El pen¨²ltimo sue?o de Sempere
A finales de los setenta, principios de los ochenta, el casco antiguo de Alicante despertaba culturalmente con el mismo ¨ªmpetu que la democracia reci¨¦n recuperada: un museo de arte contempor¨¢neo, un cine que programaba en versi¨®n original, alg¨²n destacable bar-restaurante, caf¨¦s en los que sonaba jazz..., un prometedor panorama. Veinte a?os despu¨¦s todo aquello debe recordarse como un falso espejismo. El incipiente barrio cultural es hoy un erial convertido en territorio botell¨®n. Ya se sabe: agresi¨®n sonora, masas et¨ªlicas en danza, ruidismo musical y pestilencias urinarias.
Eusebio Sempere don¨® su colecci¨®n de arte a Alicante y en noviembre de 1977, hace ahora veinticinco a?os, se inaugur¨® el museo dise?ado para albergarla en La Asegurada, un edificio barroco construido en 1685, situado en la ladera mar¨ªtima del Benacantil. A diferencia de tanto museo actual, La Asegurada part¨ªa con los dos mejores instrumentos de los que puede dotarse un museo que nace: un buen contenedor y un excelente contenido. El primero es este caser¨®n alicantino que antes de museo hab¨ªa sido c¨¢rcel y parque de artiller¨ªa durante la Guerra de la Independencia, sede provisional del Ayuntamiento, Instituto de Segunda Ense?anza y Escuela de Comercio. El segundo, la excelente colecci¨®n de arte que el pintor de Onil hab¨ªa ido atesorando con cari?o e inteligencia a lo largo de su vida.
Sempere, que ten¨ªa muy claramente dibujadas en su cabeza las trayectorias del arte del siglo XX, dedic¨® sus ¨²ltimos esfuerzos y patrimonio a completar los huecos y a dar coherencia a todo lo adquirido. La colecci¨®n es una excelente biograf¨ªa de los fulgurantes contagios est¨¦ticos recibidos en sus estancias francesa y norteamericana. En sus notas recuerda el impacto que sufre recien aterrizado en Par¨ªs al toparse con Georges Braque comprando verduras con un cestito, al lado de su casa. En la capital francesa avanzan la abstracci¨®n geom¨¦trica y el arte cin¨¦tico; sumergido en ese ambiente ligar¨¢ v¨ªnculos con Jean Arp, Vasarely, Agam, Tinguely.., todos de gran influencia en su obra. Los a?os parisinos son de severa estrechez econ¨®mica que Sempere, como un Cioran alicantino, capear¨¢ col¨¢ndose a diario en los comedores universitarios. A Estados Unidos llega en 1963, cuando el expresionismo abstracto deja paso al incipiente minimalismo y al pop art. De este ¨²ltimo recibe un fuerte influjo a trav¨¦s de Segal, Oldenburg, Lichtenstein y Warhol. De todo ello hay excelentes muestras en su colecci¨®n, hecha en buena medida de intercambios. Los cuadros que reuni¨® conforman un extraordinario escaparate del arte de la segunda mitad del siglo XX, territorio ignoto en aquellos a?os setenta en Alicante, en Espa?a y en buena parte de Europa fuera de los grandes epicentros culturales.
En el tiempo que transcurri¨® desde la inauguraci¨®n hasta la muerte del pintor en la primavera de 1985, Sempere sufri¨® en sus carnes c¨®mo el proyecto de museo se desvanec¨ªa a borbotones entre la desidia y la inoperancia. En un momento se atreve a proponer amargamente la posibilidad de robar su propio legado. Sempere, un hombre culto, viajado, de serena sensibilidad, con cierta fragilidad f¨ªsica, no estaba preparado para la guerrilla local y la miop¨ªa administrativa. Los documentos conservados demuestran que el pintor perd¨ªa habitualmente el sue?o obsesionado con el mal rumbo del museo y se levantaba en plena madrugada a redactar cartas al alcalde, a la prensa, a los amigos. El sue?o de su vida derivaba hacia un insomnio triste y agrio al que se a?ad¨ªa la aparici¨®n de los primeros s¨ªntomas de una grave enfermedad degenerativa.
