El estilo y la conciencia
La vida siempre obtiene revancha contra quienes la negaron. As¨ª lo crey¨® Luis Cernuda (Sevilla, 1902-M¨¦xico, DF, 1963). Se trata de una de esas certezas que suelen clavarse en medio de sus poemas para apuntalar una realidad moral surgida entre la experiencia del mundo y el deseo. La complicada leyenda del poeta sevillano tiene que ver con la fidelidad a su destino, porque al acentuar las rarezas y los defectos que le criticaban los dem¨¢s s¨®lo intent¨® defender su dignidad, asegurarse de la sombra que acompa?a a cualquier cuerpo cuando se atreve a dialogar con la luz. Hay exageraciones y rupturas que son una ¨²ltima forma de dependencia, y la fuerza espiritual de Cernuda, impuesta en su car¨¢cter con una rotundidad infatigable, parece consecuencia de una debilidad resistente, de una necesidad de entrega siempre insatisfecha, de un amor por el mundo que acaba por reconocer sus carencias a la hora de distinguir el sabor puro y amargo de la vida. As¨ª fue labrando el poeta su personaje, hasta adue?arse de una desolaci¨®n cada vez m¨¢s seca y m¨¢s hermosa, seg¨²n el verso de Jaime Gil de Biedma.
Imagin¨® y defendi¨® el derecho a una felicidad ¨¦tica, siempre combativa al sentirse negada por la realidad
Resulta l¨®gico que los poemas de despedida que public¨® en Desolaci¨®n de la Quimera fuesen al mismo tiempo una justificaci¨®n de su itinerario vital y un resumen de su po¨¦tica. En 'D¨ªptico espa?ol', en la parte titulada 'Es l¨¢stima que fuera mi tierra', mientras se apartaba una vez m¨¢s de la Espa?a oficial de la dictadura, encontr¨® una de las mejores definiciones de su personalidad literaria. Merece la pena recordar estos versos: '?Puede cambiarse eso? Poeta alguno / Su tradici¨®n escoge, ni su tierra, / Ni tampoco su lengua; ¨¦l las sirve, / Fielmente si es posible. / M¨¢s la fidelidad m¨¢s alta / Es para su conciencia; y yo a ¨¦sa sirvo / Pues, sirvi¨¦ndola, as¨ª a la poes¨ªa / Al mismo tiempo sirvo'. Una lengua no elegida y el esfuerzo por mantenerse fiel a la conciencia, hasta sufrir por ella la marginaci¨®n y las penalidades de la servidumbre: ah¨ª est¨¢n las dos claves que marcan el itinerario vigilante de La realidad y el deseo.
Debemos tener en cuenta que
la historia de la poes¨ªa vanguardista descansa en el deseo de elegir una lengua, un idioma l¨ªrico diferente al de la sociedad. El signo ling¨¹¨ªstico es la mejor met¨¢fora del contrato social, porque el significante y el significado se unen de manera arbitraria para hacer posible la comunicaci¨®n, del mismo modo que las verdades privadas y los intereses p¨²blicos firman su pacto para asegurar la convivencia. Oponerse a las convenciones sociales, a los c¨®digos de la representaci¨®n burguesa, significaba cuestionar su lenguaje, romper el contrato de su signo ling¨¹¨ªstico, elegir un idioma imprevisible, buscar una verdad expresiva m¨¢s all¨¢ de la sem¨¢ntica heredada. Para radicalizar el orgullo de una lengua l¨ªrica independiente, las vanguardias se instalaron en el significante y dejaron que los significados volaran por debajo de una cadena metaf¨®rica sin ataduras, s¨®lo obligada a la sorpresa, y capaz de reunir un paraguas y una m¨¢quina de coser en una mesa de operaciones.
