La cosecha del jard¨ªn
Celebraciones, de Michel Tournier, es un libro que resulta irremediablemente tranquilizador. El autor de La gota de oro ha reunido aqu¨ª 82 art¨ªculos, un conjunto de textos que incita a la disparidad, pero que no obstante retiene, en su diversidad tem¨¢tica, la unidad de visi¨®n de un escritor 'para quien el mundo exterior existe'. Ninguna p¨¢gina apunta al establecimiento de una controversia, sino que se inicia espoleada por la curiosidad -la 'pasi¨®n original', dice Tournier- y se dirige con transparencia a la admiraci¨®n. De ah¨ª que el t¨ªtulo sea un presupuesto vital, adem¨¢s de un modo de acceder luminosamente a la realidad.
Las cosas reales que le interesan a Tournier son, en efecto, muy diversas. He aqu¨ª algunas: los erizos ('el triunfo de la defensa pasiva'), la rodilla ('dice m¨¢s sobre el car¨¢cter que la cara'), Goethe en Weimar, la ciudad de los esp¨ªritus, 'como animador de fiestas y festividades', la anatom¨ªa y fisiolog¨ªa de los puentes ('lugar de encuentros, intercambios y citas, un instrumento de vida'), la geometr¨ªa de los laberintos, el erotismo griego en el arte cristiano que representa san Sebasti¨¢n, el nomanismo de san Pablo, san Crist¨®bal como patr¨®n de los ogros, las melancol¨ªas de Durero, la silueta de anarquista ruso de Leo Ferr¨¦, la iconizaci¨®n de Michael Jackson y lady Diana, la televisi¨®n como ventana a la nada, la fruta ex¨®tica del rostro de Marguerite Duras, la amistad que permanece, el paciente asombro de saber que hay muertos que nos est¨¢n esperando.
CELEBRACIONES
Michel Tournier Traducci¨®n de Llu¨ªs Maria Tod¨® El Acantilado. Barcelona, 2002 354 p¨¢ginas. 17 euros
Se trata de textos de un aparente tono menor, que, a medida que se despliegan ante el lector, van dibujando, con l¨ªneas escuetas y muy certeras, el perfil del propio autor. No se puede celebrar 'la riqueza inagotable del universo' sin sentirse, de alg¨²n modo, agregado a esa riqueza. Tournier muestra en estos textos un estado de equilibrada felicidad, fruto de 'una desesperante fidelidad a la decisi¨®n tomada'. Hace m¨¢s de cuarenta a?os que vive en Choisel, un pueblo de la ?le-de-France, cerca de Par¨ªs, en una rector¨ªa con un jard¨ªn fronterizo a la iglesia y el cementerio. All¨ª ha escrito todos sus libros. Y muchos de los art¨ªculos de Celebraciones ritualizan ese lugar, de modo que el lector puede colocarse en la misma perspectiva del escritor, en la ventana en la que observa la vida externa, el paso de las gentes y los cambios clim¨¢ticos.
Es importante, creo, esta po
sici¨®n porque la prosa de Tournier, articulada en un tono casi coloquial, invita a una atm¨®sfera de susurro, sin caer en la confidencia. Habla bastante de s¨ª mismo, desde luego (vicio muy extendido entre los autores de ¨¦xito, sobre todo franceses), pero no enfatiza ning¨²n aspecto de su privacidad, aunque no puede evitar, en algunas p¨¢ginas, la tentaci¨®n de hacerse un autorretrato muy favorecido, otro vicio igualmente extendido. No obstante, sortea estas exigencias del g¨¦nero del art¨ªculo con una educaci¨®n que parece de otra ¨¦poca. Tournier expone su forma de vida como modelo, acaso anticuado, pero enmarcado en una fijeza cl¨¢sica, a la manera de Montaigne, siempre implicado en el asunto que trata. Esta tesitura unifica los seis apartados en que se divide el libro, que comienza con observaciones sobre la naturaleza -algunas de una notable perspicacia, como el odio que se tienen los ¨¢rboles entre s¨ª-, y concluye con la atenci¨®n a la vacuidad medi¨¢tica de nuestro tiempo y la evocaci¨®n de los amigos muertos. Ninguna p¨¢gina de Celebraciones condesciende a la futilidad que amenaza a los textos de ocasi¨®n. Tournier ha aprovechado las solicitudes del momento para practicar la m¨¢s alta de las expresiones art¨ªsticas: la gratitud.
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