De la oportunidad a la provocaci¨®n
Ya se sabe que la econom¨ªa dej¨® de ser una ciencia exacta cuando la ley de la oferta y la demanda dej¨® de ser su base can¨®nica, desde que se descubri¨® que todo el mundo pod¨ªa manipularla sin cesar, bastaba con tener el arma necesaria -el dinero, o ahora su imagen- para hacerlo. La ¨²nica ley del mercado es que ya s¨®lo vive en funci¨®n de su propia supervivencia, y en este sentido funciona el de la industria cultural, del que forma parte -cada vez menos- la industria editorial, que incluye al mercado literario que se aleja inexorablemente de la literatura propiamente dicha. El ¨²ltimo gran best seller (junto a Catherine Millet) de la literatura francesa, Michel Houellebecq, es todo un modelo -junto al anterior- de este tipo de productos que se presentan como literarios sin serlo del todo, quiz¨¢ porque nuestra relativa pobreza nos proporciona cierta independencia de los modelos exteriores, lo que todav¨ªa seguimos llamando 'libertad'. Entre otras cosas, la reciente rentr¨¦e literaria francesa (costumbre en v¨ªas de extinci¨®n, que la industria editorial hered¨® de la escuela p¨²blica y que este a?o en vista de su caos est¨¦tico ha intentado autocanonizarse a trav¨¦s del mercado de primeras novelas -lo ha hecho el diario Le Monde que a su vez extingui¨® su suplemento de libros durante el mes de agosto- pues nadie sabe c¨®mo se adquiere valor art¨ªstico por ser lo primero que se produce) todav¨ªa buscaba a su modelo ausente. '?D¨®nde est¨¢ nuestro Houellebecq?', clamaba en el desierto.
PLATAFORMA
Michel Houellebecq
Traducci¨®n de Encarna Castej¨®n
Anagrama. Barcelona, 2002
316 p¨¢ginas. 16 euros
PLATAFORMA
Michel Houellebecq. Traducci¨®n al catal¨¢n de Sergi Matar¨ªn
Emp¨²ries. Barcelona, 2002
346 p¨¢ginas. 15,81 euros
Su contundencia es legendaria y m¨¢s si se mezcla con erotismo al borde de la pornograf¨ªa
Nosotros podemos lanzarnos a devorar dos a?os despu¨¦s su tercera novela y segundo gran ¨¦xito que arras¨® el a?o 2000, provoc¨® infinidad de protestas, quejas y equ¨ªvocos, pero que funcion¨® como un modelo industrial indiscutible y convirti¨® a su autor en una figura medi¨¢tica que al final ha huido de su pa¨ªs para refugiarse en las costas irlandesas. Tras Ampliaci¨®n del campo de batalla, su primera novela -la m¨¢s indecisa y simp¨¢tica, pues era la m¨¢s ingenua y sincera- lleg¨® la m¨¢s contundente y eficaz Las part¨ªculas elementales, con la que alcanz¨® el ¨¦xito total, una novela que si hubiera combinado mejor sus malas intenciones con su calidad est¨¦tica hubiera sido memorable, pero no supo compaginar sus dos partes internas: la cr¨ªtica de las conductas -sexuales- 'ex sesentayochistas' y unas inciertas investigaciones sobre la clonaci¨®n que desembocaban en vagas utop¨ªas. Con una mayor contundencia todav¨ªa (y las mismas editora y buena traductora para las tres) nos llega la tercera, Plataforma, la m¨¢s provocadora de todas, a la que poco se le puede reprochar en cuanto a sentido de la oportunidad y acercamiento a la realidad m¨¢s o menos virtual en la que vivimos. Pues si algo se le debe reconocer a Houellebecq es ese realismo de acertar en sus temas como si fueran dianas de verdad.
