La eficacia de las ¨¦ticas aplicadas
Hace alg¨²n tiempo, en su Revista de Prensa, publicaba EL PA?S el extracto de un comentario del peri¨®dico Lib¨¦ration, titulado 'La moral y la eficacia'. En la l¨ªnea de una rancia tradici¨®n, rancia por a?eja y por apolillada, contrapon¨ªa el autor los dos sustantivos del t¨ªtulo (moral y eficacia), dando a entender que son dos cosas distintas y adem¨¢s opuestas. La moral se identifica, al parecer, con los principios, con la actuaci¨®n numantina de quienes se atienen a ellos caiga quien caiga, sean cuales fueren las consecuencias. La eficacia, por el contrario, es lo que deber¨ªan perseguir los pol¨ªticos, atendiendo -si es preciso- al c¨¦lebre apotegma de Groucho Marx: '?stos son mis principios y, si no les gustan, tengo otros'. El pol¨ªtico debe anteponer la eficacia a la moral; las consecuencias, a los principios. El comentario se hac¨ªa en relaci¨®n con la ilegalizaci¨®n de Batasuna, que parec¨ªa al autor adecuada seg¨²n los principios y desafortunada seg¨²n las consecuencias. Moralmente correcta, pol¨ªticamente imprudente.
Estas contraposiciones entre la ¨¦tica y la pol¨ªtica, la honradez y la eficacia, proceden de una antiqu¨ªsima tradici¨®n que hoy no puede tenerse sino por nefasta. El pr¨ªncipe de Maquiavelo, la figura del pol¨ªtico inmoral que Kant dibujaba en La paz perpetua, son, afortunadamente, personajes trasnochados, hoy en d¨ªa fuera de lugar. Cualquier persona, es decir, los pol¨ªticos, los medios de comunicaci¨®n, los empresarios, los cient¨ªficos y el resto de la ciudadan¨ªa, tiene que evaluar obviamente las consecuencias de sus decisiones, pero igual de obviamente tiene que hacerlo a la luz de principios ¨¦ticos si quiere ser realmente eficaz; en el caso de la pol¨ªtica, a la luz de los princi-pios democr¨¢ticos. Para muestra bastan dos botones de entre la ingente cantidad que hoy se podr¨ªan ofrecer.
En los ¨²ltimos tiempos, el Congreso de los Estados Unidos propone leyes para evitar esc¨¢ndalos financieros y contables como los que vienen asombrando a la opini¨®n p¨²blica desde hace algo m¨¢s de medio a?o. Y tambi¨¦n en los ¨²ltimos tiempos el Parlamento espa?ol promulga una Ley de Partidos. Tirios y troyanos discuten sobre la eficacia de estas leyes, y hay que hacerlo, pero existe una pregunta previa: ?qu¨¦ no se hizo antes para tener que llegar a legislar lo que resulta obvio, que las empresas deben ser transparentes y los partidos pol¨ªticos condenar la violencia?
No qu¨¦ no hicieron antes el Congreso de los Estados Unidos o el Parlamento espa?ol, sino, en el primer caso, qu¨¦ no hicieron esas costumbres no escritas del mundo empresarial de la doble o triple contabilidad, esa convicci¨®n de que la transparencia con los accionistas, los clientes y los empleados es cosa de moralistas que no entienden de eficacia, perdidos en su mundo est¨²pido de principios ¨¦ticos de integridad y honradez, y, en el segundo caso, qu¨¦ no hicieron el silencio c¨®mplice de tantas gentes ante los asesinatos, la justificaci¨®n y la comprensi¨®n, cuando no hay causa pol¨ªtica alguna que en un pa¨ªs democr¨¢tico justifique la acci¨®n de arrancar a un ser humano de la tierra de los vivos, extorsionarle o violentarle.
Tal vez la eficacia de los votos sea el hom¨®logo de la eficacia de los dineros, de la eficacia del ser bien considerado, y tantas otras eficacias miopes, de vista corta, incapaces de proyectar a plazo medio y largo, que no son ni verdadera eficacia empresarial ni verdadera eficacia pol¨ªtica. Porque cuando se act¨²a sin coraz¨®n, tampoco salen las cuentas.
Esto es, en el fondo, una obviedad, pero nadie se la cree, y por eso estallan los esc¨¢ndalos continuamente, por eso se hace necesario legislar lo obvio al cabo de una enorme cantidad de sufrimiento injustificado. Y hay que hacerlo, sin duda. Pero sobre todo hay que reforzar la prevenci¨®n de cara al futuro para secar las fuentes del sufrimiento evitable en cada uno de los ¨¢mbitos en que se produce. En esta l¨ªnea de las soluciones de largo alcance caminan lo que ha venido a llamarse '¨¦ticas aplicadas', que surgieron en el ¨²ltimo tercio del siglo XX.
