Las puertas del infierno
El presidente George W. Bush parece estar cediendo a los ruegos de los europeos y de su secretario de Estado, Colin Powell, para ofrecer a Sadam Husein al menos un ultim¨¢tum antes de lanzarse a derrocarle a trav¨¦s de una guerra que sus aliados, con la excepci¨®n de Blair, no apoyan. Pero si Husein no se aviene a lo que se anuncia como una apertura de par en par de Irak a los inspectores de armas de la ONU, es m¨¢s que probable que Bush se decante por atacar, aunque no disponga del acuerdo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ni de una coalici¨®n suficientemente amplia. Si llega a ese extremo corre el riesgo de alcanzar lo que la Liga ?rabe, un¨¢nimemente contraria a tal paso, ha llamado 'abrir las puertas del infierno'.
La opini¨®n p¨²blica de EE UU est¨¢ por la labor de acabar con Sadam Husein, pero no en solitario, sino con aliados. Los recuerdos de la ¨²ltima guerra de envergadura que libr¨® Estados Unidos en solitario, la de Vietnam, son a¨²n amargos. De momento, Powell, partidario de que EE UU forje una 'gran coalici¨®n' antes de atacar, ha logrado contener el dique de los belicistas. Pero, ?por cu¨¢nto tiempo?
Tras buscar el apoyo del Congreso, en sus contactos telef¨®nicos de estas ¨²ltimas horas Bush no ha convencido a Francia ni a Rusia, ambos con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, mientras China sopesa la situaci¨®n. Abiertamente, s¨®lo cuenta con Blair, al que recibi¨® ayer en Camp David. El primer ministro brit¨¢nico prefiere sellar un 'pacto de sangre' con EE UU para evitar la ruptura de la relaci¨®n especial entre ambos pa¨ªses -y por extensi¨®n de la relaci¨®n transatl¨¢ntica- que prevenir una divisi¨®n de su partido laborista, mayoritariamente contrario al eventual ataque. Blair, que hab¨ªa prometido ofrecer informaci¨®n sobre la supuesta fabricaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva por parte de Irak, ayer admiti¨® no tener 'la menor idea' sobre las armas adquiridas por Irak en los ¨²ltimos cuatro a?os.
Y, sin embargo, es en nombre de este supuesto peligro global que EE UU prepara una guerra. En su discurso en Naciones Unidas el jueves, al d¨ªa siguiente del primer aniversario del 11-S, Bush deber¨¢ revelar su estrategia y poner fin a la divisi¨®n interna en su Administraci¨®n. Mucho tiene que ver su af¨¢n de acabar con Sadam Husein con el hecho de que este aniversario se celebre con Bin Laden en paradero desconocido, la guerra de Afganist¨¢n inconclusa y EE UU temeroso de un nuevo ataque terrorista. La legalidad internacional exige dar una oportunidad a la diplomacia y, en cualquier caso, que la decisi¨®n final la tome el Consejo de Seguridad. El jefe del Pent¨¢gono, Donald Rumsfeld, uno de los m¨¢s fervientes partidarios de usar la fuerza para derrocar a Sadam Husein, busca imponer condiciones de inspecci¨®n tan estrictas que fuerzen un rechazo iraqu¨ª. Sadam Husein tendr¨¢ que responder cediendo o dejando que el cielo se abra sobre su cabeza y la de los castigados iraqu¨ªes. La intensificaci¨®n, el viernes, de los bombardeos de EE UU y el Reino Unido fuera de las zonas de exclusi¨®n creadas en 1990 constituyen un aviso.
Tal como indic¨® ayer la ministra espa?ola de Exteriores, Ana Palacio, hay a¨²n mucho recorrido diplom¨¢tico para resolver la cuesti¨®n, aunque la Administraci¨®n de Bush no parece dispuesta a aceptar dilaciones. Europa, desunida como siempre, s¨®lo act¨²a como un factor de moderaci¨®n temporal de EE UU. No por estar en plena vor¨¢gine electoral pierde raz¨®n el canciller alem¨¢n Schr?der al pedir que EE UU le consulte de verdad y no se limite a informarle dos horas antes de un eventual ataque. Y si EE UU, como ha dicho el vicepresidente Cheney, quiere realmente trazar 'un nuevo mapa' de Oriente Pr¨®ximo, que antes explique cu¨¢l. Pues el peligro de que la situaci¨®n se escape de las manos es patente, cuando adem¨¢s el conflicto entre palestinos e israel¨ªes se halla en un callej¨®n sin salida. Una guerra contra Irak, conducida de forma atolondrada y sin respeto a la legalidad internacional, puede abrir la caja de Pandora en la regi¨®n, con repercusiones globales, hasta excitar a la opini¨®n ¨¢rabe contra EE UU y contra Occidente, con una intensidad que Bin Laden no ha conseguido.
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