'La m¨¢quina del tiempo': las paradojas de viajar al pasado (II)
'-?AJ?!- EXCLAM? el teniente Sanderson. Era el mejor ?Aj¨¢! que hab¨ªa o¨ªdo hasta entonces. -La fluidez del pasado, amigo m¨ªo, es una espada de doble filo. Si el pasado puede ser cambiado una vez, puede serlo varias veces. Ahora llegamos al papel de la Patrulla Temporal. Consideremos el caso del desequilibrado que asesin¨® a Jes¨²s cuando era un ni?o. Debido a tan terrible acto, la cristiandad no apareci¨® y una gran parte del Imperio Romano termin¨® por convertirse al juda¨ªsmo. Los dirigentes jud¨ªos de Roma fueron capaces de evitar la ca¨ªda del Imperio de los siglos IV y V, con lo que lograron un estado teocr¨¢tico y monol¨ªtico que control¨® toda Europa occidental. As¨ª, el Imperio Bizantino no se desarroll¨® en oriente, que fue dominado desde Jerusal¨¦n por una secta hebraica cism¨¢tica. En el siglo X, una guerra catacl¨ªsmica entre las fuerzas de Roma y Jerusal¨¦n provoc¨® la destrucci¨®n de la civilizaci¨®n y la invasi¨®n de toda Europa y Asia por los n¨®madas turcos, que se dedicaron a la construcci¨®n de un estado totalitario que hizo que el siglo XXI fuese el m¨¢s regresivo de toda la historia humana. Pueden ver lo devastadora que resulta la menor injerencia en el pasado.'
Habl¨¢bamos la pasada semana, en estas mismas p¨¢ginas, de la reciente adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la novela de H. G. Wells La m¨¢quina del tiempo (The Time Machine, 1895). En el filme, Alexander Hartdegen, un joven y brillante cient¨ªfico de la Universidad de Columbia (EE UU), desarrolla en secreto un dispositivo para viajar por el tiempo. A consecuencia de un tr¨¢gico accidente -la muerte de su prometida a manos de un malhechor-, decide acometer una temeraria traves¨ªa temporal al pasado, decidido como pocos a alterar el curso de los acontecimientos. Pero las cosas no salen como espera: evita el asesinato de su prometida a manos de un villano, s¨ª, aunque escasos minutos despu¨¦s asiste, imp¨¢vido, al atropello (mortal) de su novia por parte de un primitivo autom¨®vil.
Al margen de la patente falta de viajeros temporales procedentes del futuro (ver Ciberpa¨ªs 6-1-2000), la probable aparici¨®n de paradojas temporales constituye el verdadero tal¨®n de Aquiles de los viajes por el tiempo, aspecto ¨ªntimamente ligado al grado de maleabilidad del pasado: ?Puede un viajero del tiempo modificar el pasado conocido o, por contra, participar en el curso de la historia de un modo pasivo, como mero espectador? El papel activo de los viajeros del tiempo podr¨ªa desencadenar graves alteraciones del pasado, cuyas funestas consecuencias podr¨ªan afectar al propio presente (v¨¦ase, por ejemplo la saga de filmes iniciada con Terminator, 1984).
?Qu¨¦ soluci¨®n se ha dado a la existencia de paradojas? No existe una soluci¨®n definitiva en t¨¦rminos f¨ªsicos, aunque la l¨®gica sugiere que la injerencia en el pasado no puede contradecir nuestra experiencia. As¨ª, no parece haber necesidad de una polic¨ªa temporal, cuya presencia en novelas como Por el tiempo (Up the Line, 1969), de Robert Silverberg, con la que inici¨¢bamos esta entrega, corrige los efectos producidos por injerencias en el pasado.
Esa visi¨®n del viajero del tiempo exento de libre albedr¨ªo y de la posibilidad de participaci¨®n activa e injerencia con su entorno ha disgustado a gran n¨²mero de escritores y cient¨ªficos, que han recurrido a mil y un argumentos (desde la bifurcaci¨®n de universos a los cronose¨ªsmos destructores del curso de la historia del filme Millennium, 1989) para dotar de cierta verosimilitud a sus creaciones literarias. El posicionamiento m¨¢s singular, si cabe, ante la repercusi¨®n de las paradojas temporales es el utilizado por Fritz Leiber en su saga de relatos de La Guerra del Cambio. En Intenta cambiar el pasado (Try and Change the Past, 1958), introduce la denominada Ley de conservaci¨®n de la realidad (sic), que, en consonancia con lo que acontence a Alex Hartdegen, sostiene que los cambios perpetrados en el pasado se amortiguan r¨¢pidamente y no dejan rastro. En resumen, que la realidad ni se crea, ni se destruye (ni siquiera se transforma)...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.