Cabar¨¦ refinado

En ese bis (casi) institucionalizado, que el p¨²blico solicita (casi) por costumbre y el artista concede (casi) por obligaci¨®n, Ute Lemper regal¨® su mejor interpretaci¨®n de la noche: Les feuilles mortes, con ella sentada sobre el piano, que present¨® como canci¨®n de cuna y finaliz¨® con su rostro iluminado p¨¢lidamente y unas notas que sonaban a cajita de m¨²sica.

Empez¨® con Piazzolla: Buenos Aires. Ciudad que vive tiempos oscuros en un mundo confuso. No fue la Lemper de Ich bin die fesche Lola. Ahora ha grabado un disco que la presenta como compositora. Y sus canciones suenan m¨¢s a Broadway que a ese cabar¨¦ opaco que ella dibuja con trazo elegante en nuestra imaginaci¨®n.

S¨®lo cuando canta al Jacques Brel de la desoladora Ne me quitte pas, a Bertol Brecht y Kurt Weill en una el¨¦ctrica Moon of Alabama, despierta su fuerza dram¨¢tica. Se enfunda sombrero y abrigo negro sobre el vestido rojo y silba la melod¨ªa de Mackie. No la canta: la esboza, la descoloca, la arroja. Para quien se haya quedado con ganas de m¨¢s, un DVD: The Thousand and One Lives of Ute Lemper.