El jinete p¨¢lido no perdona
Deuda de sangre fue sacada de una novela, pero esta procedencia es casi irreconocible en la pantalla. Es m¨¢s que probable que Clint Eastwood empujase a quienes escribieron la adaptaci¨®n al cine del relato literario a introducir en ¨¦l severas variaciones destinadas a convertirlo en territorio propio, en cantera de la materia de los sue?os y las obsesiones que pueblan su cine. Porque las pel¨ªculas de Eastwood siempre dan vueltas alrededor de un eje medular atravesado por tercas reiteraciones de forma y de met¨¢fora.
Y volvemos en Deuda de sangre a emprender un viaje, lleno de des¨®rdenes interiores, por el itinerario de un proceso ag¨®nico, un recorrido febril pero con zonas de calma destinadas a ganar el sentido del v¨¦rtigo que necesita para llegar al fondo de un verdadero recorrido sin vuelta atr¨¢s, herido por la melancol¨ªa. Porque vuelve a moverse dentro de la piel de Eastwood, bajo su aspecto de jinete p¨¢lido e invulnerable, un hombre viejo y roto por la vida, cansado pero que no sabe detenerse a descansar. Y vuelve a moverse la fatalidad que gobierna los actos del genial fantoche zurrado y tr¨¢gico que Eastwood ha elaborado gesto a gesto, quietud a quietud y silencio a silencio durante d¨¦cadas, y que culmina en el m¨ªsero y gallardo portero pistolero Will Munny de Sin perd¨®n.
DEUDA DE SANGRE
Director: Clint Eastwood. Int¨¦rpretes: Clint Eastwood, Jeff Daniels, Wanda De Jesus, Tina Lifford, Anjelica Huston, Dylan Walsh. G¨¦nero: 'thriller', EE UU, 2002. Duraci¨®n: 108 minutos.
Todo conduce en Deuda de sangre a una r¨¦plica del desenlace de Sin perd¨®n. En ella, el viejo asesino cazador de asesinos sigue sin saber perdonar, porque la palabra 'perd¨®n' es blasfema en el idioma de su lac¨®nico aparato expresivo. Por ello deben verse hasta el fondo las im¨¢genes on¨ªricas de su muerte so?ada y a tiros; el r¨ªo de peligro que arrastra a su espalda este hombre; la larga e intensa escena en que el viejo justicieron descubre que el tipo a quien persigue es quien ha llamado a una ambulancia para meter en ella viva a la muchacha agredida; la ensalada de plomo que el viejo polic¨ªa y su colega negra vierten en el coche del perseguido; la hondura del leve reposo del polic¨ªa agotado y sentado con su amiga en el borde de una acera.
Son ¨¦stos, entre muchos m¨¢s, instantes de elevaci¨®n que conviven en Deuda de sangre con arritmias y vulgaridades. De nuevo, dentro de una pel¨ªcula de Eastwood vemos convivir el genio y la torpeza. Pero aqu¨¦l tiene algo envolvente que neutraliza a ¨¦sta, y aunque Deuda de sangre como conjunto padece graves altibajos, es una pel¨ªcula que sobrevive a sus deficiencias y vuelve, pese a sus errores, a ser cine gallardo, otro canto de este gran cineasta al orgullo y al esfuerzo.
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