Un cuarteto a¨²n desafinado

Rafael Calatayud tiene m¨¢s que demostrada su capacidad para dirigir esa clase de comedia agridulce donde el discurrir m¨¢s o menos pl¨¢cido de las situaciones graciosas va generando apuntes m¨¢s rotundos sobre algunas severas contradicciones de la humana conducta humana. En realidad, si no fuera algo exagerado, podr¨ªa decirse que es el director valenciano actual m¨¢s dotado para observar con una cierta mirada antropol¨®gica el material dram¨¢tico que se lleva entre manos para convertirlo en espect¨¢culo, por lo general sin timideces ni estridencias de vanguardia, pero siempre de una eficacia notable en esa especie de media distancia ir¨®nica que le mantiene alejado tanto de los velocistas como de los maratonianos.

En este montaje, que toma altura a medida que avanza, hay que decir que la direcci¨®n no siempre ha sabido todav¨ªa dar con el ritmo adecuado para acompasar esas cuatro escenas de vodevil de la era tecnol¨®gica (en realidad, una cr¨®nica ¨¢gil de encuentros y desencuentros, como pasa casi siempre en el teatro), unidas por un hilo sutil¨ªsimo que a veces corre el riesgo de perderse por exageraci¨®n de evidencias. La primera escena no es ya que tenga problemas graves de ritmo, es que no est¨¢ bien montada en lo que tiene que ver con la velocidad de lo que se cuenta ni con un exceso de estridencias que no parece la mejor manera de entrar en un montaje de dos horas. El texto, y las situaciones que lo informan, es ah¨ª lo bastante caliente como para permitirse enfriarlo un poco sin perder nada a cambio, al contrario. Hay ah¨ª un problema de registro.

Es en el segundo de los bloques donde se ve lo que el montaje puede dar de s¨ª, con el relato perfecto de una noche de hotel a cargo de dos parejas intercambiables, el tercero regresa en cierto modo al principio de la obra, para insistir en una situaci¨®n vinculada al vac¨ªo ritual de la conducta social, mientras que el ¨²ltimo, donde la telefon¨ªa inm¨®vil tiene el protagonismo, es un crescendo de equ¨ªvocos y desencuentros muy bien montado en su esqueleto primordial, aunque con algunos desajustes en la espiral de su desarrollo, que resume lo que el montaje deber¨ªa de ser desde el principio.

Por lo dem¨¢s, y a falta de algunos ajustes de cierta importancia, Cristina Fenollar hace de tontita ir¨®nica con mucha intenci¨®n y notables resultados, Mamen Garc¨ªa demuestra sus cualidades de actriz sin necesidad de hacer casi nada, aunque es mucho lo que hace, Toni Mis¨® sugiere que, as¨ª como Ronaldo no sabe jugar sin el bal¨®n, se muestra m¨¢s convincente cuando tiene un buen pasaje textual al que agarrarse, y ah¨ª puede ser espl¨¦ndido, mientras que Juli Cant¨® es Juli Cant¨®, un todo terreno de mucha seguridad en las curvas que nunca da sorpresas. Un montaje, en fin, que puede ser redondo, y de mucho m¨¦rito, si afina los instrumentos por donde respira la mucha vida esc¨¦nica que contiene.