"Somos l¨ªderes, y un l¨ªder debe tener la facultad de actuar"
El periodista Bob Woodward entrevista para su ¨²ltimo libro a George W. Bush, que habla sobre Irak y el papel de EE UU en el mundo
El presidente Bush ha trazado una visi¨®n extensa e incluso grandiosa del papel que Estados Unidos debe desempe?ar en la lucha contra el terrorismo y la tiran¨ªa, una concepci¨®n que sugiere la existencia de una tensi¨®n, en su mente -y las de sus colaboradores-, entre la necesidad de cooperaci¨®n internacional y la convicci¨®n de que, en ocasiones, este pa¨ªs va a tener que actuar en solitario.
"Nunca conseguiremos que todo el mundo est¨¦ de acuerdo sobre la fuerza y el uso de la fuerza", dijo en una entrevista. "Pero la acci¨®n -una acci¨®n segura y confiada, que produzca resultados positivos- proporciona una especie de estela tras la que se pueden colocar los pa¨ªses y dirigentes reacios para comprobar que se ha producido un paso positivo hacia la paz".
"Si hay un problema mundial, se espera que nos ocupemos nosotros. Es el precio del poder"
La primera Dama le ha pedido que suavice sus "bravuconer¨ªas" sobre el terrorismo
"S¨®lo puedo guiarme por mi instinto. Soy un producto de la ¨¦poca de Vietnam"
Tal vez sea la declaraci¨®n m¨¢s clara de Bush sobre la necesidad de acciones unilaterales de Estados Unidos como fuerza motriz del mundo. La entrevista se realiz¨® el 20 de agosto, antes de que el presidente adoptara una postura m¨¢s internacionalista en el enfrentamiento con Irak al buscar -y obtener- una resoluci¨®n de Naciones Unidas para arrebatar a Irak sus armas de destrucci¨®n masiva. En aquel momento, seg¨²n dijo, todav¨ªa no hab¨ªa decidido qu¨¦ medidas deb¨ªan tomarse contra dicho pa¨ªs.
"Cuando lleguemos a alguna conclusi¨®n sobre Irak", explic¨®, "puede que ataquemos o puede que no. Todav¨ªa no tengo ni idea. Pero el objetivo ser¨¢ hacer del mundo un lugar m¨¢s pac¨ªfico".
En las dos horas y media de entrevista en su rancho de Crawford (Tejas), Bush, vestido de manera informal con vaqueros, camisa de manga corta y botas, respondi¨® a diversas preguntas sobre la guerra contra el terrorismo, su estilo de gobernar y las lecciones aprendidas de la presidencia de su padre.
Al pensar en su propia personalidad, se calific¨® en varios momentos de "exaltado", "impaciente", alguien que "se mueve por instinto", a quien le gusta "provocar" a la gente que le rodea y hablar -quiz¨¢ demasiado- en las reuniones. Reconoci¨® que la primera dama, Laura Bush, le hab¨ªa dicho que suavizara la ret¨®rica de "bravuconer¨ªas" sobre el terrorismo. Y asegur¨® que ten¨ªa una idea clara de sus prioridades.
"En primer lugar", explic¨®, "un presidente tiene que ser el calcio de la columna vertebral. Si me debilito, todo el equipo se debilita. Si empiezo a dudar, le puedo asegurar que habr¨¢ muchas dudas".
Sin embargo, lo que m¨¢s parece reflejar un giro en su modo de pensar desde que el mundo y su presidencia se vieron transformados por los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2000 es su visi¨®n del papel internacional que, a su juicio, debe desempe?ar Estados Unidos.
"A estas alturas de la historia, si hay un problema mundial, se cuenta con que nos ocupemos nosotros de ¨¦l", dijo el presidente. "Es el precio del poder. Es el precio de la posici¨®n que ocupa Estados Unidos. Y lo haremos".
Los problemas que, seg¨²n Bush, debe abordar Estados Unidos, no son s¨®lo estrat¨¦gicos, sino tambi¨¦n humanitarios.
"A ver si puedo explicarlo", prosigui¨®. "Se trata de que, en ciertos aspectos, una persona que se preocupa por liberar un pa¨ªs y, al mismo tiempo, librar una guerra, es alguien que entiende que tenemos que ocuparnos del sufrimiento".
Por eso, dijo Bush, fue por lo que presion¨® al general Richard Myers, jefe del Estado Mayor, para que llevara ayuda humanitaria a Afganist¨¢n antes de comenzar la campa?a de bombardeos.
"Me preocupaba que ¨¦sta era una guerra religiosa y que Estados Unidos iba a ser el vencedor. Yo quer¨ªa que nos consideraran los libertadores". Los intereses humanitarios, dijo, tambi¨¦n influyeron en la necesidad de enfrentarse a Irak y Corea del Norte.
