Aliento m¨ªstico

Un cuarto de siglo atr¨¢s, en 1977, la iglesia segoviana de San Juan de los Caballeros fue testigo de la eclosi¨®n art¨ªstica de Amancio Prada, que entregaba su recreaci¨®n musicada del C¨¢ntico espiritual. Prada ha revisado ahora aquellas partituras agreg¨¢ndoles otros cinco poemas de San Juan de la Cruz bajo el t¨ªtulo de Canciones del alma, y este nuevo trabajo corrobora la magn¨ªfica simbiosis entre el verbo ardoroso del m¨ªstico y el canto arrebatado del trovador.

Un escenario casi en penumbra, con los atriles iluminados por cirios rojizos, acogieron el estreno de esta segunda monograf¨ªa en torno al poeta de Fontiveros. No es ¨¦ste, ni de lejos, el material m¨¢s accesible del cantor berciano, que ha modelado los nueve movimientos del C¨¢ntico con una musicalidad densa, profunda y poco cantabile. Pero el fervor ensimismado del material po¨¦tico exig¨ªa, a buen seguro, este tratamiento recogido.

Pidi¨® Prada que los aplausos no interrumpieran la sucesi¨®n de poemas, ensalzados por el intenso trabajo de las dos violonchelistas y la participaci¨®n de la Escolan¨ªa segoviana. Aun en su complejidad, el C¨¢ntico adelanta ya algunas constantes en el universo arm¨®nico del autor (como ese permanente tr¨¢nsito entre modos menores y mayores) e incluye pasajes de emoci¨®n creciente: Ay, qui¨¦n podr¨¢ sanarme o Goc¨¦monos, amado, entre otros. El p¨²blico premi¨® con una ovaci¨®n prolongada este ejercicio de contenci¨®n y se entreg¨® al alborozo con las obras fuera de programa: Libre te quiero, Adi¨®s, r¨ªos, adi¨®s, fontes (nadie ha comprendido as¨ª a Rosal¨ªa) o un estremecedor El enamorado de la muerte.