Camps-Mehta
No comparto el entusiasmo que ha despertado entre tantas personas la posibilidad de que Zubin Mehta dirija un d¨ªa la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Mehta es un excelente director, de gran renombre internacional, y su presencia dar¨ªa una indudable categor¨ªa a nuestra orquesta, a la que se le abrir¨ªan todas las puertas de las salas de conciertos. En este sentido, uno no puede por menos que alabar el criterio de Francisco Camps, un gran aficionado a la m¨²sica. Ahora bien, no estoy seguro que colocar a Mehta al frente de la Orquesta de la Comunidad sea una de nuestras necesidades m¨¢s urgentes.
Camps afirma que el director ser¨ªa un estupendo embajador para la Comunidad Valenciana. Sin duda alguna, desempe?ar¨ªa muy bien este papel. Mehta es un hombre de mundo, culto, con un enorme reconocimiento p¨²blico. Puestos a elegir entre Julio Iglesias, nuestro anterior representante, y el candidato de Camps, siempre me inclinar¨¦ por este ¨²ltimo, que me parece m¨¢s distinguido. Otro asunto es que los valencianos necesitemos un embajador.
Si en lugar de contratar a un m¨²sico como Zubin Mehta, Francisco Camps hubiera comprometido, pongo por caso, al director del FBI, la cosa ser¨ªa bien distinta. Ante una persona de esas caracter¨ªsticas, yo no le pondr¨ªa a la operaci¨®n ning¨²n reparo. Es m¨¢s, la aplaudir¨ªa de inmediato, y me descubrir¨ªa ante los reflejos del candidato del Partido Popular que habr¨ªa demostrado ser un hombre de talento pol¨ªtico, dotado con el don de la oportunidad. Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que el problema m¨¢s apremiante de la Comunidad Valenciana es, deudas aparte, la delincuencia y no la m¨²sica. Sabemos que la m¨²sica amansa las fieras, pero ignoramos sus efectos sobre los malhechores. En estos momentos, una orquesta de polic¨ªas, bien dirigida, nos es m¨¢s necesaria que una sinf¨®nica, aunque a su frente est¨¦ un maestro tan extraordinario como Zubin Mehta. Lo ideal, desde luego, ser¨ªa disponer de ambas pero, mientras los presupuestos no den para m¨¢s, conviene establecer alguna preferencia.
Uno comprende que a Francisco Camps le resulte enojoso ocuparse de la delincuencia, cuando su pasi¨®n ser¨ªa consagrarse al fomento de la m¨²sica. ?Qu¨¦ le vamos a hacer? La pol¨ªtica tiene estos inconvenientes. Es una fatalidad pasarnos siete a?os anunciando la primac¨ªa de la Comunidad en cualquier negocio que emprend¨ªamos -por descabellado que fuera-, para descubrir, a las puertas de las elecciones, que ¨²nicamente lideramos las estad¨ªsticas de delitos. El papel no ha sido brillante y Camps debe ahora convencernos de lo contrario. ?Le servir¨¢ Mehta para ello?
Una ¨²ltima objeci¨®n le har¨¦ ahora al candidato: esta contrataci¨®n a la que se ha comprometido, nos devuelve a la pol¨ªtica cultural de grandes gestos. Sinceramente, despu¨¦s de siete a?os, uno est¨¢ ya ah¨ªto de pol¨ªticas culturales de grandes gestos. Quiz¨¢ no nos viniera mal, tras un periodo tan impresionante, una pol¨ªtica m¨¢s ordinaria. Por ejemplo, cuidar nuestro patrimonio, prestar atenci¨®n a nuestras bibliotecas... En fin, cosas corrientes, que suelen ser las que dan la felicidad a los gobernados. Y si al se?or Camps le encanta la m¨²sica, como parece, ah¨ª tiene aguardando una ley para dotarla de contenido y llevarla a la pr¨¢ctica. Trabajo, si alcanza la presidencia, no le ha de faltar.
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