El esp¨ªritu de la s¨¢tira
La irrepetible generaci¨®n de escritores rusos en la que despuntan los nombres de Bor¨ªs Pilniak, Isaak B¨¢bel, Andr¨¦i Plat¨®nov, Anna Ajm¨¢tova, Osip Mandelshtam, Bor¨ªs Pasternak y Mija¨ªl Bulg¨¢kov sufri¨® en carne propia la terrible experiencia del stalinismo. Los que no murieron fusilados en la Lubianka, la c¨¢rcel del KGB, o destruidos por el fr¨ªo de Siberia, pasaron a ser maestros del "g¨¦nero del silencio". S¨®lo el paso del tiempo ha permitido rescatar obras del calibre del R¨¦quiem, de Ajm¨¢tova, El maestro y Margarita, de Bulg¨¢kov, y Chevengur, de Plat¨®nov.
Los supervivientes del terror de los a?os treinta se enfrentaron a la miseria y al anonimato con el constante temor a ser detenidos en cualquier momento. Situaciones tan pat¨¦ticas como la llamada telef¨®nica de Stalin a Pasternak, en la que el dictador le recrimina su tibia actitud ante el "asunto de Mandelshtam", finalizada con la petici¨®n del novelista de verse para hablar "de la vida y de la muerte", ejemplifican dram¨¢ticamente c¨®mo las tiran¨ªas destruyen el esp¨ªritu someti¨¦ndolo a una presi¨®n insoportable. Y, m¨¢s a¨²n, las de tenor ideocr¨¢tico pues, para ¨¦stas, la palabra libre, no oficial, supone una amenaza directa a las bases de su propio poder.
Un Bulg¨¢kov desolado escribe en una carta a su hermano Nikol¨¢i fechada en 1929: "He sido liquidado literariamente. He hecho un ¨²ltimo esfuerzo y he pedido al Gobierno que me deje salir al extranjero. (...) Si se me deniega esa petici¨®n, habr¨¢ que pensar que el juego ha terminado. (...) Sin la menor cobard¨ªa, te informo, hermano, de que mi ruina es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo".
En carta a Gorki, Bulg¨¢kov le pregunta "?por qu¨¦ se retiene en la URSS a un escritor cuyas obras no se autorizan? (...) Ya s¨®lo falta, para concluir, que me destruya a m¨ª mismo. ?S¨®lo pido que se tome una decisi¨®n humana conmigo y se me deje salir (del pa¨ªs)!".
Pero Bulg¨¢kov, haciendo gala de ese "espl¨¦ndido desprecio" con que Ajm¨¢tova defini¨® su actitud ante el poder, no se amedrenta y env¨ªa una carta al mismo Stalin, en la que afirma, con un tono rotundo y desafiante lleno de iron¨ªa, que "la prensa sovi¨¦tica tiene toda la raz¨®n del mundo" en la campa?a lanzada contra ¨¦l. Y es que, reconoce Bulg¨¢kov, en su obra La isla purp¨²rea "se yergue una sombra tenebrosa, la sombra del Comit¨¦ Superior de Repertorios. Es ¨¦l quien crea esclavos, panegiristas y servidores asustados. Es ¨¦l quien mata el pensamiento creador". El autor de El maestro y Margarita llega a decir que su "obligaci¨®n en cuanto escritor es luchar contra la censura, sea cual sea ¨¦sta y sea cual sea el poder bajo el cual se d¨¦". Sorprendentemente, la respuesta a esta carta no fue desfavorable: Bulg¨¢kov no recibi¨® la autorizaci¨®n para abandonar la URSS, pero se le nombr¨® director adjunto del Teatro Art¨ªstico, donde se volvi¨® a representar Los d¨ªas de los Turb¨ªn, aunque el resto de su obra s¨®lo ver¨ªa la luz tras la muerte de Stalin.
El deshielo posterior al XX Congreso del Partido Comunista impuls¨® la rehabilitaci¨®n de la figura de Bulg¨¢kov, la reedici¨®n de sus primeros libros y la publicaci¨®n de aquellos que hab¨ªan permanecido in¨¦ditos. En 1966 aparece por vez primera El maestro y Margarita, novela donde se desnuda al Mosc¨² de los a?os treinta, la capital hambrienta, corrupta y estupidizada del comunismo. Pero lo m¨¢s llamativo de esa visi¨®n amarga y despiadada del burocratizado mundo moscovita, de sus funcionarios y artistas, es su extrema decantaci¨®n, el amplio repertorio de sus referencias simb¨®licas y religiosas. La llegada del diablo a Mosc¨², en compa?¨ªa de una corte de demonios, una bruja nudista y un gato hablador, constituye el inicio de una serie de hechos extraordinarios que hacen saltar por los aires la mezquina normalidad imperante.
Como novelista, si algo caracteriza a Bulg¨¢kov es precisamente su tendencia a trascender paisajes hist¨®ricos y sociales de contornos muy precisos para ofrecernos una imagen destilada de los mismos. Esta labor de decantaci¨®n asume dos registros fundamentales en la obra del escritor ruso: el elegiaco y el sat¨ªrico. En La guardia blanca, el mundo de los derrotados por la Revoluci¨®n se plasma en una ciudad fantasmal y una familia, los Turb¨ªn, abocada a la extinci¨®n. La atm¨®sfera crepuscular de esta novela es la misma de El Gatopardo y La marcha Radetzky, con las que encabeza la tradici¨®n narrativa de las grandes eleg¨ªas hist¨®ricas.
El esp¨ªritu tr¨¢gico y heroico de La guardia blanca se transforma en el esp¨ªritu sat¨ªrico y corrosivo de El maestro y Margarita. Bulg¨¢kov pose¨ªa el don de intuir cu¨¢l era la esencia literaria de las realidades que iba conociendo. Si el recuerdo del Kiev de los a?os de la guerra mundial y civil le condujo a escribir la eleg¨ªa de un mundo en trance de desaparici¨®n, perdido en la niebla de fantasmas traicionados; la experiencia directa del comunismo liber¨® en ¨¦l todo su talento para la met¨¢fora sat¨ªrica y punzante. En ambos casos, Bulg¨¢kov se nos aparece como un maestro del paisaje decantado, de la creaci¨®n de territorios simb¨®licos que, pese a su manifiesta universalidad y trascendencia, no dejan de pertenecer a un mundo hist¨®rico perfectamente reconocible.
Escribir sobre ese mundo era casi inevitable para un autor ruso de la ¨¦poca, pero transfigurarlo hasta el punto de ofrecernos una imagen definitiva del mismo s¨®lo estaba al alcance de un autor fuera de lo com¨²n. Bulg¨¢kov destil¨® las esencias de un proceso hist¨®rico revolucionario con las armas de la eleg¨ªa y de la s¨¢tira, intuyendo en cada momento qu¨¦ registro resultaba m¨¢s adecuado para expresar el sentido ¨²ltimo de lo que, a consecuencia de la Revoluci¨®n, perec¨ªa o se consolidaba. La ciudad de los Turb¨ªn mereci¨® la melanc¨®lica evocaci¨®n del poeta; los "esclavos, panegiristas y servidores asustados" del poder sovi¨¦tico, el "espl¨¦ndido desprecio" del sat¨ªrico.
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