Euskadi 2003
El pr¨®ximo a?o, el 25 de noviembre, se conmemora el centenario de la muerte de Sabino Arana Goiri, el fundador del Partido Nacionalista Vasco. Su figura fue objeto desde muy pronto de una sacralizaci¨®n visible tanto en las publicaciones de sus disc¨ªpulos y seguidores como en las peregrinaciones anuales a la tumba en el cementerio de Sukarrieta, si bien la evoluci¨®n pol¨ªtica del partido hizo que cada vez m¨¢s la invocaci¨®n de 'la pureza doctrinal' del legado del fundador se convirtiera en piedra arrojadiza contra los planteamientos autonomistas. Su prestigio, no obstante, permaneci¨® intacto. La fortuna cambi¨® a partir de la guerra civil, y sobre todo despu¨¦s de 1945. Un aspecto central de la doctrina sabiniana, el racismo, pasaba a resultar incompatible con las concepciones democr¨¢ticas dominantes en una Europa occidental reci¨¦n salida de la pesadilla nazi. Ante el nuevo panorama, el PNV mantuvo el culto a Sabino en su calidad de descubridor de la idea central de que 'Euzkadi es la patria de los vascos', con su retrato presidiendo los batzokis a modo de santo patr¨®n del chiquiteo abertzale. Por su parte, los reto?os de ETA, inspir¨¢ndose en el Vasconia de Krutwig, prefirieron distanciarse formalmente de tan arcaico personaje, al mismo tiempo que asentaban la discriminaci¨®n en la lengua y no en la raza, lo que en definitiva no alteraba mucho el censo de excluidos. De las ideas de Sabino Arana se ocuparon, nos ocupamos, los historiadores, con el objeto de buscar una explicaci¨®n simult¨¢nea de las caracter¨ªsticas del nacionalismo vasco originario y de la continuidad de las mismas en sus herederos pol¨ªticos. Y el resultado de las investigaciones no tuvo nada de arqueolog¨ªa pol¨ªtica.
La raz¨®n es que el sabinianismo, o el 'aranismo' como otros prefieren llamarle siguiendo a Krutwig, sigue vivo en ambas ramas de la comunidad nacionalista. Seg¨²n ocurre en tantos otros procesos ideol¨®gicos, un antecedente inc¨®modo resulta borrado de la superficie de la comunicaci¨®n, pero sus contenidos se mantienen vigentes. Sabino Arana hab¨ªa logrado una s¨ªntesis muy coherente de los mitos pol¨ªticos del fuerismo, pureza de sangre incluida, dando forma a un planteamiento maniqueo que habilitaba a los grupos aut¨®ctonos para expulsar los conflictos propios de la modernizaci¨®n al designar un chivo expiatorio sobre quien reca¨ªan todas las culpas. No invent¨® la xenofobia ni el racismo, s¨®lidamente asentados en la Vizcaya del Antiguo R¨¦gimen y ahora, a fines del siglo XIX, m¨¢s activos que nunca por los cambios demogr¨¢ficos de la industrializaci¨®n: les convirti¨® en una f¨®rmula pol¨ªtica de extrema sencillez. Vizcaya primero, Euzkadi luego, estaban en riesgo de desaparici¨®n por el contacto y la dependencia pol¨ªtica de un pueblo racialmente inferior y agente de degeneraci¨®n, los espa?oles. De ah¨ª la proposici¨®n capital: aqu¨ª Euzkadi, fuera Espa?a. Esa pretensi¨®n se apoyaba en el mito fuerista de la indemostrable 'libertad originaria', violada por Espa?a en 1839, al someter los fueros al ordenamiento constitucional. Entonces acab¨® la independencia que resulta necesario recuperar, por la violencia si es posible, o de acuerdo con el pragmatismo ignaciano, por cualquier otro medio. Para cerrar el c¨ªrculo, esa misi¨®n no es solamente pol¨ªtica, ya que Euzkadi se perd¨ªa para Dios al contacto con Espa?a. Era, pues, una causa sagrada y abarca un territorio asimismo cargado de sacralidad, por ser el espacio imaginario propio de un sujeto cuya identidad racial est¨¢ por encima de la historia, el pueblo vasco. El PNV era, m¨¢s que un partido, el instrumento para que fueran alcanzados los fines de una religi¨®n pol¨ªtica.
La vigencia de este pensamiento m¨ªtico constituye la base de la propuesta puertorrique?a de Ibarretxe y en particular de su intenci¨®n declarada de llevarla adelante por encima de todos los 'vetos', l¨¦ase oposiciones pol¨ªticas y obst¨¢culos derivados del Estatuto y de la Constituci¨®n. Cuando declara respetar el Estatuto, es sin duda por ejercer su magistratura en funci¨®n del mismo, no porque la pretensi¨®n de articular un poder constituyente vasco tenga cabida en su esp¨ªritu o en su letra. El ¨®rdago s¨®lo se justifica, en los t¨¦rminos de su discurso del 27 de septiembre, al existir un personaje suprahist¨®rico en una y otra vertiente de los Pirineos, de Bayona a Laguardia, de Maule¨®n en Soule a las Encartaciones en Vizcaya, 'el Pueblo Vasco' con may¨²sculas, el cual, a pesar de que nunca constituy¨® una unidad pol¨ªtica ni es hoy homog¨¦neo pol¨ªticamente y menos nacionalista, posee 'identidad propia en el conjunto de los Pueblos de Europa', y es depositario de un 'patrimonio hist¨®rico, social y cultural singular'. Y de esta mentira podrida en el plano pol¨ªtico Ibarretxe deduce un derecho ilimitado de autodeterminaci¨®n.