Durante estos ¨²ltimos a?os fue sepultado por una avalancha de medallas, reconocimientos, honores y diversos alumbramientos como hijo predilecto, todo menos convertir en realidad lo que era su gran sue?o: rodear de cultura el museo. Hay testimonios amargos de su desesperaci¨®n ante la incipiente agon¨ªa del proyecto. Desde ese momento germinal a la actualidad, la historia del museo ha sido la de su decadencia, que alcanza el extremo del deterioro f¨ªsico del legado: problemas de humedades, insectos. Una vecina, cansada de que le pregunten d¨®nde est¨¢ el museo, pinta con una brocha una flecha y "museo" en la fachada. En fin, hard core provinciano. Al museo le ha faltado durante este cuarto de siglo la constelaci¨®n de actividades y proyectos que hubieran hecho de ¨¦l una instituci¨®n viva y no un almac¨¦n de cuadros con un guardia jurado en la puerta. Todos los gestores de la cultura municipal de estos veinticinco a?os, del primero al ¨²ltimo, son responsables de convertir un proyecto de museo de arte contempor¨¢neo, pionero en Europa y ¨²nico en Espa?a, en el mal sue?o de Sempere.
Este ag¨®nico proceso de indiferencia debe conectarse necesariamente con el horizonte est¨¦tico de amplios sectores de nuestra sociedad, precisamente los m¨¢s pr¨®ximos a los centros de poder y sus aleda?os. Me imagino la cara de pasmo de aquellos concejales ante las esculturas tubulares y los objetos cin¨¦ticos que tanto adoraba Sempere. Alguien que quiera aproximarse a lo que significa "lo bello" para muchos gestores de presupuestos p¨²blicos con derivaciones est¨¦ticas -ll¨¢mese mobiliario urbano, por ejemplo- debe consultar Ricas y famosas, el libro de la fot¨®grafa Daniela Rosell repleto de im¨¢genes de mansiones de ricachones mejicanos con sobreabundancia de pieles de leopardo, candelabros, colmillos y fuentecitas con cascadas de varios pisos. Un paisaje on¨ªrico que oscila entre el pintoresquismo recargado y el rococ¨® versallesco. Si el canon est¨¦tico que rige los criterios de la estatuaria p¨²blica es el del homenaje a Tip de nuestra Gran V¨ªa Fernando el Cat¨®lico o el de la faroler¨ªa urbana Par¨ªs fin de si¨¨cle, entonces las cosas empiezan a estar medianamente claras. En otras palabras, la sensibilidad est¨¦tica de quienes manejan los asuntos de la polis, con escasas y honrosas excepciones, se aproxima m¨¢s a la galaxia Jes¨²s Gil que a la galaxia Sempere. Y eso tiene un precio. Ahora, que es temporada alta de promesas electorales, todo el mundo apunta hacia la recuperaci¨®n del tiempo perdido en La Asegurada y la ampliaci¨®n del museo. Bien est¨¢; las obras previstas mantendr¨¢n cerrado el museo dos a?os, un plazo que ya ha empezado a correr anticipadamente para evitar los efectos negativos de la restauraci¨®n de la iglesia de Santa Mar¨ªa. A partir de la reapertura el proyecto museogr¨¢fico deber¨¢ asentarse con solidez. No est¨¢ de m¨¢s indicar a los velocistas de la gesti¨®n cultural que tantos a?os de barbecho no se saldan con barra libre de hal¨®genos y unas pantallitas interactivas.
En una carta dirigida a Ambrosio Luci¨¢?ez, alcalde que inaugur¨® el museo, Sempere le espeta: "Esta colecci¨®n es de Alicante. Ni vuestra, ni m¨ªa". La deuda que tenemos pendiente con ¨¦l es borrar este mal sue?o que dura veinticinco a?os, su pen¨²ltimo sue?o, porque en una entrevista con Jos¨¦ Miguel Ull¨¢n que este peri¨®dico public¨® en 1983, Sempere le confiesa: "Nunca m¨¢s pintar¨¦. Cuando salga de esta enfermedad quiero hacer solamente otra cosa. Es un sue?o. Quiero viajar, viajar mucho, viajar".
Manuel Men¨¦ndez Alzamora es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Jur¨ªdicas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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