El di¨¢logo del sordo
La manifestaci¨®n del pasado s¨¢bado en San Sebasti¨¢n en defensa de la Constituci¨®n y el Estatuto reuni¨® a decenas de miles de vascos que aceptan y amparan el pluralismo de su comunidad como un hecho a la vez irreversible y enriquecedor; s¨®lo quienes toman falsamente la parte emocional e ideol¨®gica de sus creencias por el todo pol¨ªtico y social del Pa¨ªs Vasco -una sin¨¦cdoque hist¨®ricamente indefendible- aspiran a transformar una opci¨®n leg¨ªtima en s¨ª misma como el nacionalismo en dogma obligatorio. Pese a la violencia selectivamente desatada por ETA contra los vascos sin adscripci¨®n nacionalista, a fin de provocar el desistimiento electoral de los partidos constitucionalistas y de condenar al silencio a los profesores, empresarios, escritores, sindicalistas, periodistas o simples ciudadanos discrepantes, las urnas vienen registrando una y otra vez, con la terca monoton¨ªa de los hechos obstinados, que casi la mitad de la poblaci¨®n del Pa¨ªs Vasco (la mayor¨ªa en ?lava) es ajena a la ideolog¨ªa nacionalista.
Adem¨¢s de confirmar esa indiscutible evidencia, los manifestantes donostiarras del pasado s¨¢bado expresaron en las calles su triple sentimiento de pertenencia vasca, espa?ola y europea mediante las banderas que simbolizan esos ¨¢mbitos territoriales armonizables pol¨ªtica y emocionalmente. Los nacionalistas que meten a los dem¨®cratas vascos titulares de esas tres identidades compartidas en un mismo saco con el espa?olismo franquista no s¨®lo cometen una despreciable vileza sino que adem¨¢s ofrecen a los terroristas otro pretexto para sus cr¨ªmenes: en realidad, el objeto simb¨®lico de ese insultante rechazo no es la bandera bicolor patrimonializada por la dictadura durante cuatro d¨¦cadas sino la bandera constitucional (al igual que lo fue la bandera tricolor durante la etapa republicana). Cuando I?aki Anasagasti bromea con su habitual patoser¨ªa sobre la a?oranza de los vascos sin adscripci¨®n nacionalista por la Espa?a una, grande y libre de la ret¨®rica falangista no hace sino proyectar sobre sus adversarios el ensue?o nacionalista de la Euskal Herria una, grande y libre (la agregaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, Navarra y los tres territorios vasco-franceses dentro de un Estado independiente) del programa m¨¢ximo tanto de ETA como del PNV.
El Pacto Pol¨ªtico de libre asociaci¨®n y soberan¨ªa compartida del Pa¨ªs Vasco con Espa?a lanzado por Ibarretxe el pasado mes es una nueva etapa en ese camino: atr¨¢s quedar¨ªa el Estatuto y por delante -aparcada hasta la pr¨®xima generaci¨®n- la anexi¨®n de Navarra y de los territorios transpirenaicos. La ronda de conversaciones reci¨¦n abierta por el lehendakari en Vitoria para discutir ese Pacto Pol¨ªtico no logra tapar el prop¨®sito de imponer el proyecto nacionalista a la mitad de la ciudadan¨ªa vasca disconforme con tales planteamientos. La imagen adecuada para describir el clima de las reuniones de Ibarretxe con sus interlocutores (sean los socialistas o los representantes de la patronal vasca) no es la met¨¢fora del di¨¢logo entre sordos incapaces de entenderse por deficiencias auditivas: el lehendakari ser¨ªa mas bien el sordo que promueve encuentros con personas dotadas de excelente o¨ªdo para exponerles infatigablemente sus argumentos mientras finge cortesmente atender sus razones sin escucharles.
La apacible reuni¨®n -anteayer- de Ibarretxe con Otegi no s¨®lo infringi¨® su compromiso de marginar a Batasuna de cualquier contacto oficial mientras no rompiese con la banda terrorista: la escena del sof¨¢ protagonizada por el presidente de la Comunidad Aut¨®noma Vasca - representante del Estado en su ¨¢mbito- con el portavoz de una organizaci¨®n acusada de pertenencia a banda armada y suspendida de forma cautelar por la jurisdicci¨®n penal parece tomada de una pieza del teatro del absurdo. Las tres horas largas de esa asombrosa entrevista dan fundamento para suponer que el lehendakari aspira a conseguir, si no la adhesi¨®n formal al Pacto Pol¨ªtico del brazo electoral de ETA, al menos su neutralidad o su no beligerancia pr¨¢ctica. De esta forma, Ibarretxe podr¨ªa aprovechar la alardeada equidistancia del PNV entre los vascos sin adscripci¨®n nacionalista (cerca del 50% de la poblaci¨®n) y los votantes de Batasuna (el 10% en los ¨²ltimos comicios auton¨®micos) como coartada para imponer su Pacto Pol¨ªtico a unos y otros como laudo obligatorio de forzoso cumplimiento.
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