Qu¨¦ significa la expresi¨®n '¨¦tica aplicada' es tema que discuten los expertos, asegurando en ocasiones que la ¨¦tica siempre ha tenido una dimensi¨®n aplicada y, por lo tanto, que la bio¨¦tica, la gen¨¦tica, la ¨¦tica econ¨®mica y empresarial, la ¨¦tica inform¨¢tica, la de los medios, la eco¨¦tica, las diversas ramas de la ¨¦tica profesional (ingenier¨ªa, arquitectura, abogac¨ªa, psicolog¨ªa, docencia, etc.) y toda una amplia gama de reflexiones ¨¦ticas acerca de fen¨®menos centrales en la vida humana, como el deporte o el consumo, no hacen sino descubrir el Mediterr¨¢neo, cuando lleva tanto tiempo descubierto. Sin embargo, creo que se equivocan, porque las ¨¦ticas aplicadas suponen una aut¨¦ntica novedad, una aut¨¦ntica revoluci¨®n, especialmente fecunda para el tema que nos ocupa de buscar la eficacia a medio y largo plazo. Precisamente porque su tarea esencial consiste en intentar hacer antes de que llegue la sangre al r¨ªo, en intentar forjar desde orientaciones ¨¦ticas el car¨¢cter de las distintas dimensiones de la vida p¨²blica, que es la mejor garant¨ªa de futuro.
La clave de su ¨¦xito consiste -creo yo- en que se compone de cuatro elementos in¨¦ditos.
En principio, no nacen s¨®lo de la curiosidad de los ¨¦ticos, sino que es la realidad social la que lleva la iniciativa, la que insta, no s¨®lo a los ¨¦ticos, sino tambi¨¦n a gobiernos, expertos y ciudadanos, a buscar respuestas. Los gobiernos, primero en Estados Unidos, m¨¢s tarde en Europa y en otros lugares, se han visto urgidos a formar comisiones de ¨¦tica sobre el uso de las tecnolog¨ªas, especialmente las biotecnolog¨ªas, la pr¨¢ctica sanitaria, el gobierno de las empresas, el comportamiento de los pol¨ªticos o el funcionamiento de la Administraci¨®n p¨²blica. Una realidad que cambia de forma acelerada no puede esperar a que se lleven a t¨¦rmino los largos procesos jur¨ªdicos, necesita asesoramiento ¨¦tico. Por su parte, los expertos de los diferentes ¨¢mbitos se encuentran ante problemas para los que no existen respuestas autom¨¢ticas y a menudo son profesionales vocacionados que desean revitali-zar su actividad profesional. Por ¨²ltimo, pero no en ¨²ltimo lugar, los ciudadanos, cada vez m¨¢s conscientes de sus derechos, exigen que se les respeten en los distintos campos, pero tambi¨¦n en ocasiones se percatan de que es preciso asumir responsabilidades y participar directamente, bien en las distintas esferas, como 'legos' en la materia, pero como protagonistas en tanto que afectados, bien a trav¨¦s de la opini¨®n p¨²blica.
Las ¨¦ticas aplicadas -y ¨¦sta es su segunda 'ventaja competi-tiva'- no las elaboran s¨®lo acad¨¦micos en sus despachos y congresos, sino que es un trabajo interdisciplinar, en el que colaboran expertos, ¨¦ticos y afectados, trabajando codo a codo en comit¨¦s y comisiones, m¨¢s que en seminarios cerrados.
Sus resultados no se recogen solamente en sesudos libros para disfrute de universitarios, sino tambi¨¦n en documentos p¨²blicos, en forma de informes, declaraciones, c¨®digos u orientaciones (guide lines), que tienen fuerza normativa en la vida p¨²blica.
Y, por ¨²ltimo, quienes trabajan en las ¨¦ticas aplicadas no lo hacen s¨®lo, ni siquiera principalmente, en los departamentos universitarios, sino en instituciones y organizaciones, pol¨ªticas o c¨ªvicas, situadas en el nivel local, estatal, transnacional o global. En este sentido, iniciativas internacionales han ido alumbrando declaraciones y c¨®digos ¨¦ticos mundiales, como el c¨®digo de N¨²remberg de 1946, referido a la experimentaci¨®n con humanos; la Declaraci¨®n de Helsinki de la Asociaci¨®n M¨¦dica Mundial, pronunciada por vez primera en 1964, o c¨®digos globales de ¨¦tica empresarial, como la Declaraci¨®n Interconfesional (1993), los Principios de la Caux Round Table (1994) o el Global Compact de las Naciones Unidas (1999), am¨¦n de los referidos al medio ambiente, como la Carta de la Tierra.
A comienzos del tercer milenio, las ¨¦ticas aplicadas constituyen una forma de saber y actuar indeclinable, precisamente porque no han nacido a requerimiento de una sola instancia, sino a demanda de la realidad social, de ciudadanos, pol¨ªticos, expertos y ¨¦ticos, y forman parte de esa misma realidad social, se han incorporado a ella de forma institucional tanto en los Estados nacionales como en las comunidades transnacionales y en el orden global. El sue?o hegeliano de incorporar la moral a las instituciones se va cumpliendo, al menos verbalmente.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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