Los Gobiernos socialistas y el Pa¨ªs Vasco
El autor, veterano dirigente del socialismo en Euskadi, reflexiona sobre el papel que ha desempe?ado en la historia reciente la pol¨ªtica de coalici¨®n con el nacionalismo democr¨¢tico.
Creo que constituye un dato objetivo de la actual realidad pol¨ªtica que el 'asunto vasco' se le ha escapado de las manos al Gobierno de Espa?a. Al menos, se ha generalizado una opini¨®n que coincide en afirmar que la situaci¨®n est¨¢ peor que nunca. Las tentaciones, en buena medida innatas, a 'irse al monte' del nacionalismo vasco se han desatado. Los que los conocemos de largo sab¨ªamos que esto pod¨ªa ocurrir y que s¨®lo la pol¨ªtica pod¨ªa llegar a evitarlo. No se ha logrado porque no existe mayor estupidez que empujar a alguien hacia donde quiere ir. Se me dir¨¢ que desde los principios democr¨¢ticos la responsabilidad exclusiva de lo ocurrido la tiene el PNV y puedo estar de acuerdo. Pero la responsabilidad de evitarlo, al menos de intentarlo, es de quien gobierna Espa?a, entre otras razones por el efecto arrastre que tiene en otros lugares todo lo que se plantea en el Pa¨ªs Vasco.
Planteamos la unidad democr¨¢tica, la necesidad de atraer al PNV hacia nuestras posiciones
Con el Gobierno del PP se ha complicado el escenario vasco de forma harto peligrosa
Uno de los problemas que plantea un nacionalismo como el vasco radica en que cambia de proyecto pol¨ªtico de la noche a la ma?ana, sin necesidad tan siquiera de consultar a sus militantes. No hacen congresos. Los acuerdos se vuelven dif¨ªciles, entre otras cosas, porque el proyecto es variable, no tiene estabilidad (fueros, pacto con la corona, estatuto de autonom¨ªa, independencia, autodeterminaci¨®n, Estado libre asociado). Se?alar¨¦, sin embargo, que el reto de incorporar el nacionalismo vasco al proyecto de la Espa?a democr¨¢tica estaba planteado con este nacionalismo, no con otro.
Es un nacionalismo que se queda fuera del pacto de San Sebasti¨¢n e inicia su primer viaje a Estella pactando con los enemigos de la Rep¨²blica. Se sit¨²a tambi¨¦n al margen de la Constituci¨®n de 1978, la primera que reconoce la existencia de derechos hist¨®ricos del pueblo vasco y deroga las leyes abolicionistas de 1839 y 1876, aunque se beneficia de su vigencia con el Estatuto de Gernika, que, en palabras del propio Arzalluz, constituye 'un logro hist¨®rico mayor que el de 1936'. Despu¨¦s, abandona el Parlamento espa?ol en 1980, el a?o de mayor azote terrorista, y todav¨ªa no sabemos muy bien por qu¨¦. Se niega a colaborar plena y lealmente en la lucha contra el terrorismo hasta 1986. Es ¨¦ste el nacionalismo que, sin embargo, vive despu¨¦s con plenitud la etapa de los gobiernos de coalici¨®n, aceptando la Constituci¨®n y el Estatuto como ¨¢mbito de actuaci¨®n; firma los pactos antiterroristas de Madrid y Ajuria Enea, y tambi¨¦n efect¨²a la declaraci¨®n del Teatro Arriaga apostando por la Espa?a democr¨¢tica y la v¨ªa estatutaria, ('con la independencia acabar¨ªamos plantando berzas', Arzalluz). A?os m¨¢s tarde, roto el pacto de Ajuria-Enea, y ya fuera del Gobierno los socialistas, se van a Lizarra legitimando los objetivos de ETA. Y ahora, despu¨¦s de revalidar su victoria en las elecciones auton¨®micas, Ibarretxe nos propone un nuevo estatus de naci¨®n libre asociada. Es, por tanto, un nacionalismo cambiante y d¨ªscolo en su proyecto, aunque es de justicia recordar que estuvo del lado de la democracia en 1936 y nunca ha defendido la utilizaci¨®n de la violencia.