A la identidad nacional, y al sentimiento de pertenencia consiguiente a la unidad vasca as¨ª constituida a partir del mito no se le pueden poner puertas: 'Va m¨¢s all¨¢ de normas jur¨ªdicas o de fronteras pol¨ªticas', 'ni se pueden prohibir por decreto, ley o constituci¨®n (con min¨²scula) alguna'. De ah¨ª que todas las violaciones legales est¨¦n permitidas para la puesta en pr¨¢ctica de un proyecto que no toma como base a los ciudadanos realmente existentes, nacionalistas y no nacionalistas en su conjunto, sino al famoso 'Pueblo Vasco' sabiniano, entidad 'milenaria' (lo que siempre se dice cu¨¢ndo falta la base documental) y que 'forma parte de Europa desde los albores de la historia' (sic). El peque?o dato de que de manera mucho m¨¢s concreta forma parte de Espa?a y de Francia desde hace muchos siglos resulta l¨®gicamente olvidado por Ibarretxe, porque lo importante para nuestro buen sabiniano es que el pueblo vasco es portador de una 'soberan¨ªa originaria' que puede actualizar cuando lo desee, o dicho en plata, en la forma, tiempo y modo, y con el contenido que fije el portavoz autodesignado de la creencia m¨ªtico-religiosa: el Gobierno nacionalista. Ante tan sagrada finalidad, nada importa que salten por los aires las instituciones y el propio Estado democr¨¢tico, ni que haya que integrar como parte sustancial del plan a los partidarios del crimen pol¨ªtico, vascos aut¨¦nticos al fin, marginando a m¨¢s de la mitad de los ciudadanos de Euskadi. La meta fijada por Sabino Arana ha de ser alcanzada por encima de todo.
Ahora bien, si las bases hist¨®ricas del plan Ibarretxe tienen un rigor parecido al de un tebeo de Asterix con ropaje fuerista, el citado pragmatismo ignaciano hace aconsejable vestir de seda a la mona y hacerla presentable. Para los electores a manipular, porque el enga?o del Estado Libre Asociado se vende mucho mejor que la independencia, a pesar de que Arzalluz y los abertzales de Altube destapen de inmediato el tarro. Para la opini¨®n p¨²blica espa?ola, porque eso es 'federalismo asim¨¦trico', no separatismo. Y sobre todo para poner un pie en Europa a partir de esa cosoberan¨ªa a la que se llega desde un ejercicio pleno de soberan¨ªa euzkadiana sin admitir 'veto' alguno y arrancando de asumir unilateralmente competencias cuyo coste se descontar¨¢ del cupo tambi¨¦n por s¨ª y ante s¨ª. El men¨² pol¨ªtico fijado por Ibarretxe para el falso Puerto Rico tiene la virtud de ser claro: autogobierno pol¨ªtico pleno, poder judicial exclusivamente vasco, competencia exclusiva en cultura, lengua y educaci¨®n, y selecciones propias (es decir, ruptura simb¨®lica total con Espa?a), ¨¢mbito sociolaboral propio, am¨¦n de la soberan¨ªa fiscal ya lograda. Y sobre todo, presencia directa en Europa, para que el siguiente paso pol¨ªtico, si tal puede llam¨¢rsele, carezca del menor riesgo. Luego llegar¨¢ el tiempo del irredentismo, porque el acuerdo tampoco podr¨ªa detener al 'Pueblo Vasco' en marcha: la proyecci¨®n del plan sobre Navarra y sobre el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s no ofrece espacio para la duda. No parar¨¢ hasta conseguir el '?zazpiak bat!', la unidad de las siete provincias vascas, lema que decora la vistosa camiseta de Joseba Egibar en una reciente fotograf¨ªa.
La opci¨®n no se da, pues, en t¨¦rminos de aspiraciones nacionales de los vascos frente a rigidez centralista, sino de independentismo y l¨®gica de exclusi¨®n definidas como lo hiciera Sabino Arana frente a orden democr¨¢tico. Resultar¨ªa perfectamente l¨ªcito que un partido nacionalista pusiera en marcha un proceso de secesi¨®n, siempre que su espacio pol¨ªtico no viviera bajo el imperio del terror y se ajustara a la cadena de reformas estatutarias y constitucionales para alcanzar el ejercicio de una autodeterminaci¨®n hoy del todo ilegal. Constituye en cambio una grav¨ªsima responsabilidad pol¨ªtica, ante todo ignorar las posiciones pol¨ªticas de esos ciudadanos vascos en las encuestas que Ibarretxe cita cu¨¢ndo le conviene, as¨ª como el enorme precio que todos podemos pagar por una desestabilizaci¨®n de la democracia en Espa?a y en Euskadi. Ibarretxe, cerril en sus determinaciones y en su ignorancia deliberada de la historia vasca, va a intentarlo con la colaboraci¨®n adem¨¢s del sector nacionalista vinculado al terror, jugando adem¨¢s de forma descarada con el enga?o. El riesgo, tanto para Euskadi como para el conjunto de Espa?a, se nos antoja excesivo.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense.
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