Precarios de post¨ªn
Los trabajadores del AVE, ¨¦lite de la construcci¨®n, creen que la obra es segura pese a los tres ¨²ltimos accidentes mortales
En el reino de la precariedad, el menos precario es el rey. Lo saben bien los trabajadores del AVE, la nueva aristocracia de la construcci¨®n, un sector cuya febril actividad de los ¨²ltimos a?os ha rivalizado en muchas ocasiones con el desprecio por los reglamentos de seguridad.
Pese a los tres accidentes mortales del ¨²ltimo mes, los trabajadores del AVE afirman que la seguridad en la obra est¨¢ plenamente garantizada. S¨®lo una minor¨ªa de los operarios que trabajan en la l¨ªnea de alta velocidad tiene contrato laboral fijo. La inmensa mayor¨ªa, m¨¢s del 80%, son aut¨®nomos o empleados de las empresas subcontratadas por las grandes compa?¨ªas del sector, como FCC, Necso, Sacyr, Agroman y Ferrovial. Sin embargo, los precarios del AVE est¨¢n exultantes: 'La seguridad en esta obra es absoluta; pero lo m¨¢s importante es que, en una semana, cualquiera de mis colegas y yo mismo ganamos m¨¢s de lo que gan¨¢bamos en un mes durante la construcci¨®n de una autopista en Galicia', dice Manuel Jos¨¦ D¨ªaz Mart¨ªnez, de 23 a?os, sentado frente a una cerveza en la barra de un bar situado en una plaza de L'Espluga de Francol¨ª (Conca de Barber¨¤).
La Secuita, junto a Tarragona, es la residencia de desplazados del AVE
En la construcci¨®n de la l¨ªnea se trabajan nueve horas diarias de lunes a viernes
En el centro hist¨®rico de L'Espluga, hay calles adoquinadas y arriates en los balcones. All¨ª viven, en habitaciones alquiladas y en fondas, buena parte de los casi 300 trabajadores de los tramos cercanos del AVE.
'Un pe¨®n o un oficial, entre salario y horas extras, salen aqu¨ª por unos 1.500 euros; los encargados y capataces est¨¢n entre los 2.000 y 2.500 euros; y hay muchos especialistas y t¨¦cnicos medios que pasan de los 3.000 y 3.500'. Manuel es un leon¨¦s del Bierzo, que iba para minero en las vetas de carb¨®n a cielo abierto y que dej¨® los estudios de ingeniero t¨¦cnico para alistarse en la fiebre del AVE y convertirse en un arquetipo de la nueva inmigraci¨®n interior. Comparte barra con su colega Manuel Laguna Pliego, de 50 a?os, casado y con hijos, un aut¨®nomo que invirti¨® 18 millones de pesetas en un cami¨®n remolcador para conseguir trabajo en el AVE: 'Estoy amortizando el cami¨®n y adem¨¢s me gano un sueldo; pero estoy lejos de casa'.
Entre el t¨²nel de El Catllar -una peque?a localidad del Tarragon¨¨s- y el pueblo de Alcover (Alt Camp), el recorrido del AVE dibuja un arco muy abierto. El trazo de la alta velocidad es all¨ª una autopista forestal cubierta de balasto, que atraviesa un pastizal de olivos, casta?os y pinos.
A poco de salir del t¨²nel se divisa un enorme mecano azul en forma de pico y situado en medio de un puente. Es una nariz de lanzamiento, en el argot especializado. Para ver con perspectiva el elegante viaducto del AVE sobre el ri¨® Francol¨ª hay que subirse a uno de los taludes lacerados por las excavadoras que flanquean la futura v¨ªa. El puente es un enorme tabl¨®n -fabricado en la misma obra a base de hormig¨®n- que, empujado por gatos hidra¨²licos, se ha ido deslizando entre las dos orillas, sobre pilares de m¨¢s de 40 metros de altura.
Nadie trabaja encima del viaducto; los operarios est¨¢n siempre en el mismo lado, mientras el tabl¨®n avanza, de pilar a pilar, guiado por la nariz. Se trata de un 'puente empujado', seg¨²n explica Ignacio Vega, de 33 a?os, jefe de obra en Tarragona, responsable de 12 kil¨®metros de AVE y administrador de m¨¢s de 63 millones de euros, el presupuestro oficial de su tramo.