Aqu¨ª se acerca al (buen) tema del turismo a trav¨¦s de un l¨¢nguido funcionario cultural fascinado por ese mundo tan rentable como internacional (sobre todo en su variante del turismo sexual), que triunfa f¨¢cilmente en su sector empresarial a la vez que lo denuncia y pone en tela de juicio describi¨¦ndolo desde dentro con una bien documentada crueldad. La contundencia de Michel Houellebecq es ya legendaria y m¨¢s todav¨ªa si como en su caso se mezcla con un erotismo siempre tan al borde de lo pornogr¨¢fico. Pues ya no se trata tanto de que el turismo sexual sea una corrupci¨®n en s¨ª, sino que el capitalismo internacional ha convertido al turismo -sin m¨¢s- en una pura y simple corrupci¨®n total. ?Qu¨¦ otra cosa supone que un pa¨ªs y sus habitantes vendan o alquilen a otros hombres y pa¨ªses para dejarse apropiar, incluir, corromper, usar y tirar en resumidas cuentas, como antes se hac¨ªa con las llamadas 'cortesanas'? Lo de 'turismo sexual' -que aqu¨ª hay a paletadas, con la potencia fr¨ªa a la que Houellebecq nos tiene acostumbrados-. No es m¨¢s que una y simple met¨¢fora del turismo mundial y a su trav¨¦s del mundo contempor¨¢neo globalizado en primer lugar por una corrupci¨®n total que se manifiesta a trav¨¦s de sus usos y costumbres, de sus valores y pol¨ªticas.
Todo esto provoc¨® que las pri-
meras pol¨¦micas estallaran en torno a las empresas tur¨ªsticas que se sintieron aludidas. Todas dijeron que eran ajenas al turismo sexual. Y mientras tanto, Houellebecq, tras declarar que el mundo sexual franc¨¦s y occidental se muere de tristeza, se fue de vacaciones -?sexuales?- a Lanzarote, de donde nos trajo un precioso texto con fotos incorporadas que aqu¨ª nos ha publicado tambi¨¦n Anagrama. (Y por cierto, ?en qu¨¦ qued¨® aqu¨ª la t¨ªmida protesta ante aquella campa?a publicitaria brit¨¢nica que presentaba sus tours operators en las Canarias como lo mejor y m¨¢s barato de sus ofertas de turismo sexual? ?O sobre los para¨ªsos gay que un pintor corso descubri¨® en Las Palmas, seg¨²n su agente publicitario Renaud Camus?).
Bueno, nuestro protagonista triunfador descubre a su vez que en medio de todo el sexo puede ser un para¨ªso en Par¨ªs, pero en un suceso que interrumpe la trama descubre tambi¨¦n en un vag¨®n del metro regional los peligros de la inseguridad ciudadana, antes de que Le Pen basara en ellos -y en la xenofobia y la descontrolada lucha contra la inmigraci¨®n no menos descontrolada- sus resultados electorales, que tanto han inspirado a Chirac, Raffarin, Blair, Aznar, Berlusconi y otros. Y para reponerse, nuestro protagonista se va de turismo sexual a su para¨ªso elegido, en el suroeste asi¨¢tico, con su francesita y musa elegida, donde ella muere en un atentado isl¨¢mico, sin decir muy bien por qu¨¦ ni por qu¨¦ tan lejos de Palestina. Bien, hasta aqu¨ª hemos llegado para que el antiguo funcionario regrese triste y con el rabo entre las piernas a sus lares y penates desbarrando contra toda suerte de islamismos que nos amenazan, como si Irlanda estuviera tan lejos de la 'zona cero' neoyorquina. Las protestas le han llovido de nuevo, llevando todav¨ªa m¨¢s agua a su molino, como si a su trav¨¦s se perfilaran los fantasmas posteriores de Osama Bin Laden. Houellebecq elige tan bien sus temas como si lo fueran de verdad (reales), y tiene tan malas intenciones que ser¨ªa el colmo que al final lo hiciera bien, no faltar¨ªa m¨¢s. Vale.
Renacimiento. Michel Houellebecq. Traducci¨®n de Abel H. Pozuelo y Altair D¨ªez. Acuarela. Madrid, 2002. 122 p¨¢ginas. 10 euros.
'Quiz¨¢ estoy muerto'
BROMAS AL borde del suicidio, mon¨®logos de odio. Algo as¨ª son los poemas de Michel Houellebecq, que, adem¨¢s est¨¢n llenos de preguntas: ?de verdad soy sincero? ?por qu¨¦ fingir que somos felices? ?es necesario acariciar la muerte para conocer la vida? Sus versos son puro instinto, de ah¨ª que se muevan irremediablemente entre la audacia y la ingenuidad, entre lo sublime y lo banal. Realistas o irracionalistas, rimados o no, estos poemas son siempre crudos: 'Quiz¨¢ estoy muerto, no s¨¦ (...) Debe haber alg¨²n modo de vivir; algo que no encuentro en los libros'. El hombre solo y desencantado que los recorre encuentra al final una v¨ªa para el renacimiento. El pasillo que lleva del congelador al garaje tambi¨¦n puede ser un camino de perfecci¨®n. Tal vez el ¨²nico posible. Algo es algo. J. R. M.
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