Calendario

Subida a una silla y estirando el cuello, pod¨ªa ver el mar desde el tendedero. Me hubiera gustado escucharlo, sobre todo por las noches, pero estaba demasiado lejos. Desde mi piso alquilado en lo m¨¢s alto de la calle s¨®lo se o¨ªa el aire, a todas horas, agujereando el silencio como el aliento de una boca agitada. En alguna noche de temporal me dio por acordarme de Stromboli, aquella de Ingrid Bergman en una isla, con el marido pescador y el volc¨¢n. Me dio por querer morirme. Diciembre y enero pasaron despacio, h¨²medos, en blanco y negro. ?l viajaba mucho, y cuando volv¨ªa se quejaba de su jefe, de su sueldo, del piso sin calefacci¨®n y a medio amueblar en el que me encontraba p¨¢lida y encogida, leyendo junto a un mont¨®n de ropa sin planchar. Febrero vino con sol y carnavales. Pint¨¦ de amarillo las habitaciones m¨¢s fr¨ªas de la casa y empec¨¦ a estudiar. Por las ma?anas hac¨ªa la limpieza con la radio puesta o recitando mis apuntes. En marzo, ¨¦l segu¨ªa volviendo a m¨ª con sus quejas del trabajo y con sus manos que me buscaban grandes y tibias bajo las s¨¢banas. En abril, por mi cumplea?os, tom¨¦ la decisi¨®n de no abortar.