Al decir que ning¨²n poeta elige su lengua, Luis Cernuda estaba poniendo el dedo en una de las llagas de la poes¨ªa contempor¨¢nea, explicando, adem¨¢s, la l¨®gica de su evoluci¨®n literaria y las direcciones buscadas en su navegaci¨®n a trav¨¦s del surrealismo. Formado en la est¨¦tica pura que caracteriza la poes¨ªa espa?ola de los a?os veinte, bajo la buena lecci¨®n de Mallarm¨¦, Juan Ram¨®n, Salinas y Guill¨¦n, el mundo est¨¦tico de Cernuda no pudo identificarse, sin embargo, con el racionalismo vitalista, con la fe de vida de una eternidad laica, dispuesta a creer en los poderes de la raz¨®n a la hora de ordenar el caos de la existencia. Las d¨¦cimas perfectas y cerradas del primer Cernuda son una geometr¨ªa herida, una matem¨¢tica que no llega a ocultar entre sus n¨²meros las sombras de la insatisfacci¨®n y el desconsuelo. Por eso el surrealismo supuso un camino de libertad, un modo de romper las costuras de la hipocres¨ªa social para que la vida limpia entrase en los poemas. El poeta homosexual, anticapitalista, republicano, negador de los sacrificios y las humillaciones religiosas, procuraba distinguir entre el verbalismo formal y el testimonio moral de un ser humano que interpreta el mundo con sus propios ojos. Al traducir en 1929 a Paul Eluard en la revista Litoral, echa en falta la existencia en nuestro pa¨ªs de un verdadero romanticismo y concluye que los poeta espa?oles est¨¢n m¨¢s preocupados por la ret¨®rica que por la poes¨ªa.
Convencido de que el surrealis-
mo era una revoluci¨®n espiritual m¨¢s que un movimiento literario, Luis Cernuda llegar¨¢ incluso a aceptar en Un r¨ªo, un amor y en Los placeres prohibidos los impulsos inconscientes de la escritura autom¨¢tica. Pero las contradicciones surgen con rapidez, y Cernuda comprende que los poemas surrealistas intentan destruir a la literatura tradicional utilizando todos los recursos tradicionales de la literatura, hasta el punto de abrir una nueva v¨ªa para los excesos verbales y la grandilocuencia. El surrealismo, piensa entonces, es un trampol¨ªn, y lo verdaderamente importante en el salto no es el trampol¨ªn, sino el atleta. Por eso necesita remontar la corriente de la poes¨ªa contempor¨¢nea y llegar a los or¨ªgenes rom¨¢nticos del vanguardismo. La nostalgia de un mundo paradisiaco, m¨¢s all¨¢ de los artificios verbales, sirve de consuelo moral para enfrentarse a las carencias de la realidad. B¨¦cquer y H?lderlin le ofrecen el modelo de la dif¨ªcil sencillez, del lenguaje compartido en el que se enuncia una verdad singular. Adem¨¢s precipitan su acercamiento a la desesperada vitalidad que caracteriza la mirada de los poetas contempor¨¢neos m¨¢s l¨²cidos. Cernuda comprende que la tragedia no surge por la lucha entre las verdades esenciales y la represi¨®n social, sino por el descubrimiento de las mentiras que suelen esconderse bajo nuestras verdades esenciales. Esta nueva soledad no exige un lenguaje inventado, sino la reflexi¨®n moral del poeta vigilante, solitario, que no es portavoz de ninguna identidad, porque vive en el vac¨ªo perpetuo de la decisi¨®n, en las responsabilidades desamparadas de su conciencia.
