Salve el mundo en Madrid
Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato, dice en uno de sus poemas Federico Garc¨ªa Lorca, y ¨¦se es un verso que no conviene olvidar, uno de esos versos que te ayuda a no confundir la cartera con el coraz¨®n: debajo de las cifras hay dolor, debajo de las estad¨ªsticas, los porcentajes y las cuentas de resultados hay miedo e injusticia. Una manera de olvidar es no saber y una manera de no saber es no mirar. Eso es lo que hacen muchas personas y, sobre todo, muchos gobiernos cuando se trata de hablar de la destrucci¨®n sistem¨¢tica e irresponsable de la Tierra, cuando se trata de quitarle los bosques al fuego, los r¨ªos a los vertidos t¨®xicos, el aire al veneno: hay personas que miran a sus ordenadores de Madrid para no ver el hielo que se deshace en la Ant¨¢rtida, que esconden las selvas taladas del Amazonas tras sus coches, sus frigor¨ªficos, sus tel¨¦fonos m¨®viles. Y, de manera especial, evitan a cualquier precio hacerse la pregunta m¨¢s importante: ?Cu¨¢nto tardar¨¢, por ejemplo, el Amazonas calcinado en llegar, por ejemplo, a Madrid? No mucho. A este paso, no tardar¨¢ mucho. S¨®lo hay que ver lo que dicen los gobiernos de los pa¨ªses poderosos reunidos en la cumbre de la Tierra de Johanesburgo para ver lo cerca que est¨¢ el desastre.
Desde una ciudad moderna, como lo es gran parte de Madrid, es dif¨ªcil ver la sangre de pato que hay debajo de las multiplicaciones. Y lo mismo desde Par¨ªs, Londres o Nueva York, quiz¨¢ porque a los seres humanos les gusta enga?arse, porque las desgracias son dif¨ªciles de ver desde lejos o porque lo que se llama el futuro, la civilizaci¨®n o el progreso est¨¢ basado en algunas realidades y, a menudo, en muchas mentiras. En Europa no existe el fanatismo religioso ni la barbarie, dec¨ªan algunos justo antes de que Yugoslavia se convirtiese en el Infierno. En el primer mundo no existe el hambre que existe en Asia o en ?frica, dicen algunos que no quieren saber que en Estados Unidos hay 35 millones de pobres o que el n¨²mero de desempleados crece en Europa como una marea negra. Por ejemplo.
Los gobiernos de los pa¨ªses que se llaman a s¨ª mismos desarrollados est¨¢n en manos de su dinero y en lugar de defender los bosques defienden a las industrias madereras, en lugar de defender el cielo de sus pa¨ªses, defienden la industria del autom¨®vil, etc¨¦tera, por ejemplo. Esos gobiernos que boicotean reuniones como la de Johanesburgo porque se niegan a que se reduzca la contaminaci¨®n, a que se deje de exterminar a las ballenas o a que se limite al m¨¢ximo la utilizaci¨®n de energ¨ªa nuclear. ?Elegir entre la salud y el comercio, entre las materias primas y las mercanc¨ªas? ?Est¨¢n de broma o qu¨¦? Eso dicen esos gobiernos que son nuestros amigos y, adem¨¢s, nos hacen de escudo. ?Qu¨¦ podr¨ªamos hacer nosotros contra Estados Unidos, Jap¨®n, Australia o Canad¨¢? Nada, sigamos destruyendo la Tierra, no escuchen a los hip¨®critas, a los demagogos, a los ut¨®picos, ?a qui¨¦n no le gustan los aviones, la televisi¨®n digital, los microondas, etc¨¦tera, por ejemplo?
Sin embargo, hay gente que no conf¨ªa en eso. Hay instituciones y personas que intentan salvar el mundo poco a poco, gota a gota. En Espigapampa, Bolivia, Ayuda en Acci¨®n ha propiciado la instalaci¨®n de placas solares; en Dodoma, Tanzania, Intermon-Oxfam ha construido unas plantas de biog¨¢s que generan gas metano fermentando excrementos de vaca, cerdo y oveja: con las heces de una vaca y dos ovejas, escrib¨ªa ayer en este peri¨®dico David Espin¨®s, se logra gas suficiente para que se hagan la cena siete personas. Con la energ¨ªa extra¨ªda del sol y de los excrementos, se ha evitado que se corten cientos de ¨¢rboles. Qu¨¦ ejemplos, por ejemplo, para la esperanza.
Para los que seguimos pensando que la revoluci¨®n empieza en uno mismo y en su casa, esos ejemplos no son una respuesta, sino una pregunta. ?Qu¨¦ podemos hacer nosotros para salvar la Tierra? ?Qu¨¦ podemos hacer desde Madrid, por ejemplo, aparte de leer las noticias que llegan de Johanesburgo? Podemos contaminar menos, denunciar, educar y perseguir a los que contaminan, ahorrar energ¨ªa, asociarnos a las organizaciones que est¨¢n del lado del mar y no del de los barcos. Etc¨¦tera, por ejemplo. Pasado ma?ana empieza otra vez todo. ?Por qu¨¦ no reiniciar nuestras vidas d¨¢ndonos cuenta de que el Amazonas pasa por Madrid?
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