Vidocq: espejos, m¨¢scaras, rayos y... muerte (I)
PAR?S. A?O 1830. CORREN TIEMPOS TURBULENTOS. La segunda revoluci¨®n francesa est¨¢ en ciernes. El c¨¦lebre detective Eug¨¨ne Vidocq muere a manos de un enigm¨¢tico enmascarado apodado El Alquimista, mientras investigaba la muerte, acaecida en extra?as circunstancias, de tres magnates de la industria armament¨ªstica. ?tienne Boisset, un joven periodista, autoproclamado bi¨®grafo de Vidocq, aparece en escena dispuesto a esclarecer el misterio que rodea la muerte de su ilustre predecesor. Un comienzo folletinesco que augura aventuras y emoci¨®n a raudales. Y no defrauda, aunque la l¨®gica de la investigaci¨®n detectivesca quede supeditada a la est¨¦tica (es el primer filme rodado con una c¨¢mara digital de alta definici¨®n) y a una desbordada fantas¨ªa.
Nos referimos al filme franc¨¦s Vidocq (2001), de Pitof, galardonado con cinco premios, incluido el de mejor pel¨ªcula, en el festival de cine de Sitges 2001. El filme rinde tributo a Eug¨¨ne Fran?ois Vidocq (1775-1857), personaje real considerado el padre de la criminolog¨ªa moderna que fue el primer detective privado de Europa.
Ex convicto y escritor, Vidocq unific¨® los servicios de la polic¨ªa de Par¨ªs (la S?ret¨¦) de la que ser¨ªa nombrado jefe en 1811, cargo que ocup¨®, de manera intermitente, hasta 1843. Patent¨® un tipo de tinta indeleble e intent¨® fabricar un papel que evitase la falsificaci¨®n de moneda (aspectos ambos presentes, de refil¨®n, en el filme pues el Vidocq de la ficci¨®n es qu¨ªmico y, en el momento de su muerte, est¨¢ trabajando en nuevas f¨®rmulas para fabricar papel).
Un personaje, en suma, excesivo hecho a la medida de un orondo G¨¦rard Depardieu. Alguien que, para los escritores de la ¨¦poca, no pod¨ªa pasar desapercibido. Hugo, Balzac y hasta Poe se inspiraron en Vidocq para concebir a personajes de sus obras (Vautrin en Pap¨¢ Goriot, Dupin en Los cr¨ªmenes de la calle Morgue). Dos series francesas de televisi¨®n y una pel¨ªcula anterior (Esc¨¢ndalo en Par¨ªs, 1946) avalan tambi¨¦n su trayectoria.
Frente a este reputado investigador de lo criminal, hay una leyenda: 'El Alquimista ser¨ªa a la vez un asesino y un sabio. Para los habitantes del barrio todos los asesinatos no resueltos son obra de ¨¦l. Algunos dicen que no tiene rostro, otros que tiene mil caras. Los hay que afirman que su rostro es un espejo y que ese espejo absorbe las almas. Todo aquel que se refleja en su m¨¢scara pierde al instante su alma'. Un ser que se nutre de las almas de sus v¨ªctimas para no envejecer y que fabrica el vidrio de su m¨¢scara con la sangre de doncellas v¨ªrgenes. Y de por medio, tres acaudalados empresarios fulminados por un rayo.
La peineta y el rayo
Para Vidocq, 'uno es coincidencia; ?dos, un complot!'. Una peineta de oro, colocada en el forro de los sombreros de las v¨ªctimas, parece ser la causa de la atracci¨®n del rayo. Un pedazo de plata o de cobre, metales mejores conductores el¨¦ctricos que el oro, podr¨ªan haber sido m¨¢s efectivos (y a un coste menor). Claro que, entonces, ?c¨®mo se justifica la presencia de la actriz In¨¦s Sastre en el papel de prostituta de lujo?
La superficie terrestre (suelo) tiene una carga el¨¦ctrica superficial negativa. Esta carga est¨¢ inducida por el campo el¨¦ctrico existente entre la parte superior de la atm¨®sfera y la Tierra. La diferencia de potencial existente es de unos 400.000 voltios (s¨ª, han le¨ªdo bien), con un campo el¨¦ctrico de unos 100 V/m cerca del suelo.
Entonces, entre la cabeza y los pies de una persona de 1,70 metros de estatura debe existir una tensi¨®n de 170 voltios. Y la cosa ser¨¢ mucho peor para un p¨ªvot de baloncesto como Gasol. Aqu¨ª surge una cuesti¨®n: ?por qu¨¦ no nos electrocutamos? ?Para qu¨¦ esperar a que nos caiga encima un rayo? La respuesta es que no sufrimos ning¨²n da?o por esas tensiones porque el cuerpo humano es, en t¨¦rminos relativos, un buen conductor. Al estar en contacto con el suelo, el cuerpo extrae cierta carga negativa de la tierra y se encuentra al mismo potencial: no hay pues ning¨²n tipo de riesgo (la prueba es que continuamos aqu¨ª) al no existir una diferencia de potencial entre nuestra cabeza y los pies. Las superficies equipotenciales (lugares geom¨¦tricos donde el potencial es constante) que son planos paralelos a la superficie terrestre adoptan la forma de nuestro cuerpo o la de cualquier objeto saliente conectado a tierra. Continuar¨¢...
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