Junto a una trocha que discurre por encima del t¨²nel de El Catllar, hay un remolcador volcado. All¨ª perdi¨® la vida, hace pocos d¨ªas, Norberto Cabeza Fern¨¢ndez. Fue un 'accidente de circulaci¨®n', sostiene Vega. Norberto no se cay¨® de un andamio mal entablillado en cualquiera de las cientos de obras que se arrumban en el maltrecho litoral catal¨¢n. Se accident¨® en la construcci¨®n del AVE, una obra civil de alta precisi¨®n, y lo cierto es que en el lugar de los hechos se adivina que la causa no fue la inseguridad, sino el infortunio.
Ahora, sus compa?eros de tajo han sellado un pacto de silencio; de silencio solemne, como el que recibe a los reporteros de EL PA?S en el Xalet, un restaurante de La Secuita (Tarragon¨¨s) donde los trabajadores de la l¨ªnea de alta velocidad comen a diario un men¨² de siete euros.
Los pocos que finalmente aceptan hablar lo hacen amparados en el anonimato. Una de las mesas tiene forma rectangular, con seis sillas por banda y el cabezal, en el que se sienta un hombre tosco, de gran envergadura con el aspecto que ten¨ªan los capataces de otros tiempos. '?A qu¨¦ han venido ustedes?', pregunta el hombret¨®n. '?Por qu¨¦ no vinieron antes de los accidentes?'.
Transcurridos unos minutos, cuando la conversaci¨®n ha perdido la tirantez de los primeros compases, tres hombres j¨®venes sentados en otra mesa muy cercana explican su caso: 'Somos de Calatayud. Antes de llegar aqu¨ª, estuvimos trabajando en el tramo de Alhama de Arag¨®n', dice uno de ellos. 'Los domingos y los d¨ªas en que nuestro trabajo se detiene por causas t¨¦cnicas vamos a Salou a ba?arnos', explica otro de los chicos. 'Somos encargados los tres', tercia el m¨¢s joven, que no aparenta m¨¢s de 25 a?os de edad. 'Estamos lejos de casa. Un apartamento para dos cuesta en La Secuita unas 50.000 pesetas al mes o m¨¢s', seg¨²n otro muchacho, que se confiesa asturiano y que se ha a?adido al grupito de los condescendientes con la visita.
La inmensa mayor¨ªa de los trabajadores del AVE en Catalu?a proceden de otros puntos de Espa?a. Tambi¨¦n hay inmigrantes extranjeros, pero son muy pocos. En la zona de La Secuita trabajan 200 personas, incluy¨¦ndolos a todos: peones, encargados, capataces, jefes de producci¨®n (ingenieros t¨¦cnicos) y jefes de obra (ingenieros de caminos), y de este total s¨®lo ocho son extranjeros.
En un punto casi terminado en el que est¨¢ previsto enlazar la variante de la futura estaci¨®n de Tarragona del AVE, un encofrador polaco, que habla un espa?ol bastante fluido, resume as¨ª la jornada laboral: 'Nueve horas diarias, de lunes a viernes, media hora para el desayuno y dos para el almuerzo. S¨¢bado y domingo, fiesta. Y, s¨®lo de vez en cuando, hacemos horas extras'.
En Montblanc (Conca de Barber¨¤), 50 kil¨®metros r¨ªo abajo, sobre otro gran viaductos, el ingeniero Jos¨¦ Espejo y su capataz, Jos¨¦ S¨¢nchez Plata, recuerdan que su trazo hizo las veces de cortafuego en el reciente incendio que asol¨® la cara septentrional del Coll de l'Illa. Suerte que el derrubio detuvo las llamas. Jos¨¦ S¨¢nchez, de 28 a?os, se considera un trabajador itinerante del AVE. Ahora llega de Arag¨®n y se ha desplazado con su actual familia: 'Vivo en Montblanc, en un pisito con mi novia, Leticia, que est¨¢ estudiando psicolog¨ªa'. Jos¨¦ es uno m¨¢s entre los centenares de aut¨®nomos sin n¨®mina fija que, al parecer, est¨¢n felices con su suerte.
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