"EE UU ha optado por limitar la democracia"
Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao conversa con dos hispanistas de la Universidad de Nueva York acerca de sus puntos de vista sobre la sociedad norteamericana tras el 11 de septiembre
El director del Centro Juan Carlos I, James Fern¨¢ndez, lo recuerda al salir de su despacho: mirando hacia el sur a trav¨¦s del arco de Washington Square, donde tiene su sede la Universidad de Nueva York, hab¨ªa una vista sorprendente de las Torres Gemelas. Junto a ¨¦l, Erna von der Walde, una colombiana de origen alem¨¢n y profesora de literatura latinoamericana, lo corrobora: quedaban enmarcadas por el monumento. Para los profesores y alumnos de esta Universidad, las Torres fueron as¨ª una presencia constante, aunque en cierta manera indiferente. Su repentina ausencia, el fragmento de cielo azul que ocupa su lugar desde el 11 de septiembre, constituye un motivo permanente de reflexi¨®n, incluso de ansiedad. Estos dos hispanistas de la Universidad de Nueva York, estos dos habitantes de una ciudad que se recupera a¨²n de las heridas provocadas por los atentados, confiesan que algunos de sus puntos de vista sobre la sociedad o la pol¨ªtica norteamericanas se alteraron aquel d¨ªa.
'Sin duda, la conmemoraci¨®n se puede, y de hecho, se ha instrumentalizado'
'La mano de Dios hab¨ªa castigado a Estados Unidos por sus pecados'
Pregunta. ?La conmemoraci¨®n del 11 de septiembre era necesaria?
James Fern¨¢ndez. Mir¨¦moslo desde otro punto de vista: el olvido no era una opci¨®n. Por supuesto, no hablo del olvido como proceso individual, sino del olvido colectivo. Otra cosa es c¨®mo se deb¨ªa haber conmemorado.
P. ?Y c¨®mo deber¨ªa haberse hecho?
Erna von der Walde. Me viene a la mente una escena de las ceremonias de los seis meses, el pasado 11 de marzo. Una mujer que apareci¨® en televisi¨®n dijo con resentimiento que los actos de aquel d¨ªa se estaban desarrollando como si se quisiera olvidar, cuando realmente es imposible olvidar. Por otro lado, es imposible recordar aquel d¨ªa en toda su dimensi¨®n.
P. Quiz¨¢ la decisi¨®n de retransmitir las escenas del 11 de septiembre desde una cierta distancia, desde una cierta asepsia, haya tenido como consecuencia que no se conozca el drama concreto de los neoyorquinos.
E. v. d. W. Puede ser. En las semanas siguientes a los atentados tuvimos que organizarnos en la Universidad para asistir a los entierros, porque no hab¨ªa gente suficiente para los cortejos de las v¨ªctimas.
P. Da la impresi¨®n de que se estuviera configurando una memoria oficial, diferente de la memoria privada.
J. F. S¨ª, pero con un factor que hace m¨¢s complejo el proceso, y es que algunas de las personas que sufrieron los atentados han sido incorporados al banquete medi¨¢tico, son personajes del espect¨¢culo, de la conmemoraci¨®n oficial. Hay, de hecho, una cooptaci¨®n de ciertas v¨ªctimas.
E. v. d. W. Claro, se organiza el dolor de una determinada manera. Basta echar un vistazo a las diferentes cadenas de televisi¨®n para concluir que privilegian a un tipo de v¨ªctimas sobre otras.
P. ?Y c¨®mo reaccion¨® la Universidad, c¨®mo reaccionaron los intelectuales?
J. F. Algunos vieron confirmadas sus visiones de la historia, tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. En el espacio que mediaba entre una y otra se produjo, por el contrario, un enorme desconcierto; un desconcierto en el que yo, al menos, sigo instalado. En mi caso, los atentados no confirmaron ning¨²n esquema hist¨®rico ni intelectual, ninguna teor¨ªa, me sumieron en la perplejidad.
E. v. d. W. Estoy de acuerdo con James, pero a?adir¨ªa el factor temporal. En un primer momento triunfaron los intelectuales que ten¨ªan respuestas, aunque fuesen burdas, simplistas, obscenas. Poco a poco fueron ganando cr¨¦dito quienes, tras los atentados, confesaron no saber c¨®mo interpretarlos, c¨®mo situarlos en la historia.
J. F. Una hora despu¨¦s de los impactos contra las Torres Gemelas, cuando a¨²n no se conoc¨ªa la identidad de los autores, algunos ya sab¨ªan, sin embargo, que eran representantes de todas las v¨ªctimas habidas y por haber del imperialismo de Estados Unidos. La mano de Dios hab¨ªa castigado a este pa¨ªs por sus pecados.
E. v. d. W. Y, adem¨¢s, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda coincidieron en que el suceso ten¨ªa que significar un cambio definitivo. En muchas cosas estoy segura de que no es as¨ª.
P. ?Esa memoria oficial que se est¨¢ construyendo podr¨ªa servir de legitimaci¨®n a las acciones del Gobierno, como pol¨ªtica exterior o derechos civiles?