Cernuda opt¨® por el amor inocente para oponerse a las represiones sociales, pero acab¨® comprendiendo que eran m¨¢s graves las mentiras del amor inocente que la hipocres¨ªa social. Tambi¨¦n opt¨® por los impulsos revolucionarios frente a una civilizaci¨®n mezquina, y descubri¨® que las revoluciones pueden ser incluso m¨¢s injustas que las leyes. Se acerc¨® as¨ª a la tentaci¨®n de elegir la nada, la disoluci¨®n de la conciencia, la renuncia a la lucidez, como sugieren los versos de Donde habite el olvido. Pero se decidi¨® por imaginar y defender el derecho a una felicidad ¨¦tica, siempre combativa al sentirse siempre negada por la realidad. La rebeld¨ªa de Luis Cernuda, a partir de Invocaciones, tuvo que acostumbrarse a una soledad vinculada con el mundo, a un territorio impertinente de esfuerzos personales, en el que no cab¨ªan ni las renuncias a la vida ni el conformismo. Al pensar en el hombre y en su deseo, quiso identificarse con el 'Soliloquio del farero': 'Por ti, mi soledad, los busqu¨¦ un d¨ªa; / En ti, mi soledad, los amo ahora'. El exilio en Londres y Glasgow, al ponerlo en contacto con el romanticismo ingl¨¦s, conducir¨¢ este tono de voz por los caminos de la poes¨ªa meditativa, con fuertes implicaciones filos¨®ficas. A trav¨¦s de un itinerario cargado de dificultades y b¨²squedas est¨¦ticas, se va imponiendo en su madurez una voz m¨¢s preocupada por el pensamiento y por el fluido de las frases que por la m¨²sica del verso y por la s¨ªntesis simbolista de la canci¨®n l¨ªrica. Cernuda comprende que para unir vida y poes¨ªa es imprescindible despersonalizar el poema, es decir, convertir las situaciones biogr¨¢ficas en experiencias est¨¦ticas aut¨®nomas. Ah¨ª encuentran sentido los mecanismos de la ficci¨®n. La t¨¦cnica del mon¨®logo dram¨¢tico, que utiliza en algunos de sus mejores poemas, no es s¨®lo un recurso m¨¢s, sino el s¨ªntoma maduro del pensamiento po¨¦tico de Cernuda. Desde Las nubes, y hasta llegar a la conmovedora sequedad de Desolaci¨®n de la Quimera, parece menos interesado por la expresi¨®n de las verdades esenciales de una identidad establecida que por la construcci¨®n filos¨®fica de una verdad ¨¦tica.
La inteligencia rom¨¢ntica de
Cernuda no quiso nunca acomodarse a una nostalgia ed¨¦nica y consoladora. Cualquier alusi¨®n a la felicidad inocente estuvo siempre vigilada por la lucidez. Al imaginarse el para¨ªso de la Andaluc¨ªa rom¨¢ntica, supo que se trataba de una invenci¨®n de poeta, de una respuesta moral. Y se comport¨® del mismo modo ante todas las enso?aciones que suele utilizar el coraz¨®n para descansar de sus tareas intelectuales. Porque el poeta s¨®lo justifica sus ejercicios intelectuales con las exigencias de su coraz¨®n. En 'Noche del hombre y su demonio', un poema de Como quien espera el alba, escribi¨®: 'En la hora feliz del hombre, cuando olvida, / Aguzas mi conciencia, mi tormento'. La compleja hermandad de la ¨¦tica y la lucidez a la hora de imaginarse el mundo definen el protagonismo de la conciencia en la poes¨ªa de Luis Cernuda. Se trata de la propia ra¨ªz del hecho literario, como lo demuestra la segunda parte del 'D¨ªptico espa?ol', titulada 'Bien est¨¢ que fuera tu tierra'. La Espa?a liberal de Gald¨®s, la imaginada geograf¨ªa de la tolerancia y del respeto, se opone a la Espa?a obscena y deprimente del franquismo. La literatura inventa una realidad para darle respuesta al mundo, del mismo modo que el poeta imagina un futuro lector para ordenar su vida.
Todo gran escritor supone una justificaci¨®n de la literatura. La actualidad de Luis Cernuda se debe a que sus poemas nos explican el sentido de la poes¨ªa en la realidad contempor¨¢nea. Vivimos en unas sociedades homologadoras que imponen normas de comportamiento colectivo gracias a la liquidaci¨®n de la conciencia individual. La tarea de la poes¨ªa, como descubre el lector de La realidad y el deseo, es precisamente la contraria: la reivindicaci¨®n de la soledad moral del individuo como ¨²nico ¨¢mbito en el que se pueden defender los sue?os colectivos y la dignidad humana. Al servir a su conciencia, Luis Cernuda sirvi¨® a la poes¨ªa y se sinti¨® heredero de la lengua de todos. Hoy somos nosotros, algunos de nosotros, sus herederos.
Luis Cernuda fue el poeta de la inteligencia rom¨¢ntica. El de las permanentes b¨²squedas est¨¦ticas, deseoso de unir vida y poes¨ªa. Hoy, cuando se conmemoran cien a?os de su nacimiento, no hay duda de que su complicada leyenda se debe a su fidelidad hacia su destino. El poeta sevillano cre¨® una hermandad entre ¨¦tica y lucidez para alentar la conciencia de su obra. El resultado es su gran actualidad debida a una creaci¨®n que explica el sentido de la poes¨ªa en la realidad contempor¨¢nea. Por Luis Garc¨ªa Montero
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