"Est¨¢ claro que un cambio de r¨¦gimen en Irak, si seguimos adelante, tendr¨¢ repercusiones estrat¨¦gicas. Pero hay algo m¨¢s profundo, por lo que a m¨ª respecta: el inmenso sufrimiento. O en Corea del Norte. Hablemos de Corea del Norte. Aborrezco a Kim Jong Il. Este tipo me produce una reacci¨®n visceral, porque est¨¢ matando de hambre a su pueblo".
En opini¨®n de Bush, Kim supone para Estados Unidos la necesidad de tomar una decisi¨®n clara y evidente. "Me dicen que no debemos ir demasiado deprisa porque las repercusiones econ¨®micas para la gente ser¨¢n enormes si lo hacemos, si el individuo ese cayera. Qui¨¦n se iba a ocupar... No me lo creo. O uno cree en la libertad y se preocupa por la condici¨®n humana, o no. No s¨¦ si esto le explica algo mi forma de pensar".
Luego desarroll¨® un poco m¨¢s su explicaci¨®n y dijo que, en la base de su pol¨ªtica exterior, "se encuentra un sistema de valores innegociable, el de los valores que m¨¢s apreciamos. Y si los valores son beneficiosos para nuestra gente, tienen que serlo para otros pueblos; no es que haya que imponerlos porque son valores de origen divino. No son una creaci¨®n de Estados Unidos. Son los valores de la libertad, y la condici¨®n humana, y el amor de las madres por sus hijos".
Ahora bien, limitarse a proclamar esos valores no basta. "No pueden solucionarse los problemas con meras palabras", asegur¨® Bush. "Estados Unidos est¨¢ ahora en una posici¨®n extraordinaria. Somos los l¨ªderes. Y un l¨ªder debe tener la facultad de escuchar a los dem¨¢s y la de actuar".
Todo ¨¦xito que Estados Unidos logre por su cuenta, sugiri¨® Bush, fortalecer¨¢ su capacidad de construir una coalici¨®n internacional; desech¨® las acusaciones de que el Gobierno estadounidense act¨²a de forma unilateral.
"Si alguien quiere decir algo desagradable sobre nosotros, exclama: 'Bush es un unilateralista. Estados Unidos es unilateral'. Me parece muy divertido".
Aunque Bush afirm¨® que un presidente tiene que afrontar miles de decisiones t¨¢cticas y combates diarios, considera que sus responsabilidades son mucho m¨¢s amplias. "Mi trabajo consiste en estar por delante del momento. Creo que un presidente puede verse tan inmerso en una situaci¨®n que se vuelva incapaz de ser el pensador estrat¨¦gico que se supone que debe ser o, al menos, fomentar ese pensamiento estrat¨¦gico en otros. Y yo soy de esas personas que quieren asegurarse de que se han tenido en cuenta todos los riesgos".
Al dirigir la guerra contra el terrorismo, los colaboradores de Bush han dicho que est¨¢ obsesionado con los detalles de las t¨¢cticas y las dudas operativas. Pero Bush opina que su papel fundamental es el de buscar constantemente indicios de complacencia y vaguedad.
"S¨®lo puedo guiarme por mi instinto", dijo. "Soy un producto de la ¨¦poca de Vietnam. Hay una l¨ªnea muy estrecha entre dirigir al detalle una batalla y fijar la t¨¢ctica", por un lado, y "asegurarse de que no se pierda el sentido, no de urgencia, pero s¨ª de que hay que avanzar con decisi¨®n".
En los d¨ªas posteriores al 11 de septiembre, explic¨®, le preocupaba que Estados Unidos se hubiera ablandado. "Mi tarea consiste en hacer que la hoja siga afilada".
El mi¨¦rcoles 26 de septiembre, dos semanas despu¨¦s de los atentados, Bush sorprendi¨® a su gabinete de guerra -que estaba discutiendo cu¨¢ndo comenzar a bombardear los objetivos en Afganist¨¢n- al declarar: "?Alguien duda de que deber¨ªamos empezar este lunes o este martes?".
La consejera de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, y el secreario de Defensa, Donald H. Rumsfeld, le convencieron de que los planes estaban incompletos y los bombardeos ten¨ªan que esperar una semana. En la entrevista, Bush dijo que estaba azuzando deliberadamente a sus colaboradores.
"Uno de mis deberes es provocar", dijo. "En serio, obligar a la gente a tomar decisiones, asegurarme de que todo el mundo tenga claro hacia d¨®nde vamos. La situaci¨®n ten¨ªa cierto ritmo que estaba haciendo que empezara a sentirme un poco frustrado... Las cosas no estaban resolvi¨¦ndose tan deprisa como cre¨ªamos. Y yo intent¨¦ empujar las cosas sin poner en peligro la seguridad".
