Marruecos y la democracia 'diferida'
Dris Yett¨², ministro del Interior marroqu¨ª, empresario, antiguo ministro de Econom¨ªa y Hacienda en el gabinete tecnocr¨¢tico Filali III, ha demostrado no ser Dris Basri, el todopoderoso valido de Hassan II. Para lo bueno y para lo malo. Mal comunicador frente a la soltura del ex polic¨ªa convertido en hombre fuerte del r¨¦gimen, ha dirigido el proceso electoral del 27 de septiembre pasado con torpeza y opacidad. Pero aunque a cuentagotas, con retrasos, con justificaciones burdas, los datos terminaron primero filtr¨¢ndose, para hacerse p¨²blicos poco a poco hasta completarse al cuarto d¨ªa, haciendo gala na?vement de una transparencia que, aunque algunos contesten, va a permitir que el mapa pol¨ªtico final de Marruecos se parezca a la realidad. Lo parad¨®jico es que, despu¨¦s de d¨ªas de incertidumbre y bloqueo informativo que han hecho correr los rumores de falsificaci¨®n, el maquillaje de los datos afecta m¨¢s al embalaje, a la manera de presentarlos, que al contenido. Las dudas se mantendr¨¢n, no obstante, hasta que se hagan p¨²blicos todos los datos de voto y no s¨®lo de esca?os desagreg¨¢ndolos lo m¨¢s posible a escala de circunscripci¨®n y de partido.
?Se explica todo este retraso por la necesidad de preparar a una opini¨®n p¨²blica nacional e internacional para que acepte que el Marruecos que ha heredado Mohamed VI cuenta con una muy importante implantaci¨®n islamista sin que ello inquiete a nadie? ?Ha servido ese retraso en cambio para negociar esca?os y saltar de lo que se llam¨® la alternancia consensuada a las urnas consensuadas?
Sea cual sea la verdadera causa del fracaso de comunicaci¨®n e informaci¨®n de estas elecciones, no se ha medido el desgaste de imagen que ha supuesto este par¨®n informativo, ya que se ha dado p¨¢bulo a que se desaten todo tipo de rumores y se propague la imagen de un pa¨ªs incapaz de cambiar, tan querida a cuantos -y no son pocos- acostumbran a tratar a Marruecos con frivolidad y creen estar convencidos de que es un pa¨ªs sin salida.
Varios han sido los elementos del fracaso de comunicaci¨®n de estas elecciones. En primer lugar en el plano informativo. Un sitio web del Ministerio de Comunicaci¨®n de dif¨ªcil acceso, que apenas filtraba informaci¨®n y con m¨¢s retraso que el de la agencia oficial de prensa, MAP. Este ¨²ltimo al menos permit¨ªa ya esbozar el mapa pol¨ªtico de Marruecos regi¨®n por regi¨®n 24 horas antes que la web oficial. Eso s¨ª, los datos aparec¨ªan sin cifras de voto y en un orden de candidatos que resaltaba en primer lugar al candidato gubernamental aun cuando el partido vencedor en la circunscripci¨®n fuese el islamista, del que, eso s¨ª, se indicaba su mayor n¨²mero de esca?os.
La segunda falla informativa se refiere a la participaci¨®n. El Ministerio del Interior ha controlado cada dos horas a trav¨¦s de sus agentes de autoridad el ritmo de participaci¨®n colegio a colegio, algo que pude comprobar in situ en algunos colegios electorales en Rabat y Sal¨¦. Al final de la jornada, el Ministerio ten¨ªa una informaci¨®n exacta de la tasa de participaci¨®n. Pero ¨¦sta, que finalmente se ha establecido oficialmente en el 51,5%, se mantuvo cuatro d¨ªas en el plano de las estimaciones. El domingo, dos d¨ªas despu¨¦s de las elecciones, el peri¨®dico del primer ministro, Al-Ittihad al-ichtiraki, titulaba todav¨ªa ambiguamente que la participaci¨®n se hab¨ªa situado entre el 52% y el 55%. Esta desinformaci¨®n, desde luego, no es lo que m¨¢s beneficia a la democracia en Marruecos.
En el refer¨¦ndum constitucional de 1996, el primero en el que las cifras oficiales fueron casi veros¨ªmiles, la prensa public¨® a la ma?ana siguiente de la consulta el ritmo de la votaci¨®n provincia a provincia y por cada lapso de dos horas. En aquella ¨¦poca las operaciones electorales contaban con una infraestructura inform¨¢tica que no deb¨ªa de ser inferior a la actual, pero contaban tambi¨¦n con la mano de hierro y la capacidad de control del titular de Interior, que era al tiempo el ministro de Comunicaci¨®n, dispuesto a mostrar al anterior soberano su habilidad goebeliana.