En octubre de 1982, ¨¦ste fue el nacionalismo que ten¨ªamos enfrente. Eran viejos conocidos, no en vano participamos durante 40 a?os en el Gobierno vasco en el exilio. Sin embargo, la moderaci¨®n y el pragmatismo de la vieja guardia hist¨®rica, de hombres de la talla de Ajuriaguerra, Irujo, Julio J¨¢uregui, Leizaola, Lasarte, Retolaza, fue desbordada por los m¨¢s j¨®venes Garaicoetxea y Arzalluz, a la hora de dar el apoyo a la Constituci¨®n de 1978 o neg¨¢rselo, como finalmente decidieron.
Ante una situaci¨®n tan compleja, el partido socialista realiz¨® un dise?o estrat¨¦gico en diferentes direcciones que dio sus frutos con el transcurso del tiempo. En primer lugar, se trataba de buscar la eficacia en la lucha contra el terrorismo, lo que conllevaba alcanzar una verdadera colaboraci¨®n de Francia, muy tenue en aquel momento. En este ¨¢mbito tambi¨¦n nos planteamos la unidad democr¨¢tica, la necesidad de atraer al PNV hacia nuestras posiciones para constituir un frente democr¨¢tico de todos los partidos y actuar conjuntamente contra ETA. En tercer t¨¦rmino, se hacia necesaria la formaci¨®n de gobiernos que no fueran exclusivamente nacionalistas, a los efectos de evitar imposiciones excluyentes y poder plantear pol¨ªticas de integraci¨®n en la construcci¨®n de la comunidad aut¨®noma. Finalmente, se trataba de reforzar nuestro poder municipal. Que poblaciones importantes del Pa¨ªs Vasco tuvieran alcaldes socialistas era no solamente garant¨ªa de una pol¨ªtica de progreso para estos municipios, sino tambi¨¦n para la unidad de Espa?a.
No creo pecar de inmodestia si afirmo que una de las caracter¨ªsticas que identificaron nuestra actuaci¨®n fue la tenacidad en defender un proyecto pol¨ªtico desde el convencimiento de que era el mejor para Euskadi, y que, en s¨ªntesis, reclamaba un gran acuerdo para el desarrollo del estatuto de autonom¨ªa, la construcci¨®n del futuro vasco sin exclusiones, la formaci¨®n de gobiernos de integraci¨®n, no frentistas, y la unidad democr¨¢tica para combatir juntos a quienes segu¨ªan utilizando la violencia terrorista. Los ciudadanos vascos nos concedieron alg¨²n cr¨¦dito por esta estrategia al otorgarnos el triunfo en las elecciones auton¨®micas de 1986. Dado el complejo escenario parlamentario resultante, no fue posible la formaci¨®n de un Gobierno presidido por un lehendakari socialista, pero aquellos resultados permitieron inaugurar la etapa de los gobiernos de coalici¨®n entre nacionalistas y socialistas. Pr¨¢cticamente, una d¨¦cada que, al menos desde mi perspectiva, valoro como la mejor de estos 25 a?os en lo que respecta a la historia del Pa¨ªs Vasco y creo que constituye un logro del PSOE en su conjunto, y de los gobiernos que presidi¨® Felipe Gonz¨¢lez.