?Alguna vez explic¨® lo que estaba haciendo?
"Por supuesto que no", dijo. "Soy el comandante en jefe, no necesito explicar por qu¨¦ digo las cosas que digo. Es lo bueno de ser presidente. A lo mejor alguien tiene que explicarme por qu¨¦ ha dicho una cosa, pero yo no le debo una explicaci¨®n a nadie".
En la entrevista explic¨® tambi¨¦n, m¨¢s adelante, otra idea que tiene sobre su papel. "Supongo que he intentado estar siempre por delante. Un presidente tiene que hacerlo. Y la otra tarea que tengo es la de hacer preguntas; quiz¨¢s alguna de esas preguntas no merezca la pena, pero no me da miedo hacerlas. Es una de las cosas con las que ahora me siento muy a gusto. No hay pregunta tonta, ni por mi parte, ni por parte de ninguna otra persona del equipo".
Con toda esa seguridad en s¨ª mismo, declar¨® que quiere que sus colaboradores est¨¦n tan convencidos como ¨¦l de lo que hacen. "No quiero tener a mi alrededor a personas inseguras".
El presidente explic¨® que no espera que todos los miembros de su gabinete de guerra compartan la misma opini¨®n. "Estoy muy c¨®modo con ellos como seres humanos y como personas capaces de asumir sus responsabilidades. Por consiguiente, cuando me dan un consejo, me f¨ªo de su opini¨®n. A veces, las opiniones son distintas, y en ese caso mi trabajo consiste en desmenuzar los problemas y las situaciones y, con suerte, lograr poner de acuerdo a seis o siete personas inteligentes, cosa que facilita mi labor".
"En ocasiones", reconoci¨®, "hablo demasiado en las reuniones, me desahogo. Lo digo porque, a veces, no es una buena costumbre. Es muy importante crear un ambiente en el que a la gente le resulte f¨¢cil expresar sus opiniones".
Rice, que estuvo presente durante la entrevista, intervino para decir que, cuando Bush se va de la reuni¨®n, "nos quedamos discutiendo un poco".
"Y eso est¨¢ bien", a?adi¨® Bush. "Si todo el mundo tuviera la misma opini¨®n, los mismos prejuicios y las mismas convicciones, ser¨ªa un Gobierno muy aburrido. No podr¨ªa contar con los mejores consejos".
Sin embargo, dijo, los medios de comunicaci¨®n influyen siempre en la gente. "No leo las p¨¢ginas de opini¨®n. Toda esa agitaci¨®n, los expertos, los ex coroneles, no son m¨¢s que ruidos de fondo".
Pero comprende, dijo, que no todo el mundo puede desconectarse. "En el Consejo de Seguridad Nacional tenemos a unas personas muy s¨®lidas, que no se dejan influir por lo que dicen de ellas en la prensa".
Seg¨²n Bush, una lecci¨®n que aprendi¨® del mandato de su padre es c¨®mo organizar la Casa Blanca. Tiene establecido un sistema en el que cinco de sus colaboradores -Rice, la antigua directora de comunicaciones Karen Hughes, el asesor pol¨ªtico Karl Rove, el jefe de gabinete Andrew H. Card y el secretario de prensa, Ari Fleischer- pueden verle en cualquier momento. "Todo el poder no debe pasar por una persona en el Despacho Oval", afirm¨® en la entrevista.
Lo aprendi¨® al observar la presidencia de su padre, sobre todo durante los tres primeros a?os, en los que el jefe de gabinete, John Sununu, controlaba el acceso al presidente con tal mano de hierro que las malas noticias, muchas veces, no pod¨ªan llegarle.
Hacia el final de la entrevista, vino la mujer de Bush. ?l acababa de contar que, en una ocasi¨®n, ella le hab¨ªa dicho que, al hablar de los terroristas, necesitaba "no emplear una ret¨®rica tan agresiva ni decir que los iba a matar". En otras palabras, le inquietaba esta especie de bravuconer¨ªa del Oeste de Tejas.
"No me gustaba el 'los cogeremos vivos o muertos", explic¨® Laura Bush.
"?Por qu¨¦?", pregunt¨® el presidente. "Porque no", respondi¨® ella.
Por qu¨¦, insisti¨® el presidente.
"No me parec¨ªa atractivo, sinplemente", dijo ella. "Quiero decir... ya te lo he dicho, suaviza el tono, cari?o".
Bush reconoci¨® que no hab¨ªa suavizado el tono. As¨ª que, dijo Laura Bush, "de vez en cuando se lo tengo que recordar".
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