Un gran artista y un gran caballero
El pasado día 8 falleció en Madrid el arquitecto Pedro Casariego Hernández-Vaquero. Nacido en Oviedo en 1927, era hijo de Francisco Casariego (Oviedo, 1890-1958), arquitecto y pintor, y puede decirse que de él heredó ambas vocaciones. Estudió en la Escuela de Madrid, en la que se tituló en 1953, y de la que sería profesor de proyectos de 1980 a 1987. En 1955 fundó en Madrid el estudio Alas Casariego con su compa?ero Genaro Alas Rodríguez (Madrid, 1926), donde trabajó de continuo.
Casariego y Alas tienen una obra que pertenece ya a la mejor historia de la arquitectura espa?ola de la segunda mitad del siglo XX, como acreditó en 1995 la gran exposición celebrada en las arquerías del Ministerio de Fomento (hay catálogo: Alas Casariego, arquitectos, 1955-1995) y recordará de nuevo, y dentro de unos días, la que se abrirá en la Fundación Cultural del Colegio de Arquitectos (día 16, Piamonte, 23). Son miembros de una generación madrile?a inmediatamente posterior a la de los a?os cuarenta, esto es a aquella que va de Fisac y Cabrero a Corrales y Molezún y Cano Lasso, pasando por Fernández del Amo, De la Sota y Sáenz de Oíza, y que protagonizaron el nuevo y definitivo despertar moderno de la arquitectura espa?ola, pero que hubieron de sufrir aún un periodo de práctica académica, que sortearon no sin traumas, aunque con singular fortuna.
'Practicó varias tendencias sin traumas, con una soltura nunca re?ida con la calidad'
Casariego y Alas, en cambio, pudieron ejercer la arquitectura moderna ya desde el principio y de un modo pleno, aun a pesar de que les tocara todavía formarse en la escuela mediante el aprendizaje del academicismo ecléctico que llenó toda la primera mitad del siglo XX. Su ejercicio, basado en el ejemplo de la generación anterior y de la arquitectura extranjera, surgió así de un modo moderno, aunque también ecléctico. Sin tomar partido por el racionalismo o el organicismo -sistemas modernos cuya alternativa caracterizó su primera época- y sin despreciar tampoco un realismo emparentado con la gran aventura madrile?a de los Poblados Dirigidos e, incluso, con algunos arquitectos de Barcelona, la arquitectura de estos autores se interesó en unas y otras tendencias, practicándolas todas y sus mezclas, sin traumas ni complejos, y con una soltura profesional nunca re?ida con la calidad.
Así su obra es testimonio del triunfo espa?ol del racionalismo -de lo que se llamó el Estilo Internacional, si se quiere ser más exacto-, patente en la Sede Social de Assicurazioni Generali (en la Castellana de Madrid, hoy transformado, 1958), en la atractiva fábrica de café Monky (tristemente desaparecido, avenida de América, 1960), o en el brillante Edificio Centro (Madrid, calle Orense, 1965). En época más avanzada pueden se?alarse los edificios Triste (I y II, Madrid, calle de Orense, 1969-72) y la torre del edificio Windsor (Madrid, centro Azca, 1974).
Pero es también testimonio, y como dijimos, de un suave y matizado organicismo, presente en obras como el edificio de viviendas Los Olivos (Madrid, calle Apolonio Morales, 1965), en el muy interesante y cualificado Colegio Mayor Elías Ahuja (Madrid, Ciudad Universitaria, Avenida Juan XXIII, 1968), o en la propia casa de Pedro Casariego en Aravaca (Madrid, 1967), esta última con sofisticados rasgos neopopulares, y, así, bien afín a un cierto sector orgánico madrile?o, muy prestigiado y conocido (Oíza, Alba, Higueras, Moneo), aunque representando en ella perfiles originales, propios.
No faltó tampoco, y como también habíamos advertido, la práctica de un estricto y refinado realismo, que se expresó sobre todo en el campo de la vivienda social y en algunas actuaciones residenciales en pueblos y ciudades peque?as; esto es, en lugares en que esta tendencia jugaba un papel de adecuación a las pre-existencias ambientales.
La obra de Casariego y Alas durante los a?os 70 y 80 evolucionó de acuerdo con la cultura que se dio en llamar posmoderna (de 1983 a 1987 con la colaboración de su hijo Juan), y de esta etapa pueden citarse la urbanización Parque Ansaldo (San Juan de Alicante, 1978), la Estación de Ferrocarril y el centro comercial de Tres Cantos (Madrid, 1986) y el Hospital de los Santos Reyes (Aranda de Duero, 1992-95). Aunque todavía ha de hablarse de la dedicación a otro importante tema, muy propio también de las últimas décadas, y es el de la restauración de monumentos. Han de citarse ahora la restauración de la plaza del mercado de El Fontán (Oviedo, 1981, después ridículamente falsificada por el municipio), la Catedral de Ciudad Real (1983) y la gran rehabilitación del Teatro Campoamor de Oviedo (1984, con Fernando Nanclares y Nieves Ruiz).
Pedro Casariego, al desaparecer, se afianza poderosamente en nuestra historia. Con su muerte hemos perdido a un gran artista y a un gran caballero, además de a un gran amigo. Descanse en paz.
Antón Capitel es arquitecto y catedrático.
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