Se abri¨® paso un periodo de distensi¨®n interna en Euskadi, en el que se regres¨® a la cordialidad entre nacionalistas democr¨¢ticos y socialistas, no ya solamente en el ¨¢mbito parlamentario, sino en los municipios vascos. Durante estos a?os se produjeron los grandes pactos antiterroristas, el Pacto de Madrid, que fue una concertaci¨®n de los partidos en el seno del Parlamento espa?ol para combatir la violencia terrorista, y el Pacto de Ajuria Enea, que tuvo una mayor amplitud porque debatimos todos los problemas de fondo del Pa¨ªs Vasco, alcanz¨¢ndose finalmente la unanimidad democr¨¢tica en la lucha contra ETA, tan a?orada y reclamada por el partido socialista. Acuerdos similares se alcanzaron tambi¨¦n en Navarra. La unidad democr¨¢tica supuso, adem¨¢s, el aislamiento pol¨ªtico de los apoyos de ETA, es decir, de su brazo pol¨ªtico, Herri Batasuna, en todo lo que era la vida institucional vasca, sobre todo en diputaciones y municipios, y dio tambi¨¦n lugar a una pol¨ªtica penitenciaria pactada entre los dos gobiernos y personalizada en sus efectos. Est¨¢bamos avanzando con claridad en la batalla contra ETA, combinando lo que fue una acci¨®n pol¨ªtica de atracci¨®n del PNV hac¨ªa nuestras posiciones con la colaboraci¨®n internacional, la eficacia policial y la unidad democr¨¢tica, al mismo tiempo que el Pacto de Ajuria Enea manten¨ªa abierto un camino hacia el final de la violencia. Adem¨¢s, ha de tenerse en cuenta que durante el periodo de gobierno socialista se produjo un amplio desarrollo de los elementos centrales del Estatuto de Gernika.
Como conclusi¨®n, entiendo que es de justicia reconocer que el partido socialista construy¨® un entramado que tuvo la virtud de delimitar el terreno de juego y las normas a aplicar. Durante esta etapa se mantuvo al PNV en el marco de la Constituci¨®n y el Estatuto. No tuvimos ning¨²n Lizarrra. Se formaron los gobiernos de m¨¢s amplia representaci¨®n que han existido en el Pa¨ªs Vasco, lo que constitu¨ªa la principal garant¨ªa para que el Ejecutivo vasco mantuviera su actuaci¨®n dentro de la Constituci¨®n y del Estatuto. Es decir, durante esta etapa, los problemas estuvieron -es verdad- latentes, pero controlados b¨¢sicamente, lo que no es poco ateni¨¦ndonos a la propia identidad nacionalista y a la complejidad de un escenario marcado por la persistencia terrorista.
Lo cierto, y f¨¢cilmente constatable, aunque posiblemente sea una coincidencia, es que con la salida de los socialistas del Gobierno vasco y la llegada de la derecha al Gobierno de Espa?a aquella etapa se quiebra; el PP no se esfuerza en sostener Ajuria Enea, dicho sea de manera suave, y el PNV consolida la ruptura con su viaje a Lizarra, que supuso, entre otros desastres, la confusi¨®n de los objetivos del nacionalismo democr¨¢tico con los de ETA y la formaci¨®n de un frente pol¨ªtico con la organizaci¨®n terrorista, en el que ¨¦sta ha marcado en todo momento la pauta de los acontecimientos. As¨ª las cosas, la situaci¨®n no ha hecho m¨¢s que empeorar. Se discute a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. El di¨¢logo personal, valiente y sincero ha sido enterrado. Al nacionalismo no le escatimo ni una brizna de responsabilidad por haber echado a perder el escenario de relativa estabilidad del que hab¨ªamos disfrutado en etapas anteriores con su ahora irredento soberanismo, pero tambi¨¦n constato que con el Gobierno del PP se ha complicado el escenario vasco de forma harto peligrosa, porque suprimir los problemas no significa resolverlos y combatir los excesos debe ir acompa?ado de una pol¨ªtica que sepa restaurar la red democr¨¢tica que permita terminar con el enemigo principal, que es ETA. En cualquier caso, ning¨²n diagn¨®stico sobre la situaci¨®n actual puede ignorar la dram¨¢tica situaci¨®n personal y familiar que viven los cargos p¨²blicos y militantes de PP y PSOE.
Como el horizonte inmediato no ofrece precisamente augurios esperanzadores, conf¨ªo sinceramente en que el PSOE vuelva a ganar las elecciones generales y podamos recuperar los cauces de di¨¢logo entre los dem¨®cratas, abriendo as¨ª paso a la posibilidad de renovar en todas las instancias amplios acuerdos que permitan situar de verdad como primer objetivo acabar de una vez por todas con la violencia y el terrorismo y hacer real ese anhelo colectivo de vivir en paz y libertad.
Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas es diputado por Vizcaya y miembro del Comit¨¦ Federal del PSOE.
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