinados por primera vez), despu¨¦s de esperar su turno, sinti¨® c¨®mo la regaban con una jarra de vino desde la cabeza a los pies. Detr¨¢s de sus gafas y su pelo chorreantes, todav¨ªa pod¨ªa verse su rostro alucinado. La escena era realmente c¨®mica. Aunque no estaba claro si ella re¨ªa o lloraba.
No se salv¨® del ba?o de vino ni el alcalde, el socialista Alberto Garc¨ªa; ni su invitado de honor, el embajador de Dinamarca, Cristoffer Brasen, que este a?o visitaba la romer¨ªa por primera vez. De esa manera hac¨ªa gala del hermanamiento que existe entre ambos pueblos, concretamente entre Catoira y el municipio dan¨¦s de Frederikssund, desde 1993. Fue entonces cuando comenzaron a producirse intercambios culturales entre estas dos localidades, unidas en la historia por todo lo referente a las invasiones normandas sobre el norte de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica durante el siglo XI.
En la explanada de las Torres de Oeste el jolgorio estaba servido. Sonaban las gaitas, proliferaban los puestos de empanadas, pulpo a la gallega y enormes roscos de az¨²car y hogazas de pan, al m¨¢s puro estilo medieval. En el ambiente predominaba esa sensaci¨®n tan propia del descontrol y que da lugar al famoso refr¨¢n: 'De perdidos al r¨ªo'. Pues eso, muchos acabaron ba?¨¢ndose en la r¨ªa y otros paseaban con los rostros y las ropas llenas de churretes rojizos. Las competiciones de piraguas y la verbena nocturna completan la fiesta, que se prolonga hasta la noche.
'Los ba?os de vino son nuestra manera de introducir a la gente en la fiesta', dec¨ªa Nen¨¦, que el d¨ªa de la romer¨ªa es uno de los jefes vikingos, con una importante veteran¨ªa, y el resto de los d¨ªas es Jos¨¦ Manuel Conde y trabaja en unos astilleros. Porque eso s¨ª, los vikingos son todos catoirenses y ser vikingo es una responsabilidad que se transmite de padres a hijos. Hasta tres generaciones iban a bordo de las embarcaciones este a?o. 'Hay que ganarse el puesto y el respeto de todos', aseguraba Moncho, nombrado jefe de una de las embarcaciones este a?o, pero que recuerda sus ¨¦pocas de remero. 'Esto no es un disfraz', a?ad¨ªa Miguel Arriaga, fundador del actual Ateneo Vikingo de Catoira, 'nosotros sufrimos una metamorfosis total. Y hoy somos vikingos hasta para nuestras familias, que apenas nos reconocen', agregaba este catoirense que cuando no es vikingo es agente de seguros.
Se?a de identidad
Y es que, por sorprendente que parezca, los 3.500 habitantes que tiene este pueblo, situado al fondo de la r¨ªa de Arousa, han conseguido, podr¨ªa decirse que con sus propias manos, que esta fiesta profana se haya convertido en la se?a de identidad de su municipio. Son ellos quienes reconstruyeron la historia de las invasiones normandas; quienes viajaron a Dinamarca para traerse los planos de un dakkar y reproducirlo con obstinada exactitud en la escuela-taller de su localidad; quienes, este a?o, han vuelto a transformar un arenero en barco vikingo para que haya dos embarcaciones; quienes cosen sus ropajes y decoran sus nav¨ªos; quienes elaboran los guiones teatrales recreando invasiones normandas, que representan hasta un centenar de catoirenses (ancianos, hombres, mujeres y ni?os del pueblo) en el propio escenario de las Torres durante los cuatro d¨ªas que duran las fiestas...; hasta la m¨²sica la compone Manuel Ribeiro, un joven de la localidad que toca en un grupo de m¨²sica folk. El desembarco es s¨®lo el punto culminante de la celebraci¨®n, pero esta fiesta tiene detr¨¢s el trabajo de meses de un pueblo entero.
El Ateneo de Ull¨¢n
?PERO QUI?N Y POR QU? empez¨® esta fiesta hace m¨¢s de 40 a?os? Pues la historia es muy bonita. Hoy ya no queda vivo ninguno de sus fundadores, pero la cuenta Gonzalo Bouza Brey, hijo de uno de ellos: 'Son recuerdos de mi infancia. S¨®lo ten¨ªa ocho a?os. Eran los a?os de la represi¨®n franquista y empezaban a surgir grupos de intelectuales que se reun¨ªan y trataban de difundir la cultura y costumbres
Mi padre, Luis Bouza, era uno de ellos, pero junto a ¨¦l estaban importantes poetas gallegos, como Valdomero Isorna, Faustino Rey, Pl¨¢cido Castro..., y despu¨¦s se fueron sumando otros hombres de letras como Xexus Ferro Couselo o el propio Camilo Jos¨¦ Cela. Se autodenominaron el Ateneo de Ull¨¢n. En el sal¨®n de Casa Emilio -un restaurante que se encuentra frente a la estaci¨®n de ferrocarril- se llevaban a cabo las charlas de ingreso. Yo acompa?aba a mi padre y ve¨ªa c¨®mo los nuevos pronunciaban un discurso para ser aceptados en el Ateneo. Uno de aqu¨¦llos vers¨® sobre el sometimiento del rey vikingo Ulfo al catolicismo por el obispo Sisnando. Y, a ra¨ªz de eso, como un acto liberador, decidieron celebrar una fiesta y escenificar aquel hecho hist¨®rico. El lugar elegido fueron las Torres de Oeste. Y all¨ª fueron todos con sus familias'. Pues de aqu¨ª viene todo. Otros siguieron la iniciativa y la recrearon hasta hacer de Catoira el municipio m¨¢s vikingo de Espa?a, que ha convertido a ?Ursul¨¢! en 'su secreto mejor guardado'.
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