?Alguien sabe a d¨®nde vamos?
No me gusta nada la decisi¨®n adoptada por el Congreso instando al Tribunal Supremo a ilegalizar a Batasuna. No me gusta tampoco la Ley de Partidos, ni menos a¨²n la forma en que ha sido elaborada. Aborrezco las soflamas de Aznar amenazando veladamente a los jueces que eventualmente pudieran llevarle la contraria durante el proceso que se ha abierto, con las que muestra su talante m¨¢s reaccionario y su desprecio hacia la democracia y el Estado de derecho. Detesto las campa?as orquestadas por algunos medios de comunicaci¨®n al servicio del poder, empe?ados en criminalizar a todos los que discrepen de una decisi¨®n pol¨ªtica que pretende ser elevada a rango de dogma. Me da asco la utilizaci¨®n partidista del sufrimiento causado por la violencia terrorista. Me parece incre¨ªble que haya pol¨ªticos que toman decisiones tambi¨¦n pol¨ªticas cuyas consecuencias dicen desconocer. No entiendo la ceguera de quienes pretenden aumentar su clientela electoral mediante la explotaci¨®n de las emociones de la gente, sin pensar en lo que ello puede traer a medio plazo. Y me parece preocupante el seguidismo del PSOE y su resignada aceptaci¨®n de los dictados de Aznar.
Comprendo la decisi¨®n del nacionalismo democr¨¢tico y de Izquierda Unida de no apoyar una ley oportunista, cuya motivaci¨®n parece m¨¢s cercana al intento de alterar el mapa pol¨ªtico del Pa¨ªs Vasco que al de acabar de verdad con la violencia terrorista. Comparto la idea de que los apoyos pol¨ªticos de ETA -l¨¦ase Batasuna- deben ser reducidos al m¨ªnimo, pero que ello debe hacerse principalmente en la calle y en las urnas, siendo cuanto menos dudoso el efecto que el iniciado proceso de ilegalizaci¨®n pueda producir en ese sentido. Estoy de acuerdo en que debe ser la sociedad vasca quien acabe con ETA, aunque celebrar¨ªa una actitud m¨¢s consecuente con ello, y un mayor liderazgo en esa direcci¨®n, de las instituciones y de algunos partidos en los diferentes ¨¢mbitos de la vida social y pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs. Me siento solidario con la indignaci¨®n del nacionalismo democr¨¢tico por la actitud de quienes les niegan el derecho a tener un diagn¨®stico y una posici¨®n propia sobre este asunto. Y participo de su enfado cuando desde la tribuna del gobierno se les tilda de ser c¨®mplices de ETA.
Sin embargo, como a muchos ciudadanos vascos, ni me gusta, ni comparto la decisi¨®n del PNV de votar 'no' en el Congreso tras la publicaci¨®n hace unos d¨ªas del ¨²ltimo comunicado de ETA en el que se amenazaba expresamente a quienes lo hicieran afirmativamente o se abstuvieran. De no haber mediado dicha amenaza p¨²blica, el rechazo a iniciar el proceso de ilegalizaci¨®n podr¨ªa haberse producido de una u otra forma. Pero una vez lanzada la advertencia por parte de ETA, me produce estupor -compartido incluso, por lo que he podido contrastar, por muchas personas que votaron al PNV el 13 de mayo- que el nacionalismo democr¨¢tico no haya optado por la abstenci¨®n. El precedente del refer¨¦ndum constitucional pod¨ªa haber sido una referencia. Entonces el PNV opt¨® por la abstenci¨®n para evitar, entre otras cosas, que su rechazo se identificara con el de los franquistas y con la negaci¨®n de la democracia. Ahora tambi¨¦n, la decisi¨®n de desvincularse de un proceso de ilegalizaci¨®n de dudosas motivaciones e imprevisibles consecuencias pod¨ªa haberse expresado de la misma manera. Ello habr¨ªa constituido al menos una muestra de solidaridad con todos aquellos que est¨¢n en la diana del terrorismo, sin por ello renunciar a las propias convicciones.
Puede que todo lo que est¨¢ sucediendo no sea sino el reflejo del camino sin rumbo por el que transita la pol¨ªtica vasca. Tal vez sea que la distancia entre nuestros pol¨ªticos y la sociedad se va agrandando inexorablemente. Acostumbrados como est¨¢n a rodearse de sus incondicionales para intercambiar alegatos por aplausos, cada vez prestan menos atenci¨®n al sentir de la mayor¨ªa. Unos y otros parecen guiarse ¨²nicamente por sus propios c¨¢lculos de cara a las elecciones municipales. Esperemos por el bien de todos que el resultado de todo ello no sea un aumento de la abstenci¨®n que acabe rentabilizando a la postre la propia ETA.
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