Mientras el Estrecho les separe
Los autores argumentan que ya es hora de poner los intereses materiales de espa?oles y marroqu¨ªes por encima de los intereses abstractos del nacionalismo
Trece siglos de historia, problem¨¢tica si se quiere, pero al fin y al cabo compartida, y 12 kil¨®metros de un mar que en la antig¨¹edad era llamado n¨®strum no son suficientes, al parecer, para que dos pa¨ªses se sientan cercanos y practiquen las reglas de la buena vecindad. Desgraciadamente, las naciones vecinas a menudo se dan la espalda cuando no se hacen la guerra. 'Cuantas veces los corrimos, cuantas veces nos corrieron', dec¨ªa el maestro Borges, con iron¨ªa e ingenuidad insuperables, de Argentina y Uruguay.
Espa?a es el segundo socio comercial de Marruecos y el cuarto emisor de inversi¨®n directa hacia ese pa¨ªs. Marruecos es nuestro vig¨¦simo socio comercial, a la par que Argentina, no se enga?e el lector, aunque respecto a las exportaciones espa?olas figura en duod¨¦cima posici¨®n, entre Suecia y Suiza. Aunque muy modesta, Espa?a recibe inversi¨®n directa de Marruecos, de la que somos uno de sus principales destinos.
Espa?a es el segundo socio comercial de Marruecos y el cuarto emisor de inversi¨®n directa hacia ese pa¨ªs
Los contenciosos econ¨®micos que separan a ambos pa¨ªses son fruto de los intereses de unos pocos
En ambos pa¨ªses nacen al a?o casi el mismo n¨²mero de ni?os y ni?as, aunque la poblaci¨®n marroqu¨ª es 10 millones menos numerosa que la espa?ola. Su tasa de fecundidad es, claro est¨¢ por lo anterior, m¨¢s del doble de la espa?ola (3 hijos por mujer en edad f¨¦rtil en Marruecos frente a 1,2 en Espa?a). Las tasas migratorias de ambos pa¨ªses son tambi¨¦n muy diferentes y, sobre todo, tienen signos opuestos, como es bien sabido. No las conoce ni la CIA, cuyas estimaciones quedan muy por debajo de la realidad (www.cia.gov/cia/publications/factbook/), pero pueden aventurarse en alrededor del 6 por mil para Espa?a y de la mitad para Marruecos. Casi la mitad de la emigraci¨®n anual de Marruecos en la actualidad tiene por destino final nuestro pa¨ªs. Todav¨ªa no hemos aprendido a hacer de este activ¨ªsimo canal entre los dos pa¨ªses una autopista de oportunidades para ambos, como no lo supimos hacer hace d¨¦cadas cuando cientos de miles de espa?oles sal¨ªan a buscar en Europa las oportunidades que su patria les negaba.
El PIB por habitante en Espa?a es doce veces mayor que en Marruecos, aunque, si se tuviese en cuenta la diferente capacidad adquisitiva de la unidad de cuenta que podamos utilizar en los c¨¢lculos (el euro o el dirham), dado el nivel general de los precios en cada pa¨ªs, la diferencia se reducir¨ªa a la mitad aproximadamente.
Esta gran diferencia se explica porque, por una parte, la magnitud del PIB (en euros corrientes) es muy superior en Espa?a (17 veces mayor que en Marruecos) y, por otra parte, la poblaci¨®n marroqu¨ª es menor que la espa?ola (0,7 veces menor). As¨ª, el producto de estas dos ratios arroja la diferencia en PIB per c¨¢pita antes mencionado. Tambi¨¦n puede decomponerse esta diferencia a trav¨¦s de dos indicadores muy elocuentes: la productividad media del trabajo (PIB por empleado) y la tasa de empleo (empleos por 100 habitantes, a los efectos del c¨¢lculo que sigue).
La productividad media del trabajo es en Espa?a 10 veces superior a la que se observa en Marruecos, mientras que la tasa de empleo es tan s¨®lo 1,2 veces. Pero estas descomposiciones de la ratio entre los niveles de vida en Espa?a y Marruecos son s¨®lo el aspecto m¨¢s superficial de profundas diferencias estructurales, de dotaci¨®n de capital f¨ªsico y humano, de organizaci¨®n institucional, etc¨¦tera.
En las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, Espa?a y Marruecos han venido divergiendo en t¨¦rminos de PIB per c¨¢pita; pero desde mediados de los noventa han venido convergiendo en t¨¦rminos de productividad del trabajo. Esto es una mala noticia de m¨²ltiples caras. En primer lugar, porque implica una mayor 'brecha' de bienestar entre ambos pa¨ªses; en segundo lugar, porque implica que Marruecos crea menos empleo que Espa?a.
Ambos factores estimulan la emigraci¨®n marroqu¨ª; en tercer lugar, porque, dado el bajo crecimiento de la productividad del trabajo en Marruecos, que algo crece, la productividad espa?ola crece a¨²n menos, aunque ¨¦sta sea una noticia de inter¨¦s local. En esta materia, hay pocos motivos, desgraciadamente, para pensar que las cosas mejorar¨¢n de manera significativa en el futuro al alcance de nuestra vista. Para m¨¢s complicaci¨®n, los contenciosos econ¨®micos que separan a ambos pa¨ªses son fruto de los intereses organizados de unos pocos, en detrimento de la mayor¨ªa, aqu¨ª y all¨ª.
Frente a los crudos datos, y la ansiedad por los recientes acontecimientos, que suponemos compartida por los agentes econ¨®micos a ambos lados del Estrecho, hay tambi¨¦n la evidencia de una larga y creciente interacci¨®n comercial y de cooperaci¨®n para el desarrollo, si bien manifiestamente mejorable, entre los dos pa¨ªses.
Es fundamental que demos con la f¨®rmula para poner a los intereses materiales de los ciudadanos de ambos pa¨ªses por encima de los intereses abstractos del nacionalismo, entendiendo que las relaciones econ¨®micas se establecen, siempre que no haya interferencias pol¨ªticas ni abusos de poder, sobre la base del provecho mutuo que redunda en el inter¨¦s com¨²n. La desconfianza y la ignorancia del otro, cuando no el desprecio, elevan poco a poco insalvables diques que embalsan y fermentan m¨¢s desconfianza, ignorancia y desprecio. Las relaciones econ¨®micas, por el contrario, ense?an a valorar los intereses de cada cual, a respetar los esfuerzos de las gentes para mejorar su vida y a tenerlos en cuenta, siquiera sea por aquello de la reciprocidad.
Jos¨¦ A. Herce y Sim¨®n Sosvilla Rivero son investigadores de FEDEA y profesores de Econom¨ªa de la Universidad Complutense.
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