J. F. Despu¨¦s de los atentados, todos reconoc¨ªamos una deuda. En primer lugar, con los bomberos y con los polic¨ªas, debido a su comportamiento... no s¨¦, heroico. Eso es, heroico, ?por qu¨¦ no usar esa palabra? Se trata de una actitud poco frecuente entre la gente sofisticada de Nueva York, porque, en el mejor de los casos, los polic¨ªas se consideran como una molestia menor y, en el peor, son encarnaciones del Estado nefando. Como digo, muchos, sin embargo, sentimos agradecimiento, empezamos a ver de otra forma ciertos empleos p¨²blicos, a ciertas personas. El mismo d¨ªa 11 por la ma?ana, cuando vi cruzar dos cazas del ej¨¦rcito sobre la ciudad, volv¨ª a sentir agradecimiento, debo confesarlo. Y con Giuliani, ocurri¨® algo parecido. Todo esto para decir que empec¨¦ a ponerme en la piel de otros, cosa que antes no hac¨ªa.
P. Pero, insisto, ?no se corre el riesgo de que mantener viva la llama acabe sirviendo, por ejemplo, para legitimar la intervenci¨®n en Irak?.
J. F. Sin duda, la conmemoraci¨®n se puede instrumentalizar y, de hecho, ya se ha instrumentalizado. Los insensatos que llevaron a cabo el crimen del 11 de septiembre le dieron a cierto sector de la pol¨ªtica estadounidense un cheque en blanco para saldar antiguas cuentas, y hasta para inventar algunas nuevas.
E. v. d. W. Estoy de acuerdo, pero enfatizar¨ªa algo: que los procesos, que las cuentas de las que habla James, ven¨ªan de antes. Es una situaci¨®n similar a la de 1989, cuando cae el muro de Berl¨ªn: la resistencia de la sociedad parece de pronto superflua. Por consiguiente, m¨¢s que intrumentalizar la conmemoraci¨®n para legitimar la intervenci¨®n en Irak, algo de lo que todo el mundo se da cuenta y a lo que muchos se oponen, la ceremonia del 11 de septiembre se est¨¢ utilizando para lograr un avance incontrolado de las posiciones conservadoras. Toda cr¨ªtica parece fuera de lugar. Porque ?qui¨¦n puede quejarse de que las condiciones de los trabajadores no sean buenas ante el horror del 11 de septiembre? ?Qui¨¦n puede hablar de medio ambiente? La agenda social ha pasado a segundo plano.
P. Es decir, que quien est¨¢ perdiendo, quien est¨¢ resultando perjudicada, es esa izquierda perpleja de la que hablaba James Fern¨¢ndez.
P. ?Existe un riesgo real para los derechos civiles?
J. F. Desde el 11 de septiembre ha habido sin duda ataques. Pero m¨¢s que esos ataques, me ha sorprendido la falta de reacci¨®n. Lo he pensado mucho desde la ma?ana de los atentados: la idea de libertad ha dejado de existir en un sentido fuerte. Lo que la gente exige en Estados Unidos es que se proteja nuestro estilo de vida. Es decir, se pide al Gobierno que defienda, no los derechos civiles, sino un estilo de vida, un nosotros.
P. En Europa existe un debate similar: ?la democracia es un procedimiento o un conjunto de valores? Muchos se inclinan por esto ¨²ltimo, y a?aden adem¨¢s que es un conjunto de valores superior a otros. La trampa es que desencadenan entonces un debate, no acerca de la libertad, sino acerca de la superioridad.
E. v. d. W. En aras de la defensa de la democracia, en Estados Unidos se ha optado por limitarla. Muchas de las decisiones m¨¢s importantes no pasan a debate en el Congreso, sino que lo decide el Ejecutivo.
J. F. Con el chantaje a?adido de que, en las siguientes elecciones, se pueda decir que tal o cual congresista vot¨® en contra de un acto patri¨®tico, que llevar¨¢ el nombre del primer art¨ªculo de una ley. Oponerse es un suicidio pol¨ªtico.
P. ?Y c¨®mo ha reaccionado la Universidad ante estos cambios?
E. v. d. W. Desde la derecha se ha tratado de difundir la imagen de que el espacio universitario es un espacio antipatri¨®tico. Se hacen denuncias de profesores.
J. F. Existe, de hecho, una fundaci¨®n derechista que tiene una p¨¢gina web en la que aparecen citas de 'acad¨¦micos traidores', siempre sacadas de contexto.
E. v. d. W. La dirige la mujer de Cheney, y dispone de una red de estudiantes y profesores que registran lo que se dice en la Universidad para confeccionar listas negras. Tambi¨¦n han colaborado en la difusi¨®n de esta imagen peri¨®dicos respetables, que han criticado la influencia de los estudios culturales y multiculturales en la Universidad norteamericana con el argumento de que favorecen la tolerancia hacia estilos de vida enemigos.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao es diplom¨¢tico.
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