Internet no jubila
El centro de d¨ªa para mayores Macarena, en Sevilla, ofrece un cibercaf¨¦ para sus usuarios
Amador Barroso Mart¨ªn se jubil¨® justo cuando la inform¨¢tica comenzaba a entrar en la banca. As¨ª que se perdi¨® la primera oleada cibern¨¦tica y, por supuesto, el maremoto que desat¨® Internet. Pero como Amador es de esos seres que se desaf¨ªan a diario con nuevos aprendizajes, nadie podr¨ªa adivinarlo cuando lo ve, a sus 76 a?os, navegar por la Red a la b¨²squeda del rastro de los dinosaurios en una revista sobre ciencia, como hac¨ªa el pasado martes en el centro de d¨ªa para mayores Macarena, en Sevilla, ante una de las pantallas del cibercaf¨¦. 'Las cosas que no he podido aprender de chico, trato de aprenderlas ahora', dice.
Es uno de los usuarios m¨¢s asiduos de los ordenadores instalados en el centro, gracias a un programa de colaboraci¨®n de la Consejer¨ªa de Asuntos Sociales con la Fundaci¨®n La Caixa, para facilitar el acceso a las nuevas tecnolog¨ªas de los mayores. Gracias al cibercaf¨¦, el primero que funciona en una residencia de d¨ªa en Andaluc¨ªa, Amador sacia muchas curiosidades cient¨ªficas, pero tambi¨¦n explota su lado pr¨¢ctico. Para sus ¨²ltimas vacaciones en Galicia, reserv¨® el alojamiento a trav¨¦s de Internet, adem¨¢s de obtener informaci¨®n tur¨ªstica. 'Antes de irme, ya me hab¨ªa recorrido toda Galicia', indica.
Lo ¨²nico que no le tienta es el chateo: 'No entro nunca porque me parece que pierdo el tiempo, mejor hago otra cosa'. Antes de moverse con pericia por la Red, Amador tuvo que superar sus lagunas inform¨¢ticas.
?l ha sido uno de los 1.300 alumnos de los talleres de inform¨¢tica que se imparten en el centro de d¨ªa Macarena desde 1998. De hecho, reanud¨® sus visitas gracias a esta actividad. 'Antes ven¨ªa poco por aqu¨ª porque no me gustaba el ambiente, hay mucho bullicio para leer la prensa y, adem¨¢s, hab¨ªa unas peleas tremendas para cogerla', recuerda. Lo cierto es que, a eso del mediod¨ªa, hay un barullo incansable que nace alrededor de las mesas donde se juegan numerosas partidas de domin¨®.
A Amador nunca le ha interesado el domin¨® ni las cartas. As¨ª que sus horas en el centro discurren entre las clases de pintura e inform¨¢tica, y por supuesto la Red. 'Pens¨¦ que habr¨ªa bofetadas para sentarse, pero no', dice. La acogida del cibercaf¨¦, que funciona desde el pasado mayo, ha sido 'plena', seg¨²n la trabajadora social del centro, Mar¨ªa del Carmen Garc¨ªa. La intenci¨®n es incluso ir m¨¢s all¨¢ y comenzar a formar a los alumnos m¨¢s avanzados para que sirvan de puente hacia los dem¨¢s.
Los niveles de los usuarios son muy desiguales. Junto a la pantalla de Amador, reluce el blanco de otro terminal encendido en el que un antiguo 'mec¨¢nico ajustador' brega con el teclado: 'No sab¨ªa nada de mecanograf¨ªa, y eso me est¨¢ retrasando'. Pero a ¨¦l no le interesa tanto el horizonte que abre Internet como la pulcritud de un procesador de textos para pasar a limpio sus poes¨ªas.
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