Dogma nada dogm¨¢tico

Un hombre de verdad arranc¨® dos ovaciones casi un¨¢nimes, una en plena proyecci¨®n y otra al final de ella, cuando el a?o pasado pas¨® por el festival de San Sebasti¨¢n. Es una pel¨ªcula muy original, libre y emotiva, que se mueve en la cuerda floja y corre continuamente el riesgo de caer en lo cursi y lo rid¨ªculo, pero que se sostiene y alcanza una notable capacidad de contagio. Y se ve gozosamente, pues su personaje central -que es una rara y preciosa met¨¢fora del estado de inocencia metido en la mente y el coraz¨®n de un hombre perdido en la jungla del asfalto europeo de nuestros d¨ªas- y sus ins¨®litas peripecias divierten y crean solidaridad.

Es Un hombre de verdad una pel¨ªcula de las llamadas del movimiento Dogma. Es el reclamo y la a?agaza de un astuto cineasta dan¨¦s, Lars von Trier, un excelente cineasta y no menos buen prestidigitador, que en 1995 se sac¨® de la manga un sistema infalible de hacer con cuatro monedas una pel¨ªcula y conseguir abrirla en pantallas de todo el mundo. Y m¨¢s y mejor, de dar bajo la etiqueta de Dogma un curso de cine antidogm¨¢tico, libre donde los haya, distendido, vivaz, capaz de tocar todas las cuerdas y hacerlo con solvencia y notable capacidad para conectar con sensibilidades totalmente dispares.

Es Un hombre de verdad una obra peque?a con algunas secuencias grandes, hecha con libertad, que merece verse e intentar descubrir en ella que a¨²n es posible en el cine europeo combinar gravedad con gracia.