Un a?o m¨¢s tarde, en las elecciones municipales de junio de 1997 y legislativas de noviembre del mismo a?o, la rapidez de llegada de resultados fue comprobada por los observadores de la Subdirecci¨®n General de Pol¨ªtica Interior y Procesos Electorales del Ministerio del Interior espa?ol, que apoyaron inform¨¢ticamente las consultas con 300 millones de pesetas con cargo a la AECI y siguieron con sorpresa la eficiencia del proceso, aunque sin acceder a la 'c¨¢mara oscura' de la que salieron los resultados finales. Bastante veros¨ªmiles, por otra parte, salvo en su maquillaje final de atribuci¨®n de esca?os que s¨ª afect¨® a unos resultados que beneficiaron a candidatos y partidos cercanos al ministro. En la contestaci¨®n del Gobierno espa?ol a una pregunta parlamentaria en este sentido (BOCG 3334, del 16 de octubre de 1998) se dec¨ªa 'que de esa forma nuestro pa¨ªs contribuy¨® a las aspiraciones de las autoridades y fuerzas pol¨ªticas marroqu¨ªes para otorgar credibilidad, claridad y transparencia a las pasadas elecciones'.
En las de 2002, Marruecos se jugaba mucho m¨¢s que en las anteriores pues eran las primeras celebradas bajo el nuevo monarca. Sin embargo, Espa?a ha estado ausente de ese apoyo log¨ªstico, resultando parad¨®jico que se apoyase en su d¨ªa al ministro Basri y no ahora al actual. ?Es que la tensi¨®n hispano-marroqu¨ª de este ¨²ltimo a?o, que ha afectado negativamente a la cooperaci¨®n con Marruecos en varios dominios, ha terminado por hacerlo tambi¨¦n en temas tan sensibles como ¨¦ste?
La gran pregunta es si los fallos informativos se han debido a problemas t¨¦cnicos o pol¨ªticos. Se lleg¨® a hablar al d¨ªa siguiente a las elecciones, para justificar la tardanza de los datos, de que un pirata inform¨¢tico habr¨ªa saboteado los ordenadores de Interior. No parece que esto sea veros¨ªmil, pero cabe destacar que no han funcionado como en el pasado. De todas formas, la causa principal de la mala informaci¨®n ha estado en el desconcierto ante c¨®mo presentar unos resultados novedosos y susceptibles de ser descodificados con inquietud en el ambiente post-septembrino que vive el mundo. Informar, por ejemplo, de que en la metr¨®polis del Gran Casablanca los resultados han sido 7 diputados socialistas, 5 istiqlalianos, 11 islamistas y 8 m¨¢s de otras tendencias, puede tener sus efectos negativos sobre la inversi¨®n extranjera, a no ser que se adopten las medidas pertinentes para lograr entre todas las fuerzas pol¨ªticas un clima de di¨¢logo que permita consensuar por encima de todo un sistema constitucional -como en nuestra transici¨®n- que consagre la alternancia y el respeto al adversario como principio de base, refuerce al Gobierno y al Parlamento y atribuya tan s¨®lo al rey su papel de s¨ªmbolo de la naci¨®n.
Ha sido la lista nacional de mujeres la que m¨¢s ha tardado en hacerse p¨²blica. Era esta lista la que daba el verdadero mapa pol¨ªtico del pa¨ªs al reflejar a escala nacional los votos de todos los partidos concurrentes. El PJD, aunque se hab¨ªa presentado en s¨®lo 56 de 91 circunscripciones por razones de c¨¢lculo pol¨ªtico, estaba presente a trav¨¦s de esta lista femenina en todo el reino. Y su resultado en esca?os ha estado a la misma altura del Istiqlal, en un segundo puesto ex aequo. Pero como se ha dicho m¨¢s arriba, lo que no se ha querido hacer p¨²blico por el momento ha sido la cifra total de votos de cada partido.
Un ¨²ltimo elemento a analizar ha sido el voto nulo, tradicionalmente elevado en Marruecos y establecido ahora entre un 15% y un 17%, seg¨²n se trate de las elecciones por circunscripciones o a la lista nacional. Eso representa m¨¢s de un mill¨®n de votos, una cifra superior a la de las elecciones de 1997, lo que sin duda la convierte, como entonces, en la opci¨®n ganadora. En una buena parte es resultado de la complicaci¨®n del escrutinio, pero en otra, tal vez no menor, es la manifestaci¨®n del rechazo de un sector importante de la poblaci¨®n a la pol¨ªtica.
La lecci¨®n a sacar desde Espa?a de estos comicios es que la estabilidad marroqu¨ª debe ser una prioridad de nuestra pol¨ªtica exterior. Y para promocionarla nada como fomentar el di¨¢logo con el futuro Gobierno, pero tambi¨¦n con todas las fuerzas mayoritarias del pa¨ªs. De la actitud de Espa?a de apoyo al proceso democr¨¢tico depender¨¢ en buena parte que Marruecos no sea una democracia diferida, aplazada, por jugar con el concepto derridiano en La escritura y la diferencia, tal y como me recordaba en los momentos de incertidumbre poselectoral la hispanista marroqu¨ª Umama Auad.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es profesor en la UAM y autor del libro Marruecos pol¨ªtico: 40 a?os de procesos electorales (1960-2000), CIS, Madrid 2000.
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