Comentarios sobre el v¨¦rtigo
El pasado 11 de septiembre se organiz¨® en el Colegio Mayor Rector Peset de la Universitat de Val¨¨ncia un acto -que quer¨ªa ser laico y cr¨ªtico- con ocasi¨®n del primer aniversario del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York. Era un acto laico, no s¨®lo porque a diferencia de las iniciativas del arzobispado, con-celebradas en lo que fue el IVAM, no inclu¨ªa oraciones ni misas, sino tambi¨¦n porque no quer¨ªa conmemorar nada. Lo que se pretend¨ªa, creo, era complicar el conocimiento y la reflexi¨®n sobre lo que ocurri¨® hace un a?o y sus consecuencias en el presente partiendo del supuesto -admirablemente expresado por T. Todorov- de que todas las conmemoraciones simplifican el pasado en la medida en que 'su objetivo es procurar ¨ªdolos para venerar o enemigos para aborrecer' y que, por lo tanto, su acci¨®n es inevitablemente sacralizante. Era una anti-conmemoraci¨®n, desacralizante y cr¨ªtica, tanto respecto a la panidolatr¨ªa del nacionalismo norteamericano, exportado sistem¨¢ticamente al resto del mundo durante todo este a?o, como respecto a su reflejo especular: el antiamericanismo visceral y simple. Esa enfermedad infantil del izquierdismo de la que hemos tenido tambi¨¦n muestras sobradas durante los ¨²ltimos doce meses, y durante las ¨²ltimas semanas.
Con esa intenci¨®n se proyectaron trece cortometrajes rodados por directores cr¨ªticos con la administraci¨®n Bush y su manera de plantear y resolver el problema en Estados Unidos y fuera de ¨¦l. Cr¨ªticos tambi¨¦n con la manera en que una proporci¨®n muy alta de sus compatriotas est¨¢n apoyando la suicida y criminal campa?a de la mayor parte de los republicanos. Algunos de esos v¨ªdeos eran bellos e inteligentes, otros lo eran menos, pero en su conjunto revelaban la existencia (cegada por la propaganda oficial norteamericana) de una variedad de voces que pugnan por hacerse o¨ªr, dentro y fuera de su pa¨ªs, que tratan de resistir o de oponerse a la pol¨ªtica de su gobierno y que a m¨ª me parecieron voces pidiendo ayuda. Voces que ped¨ªan a gritos ser reconocidas como voces americanas, que trataban de evitar su anulaci¨®n como tales, que hablaban dede otra tradici¨®n y otra cultura pol¨ªticas, que es tambi¨¦n norteamericana. Gente que sabe lo dif¨ªcil que se ha convertido hoy en Estados Unidos evitar la acusaci¨®n de anti-americanismo a la menor sombra de discrepancia respecto la interpretaci¨®n y la respuesta oficiales. Gente que habla de la defensa de los derechos humanos, dentro y fuera de su pa¨ªs, que hace llamamientos (casi desesperados, me parecieron a m¨ª) para que 'la lucha contra el imperio del mal' no les incluya a ellos y acabe con sus libertades, con su derecho a discrepar, a ser. Gente que denuncia los recientes e impunes ataques a ciudadanos y ciudadanas por su diferencia racial, su or¨ªgen geogr¨¢fico, su diferencia.
Ese grupo de cineastas j¨®venes, con una importante presencia de mujeres que rodaron algunos de los mejores cortos, estaban haciendo un esfuerzo por evitar que su manera de ver las cosas quedase en el limbo del silencio, de la no-identidad, a que el nacionalismo conservador quiere condenarles. Los organizadores del acto invitaron a un historiador, a un especialista en relaciones internacionales y a dos artistas ligados a los medios audiovisuales para que comentasen lo que ve¨ªan e iniciasen el debate. Me pareci¨® una iniciativa poco usual, un soplo de aire fresco en el enrarecido ambiente de las conmemoraciones (iba a decir de las 'celebraciones') que nos atosigaron aquellos d¨ªas.
Sin embargo, cuando acab¨® el debate (por llamarle de alguna forma) que sigui¨® a la proyecci¨®n, me sent¨ª invadida por una sensaci¨®n de disgusto y de irritaci¨®n. Tambi¨¦n de cierto miedo y de desesperanza. A pesar de los esfuerzos de casi todos los invitados a la mesa redonda, los comentarios derivaron r¨¢pidamente hacia la sacralizaci¨®n m¨¢s depurada del antiamericanismo. Hubo quien dijo que el duelo de los americanos no era su duelo y se ampar¨® con toda tranquilidad en la muy cierta afirmaci¨®n de que las tres mil v¨ªctimas de ese atentado son una gota de agua entre las que ha causado el imperialismo americano. Hubo quien proclam¨® que todo aquello le ol¨ªa 'a chamusquina', que a qu¨¦ ven¨ªa tanto jaleo porque les hayan 'tirado unas torrecitas' cuando hab¨ªa tantos muertos en otras partes del mundo de los que nadie hablaba, etc¨¦tera. Todas esas medias verdades al servicio del maniqueismo m¨¢s criminal y suicida, todas esas medias verdades para crear un discurso especular al que nos llega desde el gobierno norteamericano, y sus gobiernos afines como el nuestro. Todas esos muertos (palestinos y norteamericanos, afganos, bosnios, chechenos, etc¨¦tera) arrojados unos contra otros, ninguneados, abusados, por una ret¨®rica pseudo-cr¨ªtica destinada a complacer el narcisismo moral m¨¢s rampl¨®n. Una ret¨®rica que, en la pr¨¢ctica, refuerza el discurso del Sr. Bush (o del Sr. Aznar), afirmando la existencia de dos mundos homog¨¦neos y enfrentados, situados a ambos lados del bien y del mal. Una ret¨®rica para la cual s¨®lo existen ciertos americanos y esos 'otros'...?por favor, que no molesten! Francamente, ?qu¨¦ m¨¢s podr¨ªan pedir los halcones republicanos? 'United We Stand', podr¨ªan cantar a coro nuestros anti-americanos y los buenos norteamericanos.
Pero ¨¦sa s¨ª que no es mi canci¨®n. Si nos negamos a otorgar autoridad, realidad y sinceridad a las voces discordantes, a las personas (tan molestas y complicadas) que son capaces de pensar (por lo menos) dos cosas a la vez, estamos ayudando a crear el mundo que quiere Bush para lanzarnos a la guerra contra las fuerzas del mal. Y esas llamadas fuerzas del mal acabar¨¢n siendo tales, descargando sobre nosostros y sobre sus propias sociedades complejas, todo el peso de nuestras palabras m¨¢s simples. L¨¢stima que los que pensamos de esta forma nos mantuvi¨¦semos tan callados en aquel debate, que nos fu¨¦semos a la cama con las conciencias intranquilas mientras los fariseos de turno se fueron, imagino, con el alma m¨¢s pura y satisfecha que nunca despu¨¦s de haber celebrado su misa particular.
En el horror que, me temo, se avecina, va hacer falta valor para discrepar moral y pol¨ªticamente, para seguir 'viendo doble' (lo m¨¢s imperdonable para los nutridos defensores de los pensamientos ¨²nicos) y para seguir recordando, y por lo tando haciendo cierto, aquello que dijo W.G. Sebald en su novela V¨¦rtigo, que la realidad, como sabemos, siempre es distinta a todo.
Isabel Burdiel es profesora titular de Historia Contempor¨¢nea en la Universitat de Val¨¨ncia.
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