El atractivo de Dr¨¢cula
El que los grupos abiertamente neonazis, los que usan la esv¨¢stica y saludan con el brazo derecho levantado, sean tan minoritarios en Europa y EE UU no garantiza en absoluto que el esp¨ªritu de Hitler haya quedado sepultado en el castillo de Dr¨¢cula de la historia. Al contrario, afirma Carl Amery, lo ocurrido entre el final de la II Guerra Mundial y el comienzo del siglo XXI ha sido tan s¨®lo una "moratoria", un par¨¦ntesis dominado en Occidente por el humanismo. Cerrado ese par¨¦ntesis, advierte el escritor y periodista alem¨¢n, la f¨®rmula hitleriana, despojada de sus elementos m¨¢s groseros y salvajes, puede ser muy tentadora para colectivos, pa¨ªses y regiones del planeta enfrentados a situaciones de crisis que incluyan "tanto la carest¨ªa material como la vivencia de una desorientaci¨®n existencial". Como Hitler, esos colectivos, pa¨ªses o regiones pueden llegar a la conclusi¨®n de que no hay suficiente para que todos vivan bien y adherirse al darwinismo social, a la idea de que s¨®lo los m¨¢s fuertes, o sea, ellos, los interesados, merecen sobrevivir. A los dem¨¢s, a los m¨¢s d¨¦biles, que les den morcilla, apl¨ªqueseles la selecci¨®n natural.
AUSCHWITZ, ?COMIENZA EL SIGLO XXI? HITLER COMO PRECURSOR
Carl Amery Traducci¨®n de Cristina Garc¨ªa Ohlrich Turner/Fondo de Cultura Econ¨®mica. Madrid, 2002 183 p¨¢ginas. 15,50 euros
Hacia el final de su Auschwitz, ?comienza el siglo XXI?, Amery se pregunta: ?es posible o probable una crisis hitleriana en el siglo XXI? Y la respuesta llega rauda y concisa: "S¨ª". Antes, Amery ha realizado en este ensayo un original an¨¢lisis de lo que fue el nacionalsocialismo y su fruto m¨¢s monstruoso, la Shoah, el Holocausto. Hitler, afirma, no estaba tan loco. Era un monstruo porque os¨® teorizar torpemente y, sobre todo, poner en pr¨¢ctica, con el apoyo m¨¢s o menos expl¨ªcito de la mayor¨ªa del pueblo alem¨¢n, unas cuantas ideas sobre el autoritarismo, el socialdarwinismo, la eugenesia y el espacio vital que circulaban por Occidente. Lo que Hitler propuso, afirma Amery, es que el colectivo superior -la raza aria para ¨¦l- debe actuar de conformidad con las leyes de la naturaleza y en particular de su principio aristocr¨¢tico de la selecci¨®n de los mejores, de los m¨¢s fuertes. El profundo odio de Hitler por los jud¨ªos, sigue analizando Amery, se deb¨ªa a que ve¨ªa a esta comunidad como "un bacilo sat¨¢nico y antinatural", empecinado en la protecci¨®n del endeble con sus principios favorables al pacifismo, el humanismo, el igualitarismo, la democracia y el internacionalismo.
Tras la derrota en la I Guerra
Mundial, con la humillaci¨®n de Versalles, la econom¨ªa gangrenada por el paro y la inflaci¨®n y una profunda crisis de ideas y valores, todo propiciaba en la Rep¨²blica de Weimar el que un pueblo tan civilizado como el alem¨¢n se dejara arrastrar por "semejante combinaci¨®n de ingenuidad cient¨ªfica, fantas¨ªas megal¨®manas y hostilidad contra el viejo concepto de progreso". Pero, advierte Amery, y ¨¦sta es la tesis central de su provocador ensayo, "el sujeto de la raza superior es variable". Con Hitler, este sujeto fue el pueblo alem¨¢n, pero bien podr¨ªa ser otro. De hecho, se?ala, ya hemos asistido en la segunda mitad del siglo XX a algunas experiencias atroces de hitlerismo sin esv¨¢stica. Ah¨ª est¨¢n, recuerda, la Revoluci¨®n Cultural china, los jemeres rojos camboyanos, las matanzas en Ruanda, las guerras balc¨¢nicas, los asesinatos masivos de los islamistas argelinos, la barbarie regresiva de los talibanes afganos. Y Europa tampoco est¨¢ libre de la tentaci¨®n del odio al extranjero y el regreso "al cuchillo, el hacha y la porra". V¨¦ase la fuerza electoral de formaciones como el Frente Nacional franc¨¦s y la creciente asimilaci¨®n por parte de los partidos de derechas, como el PP espa?ol, del discurso del miedo y el rechazo al inmigrante, del reforzamiento de las fronteras exteriores y los controles policiales interiores, de la intromisi¨®n en la vida privada gracias a los nuevos instrumentos tecnol¨®gicos, de la selecci¨®n del m¨¢s joven y el m¨¢s sumiso en el mundo laboral.
"La econom¨ªa", afirma Amery, "no es capaz de dirimir el viejo dilema europeo entre libertad e igualdad". No lo ha conseguido completamente en el seno de Occidente y, es evidente, no lo ha conseguido en absoluto a escala planetaria. Y dado que la crisis acecha, tanto la coyuntural del ciclo econ¨®mico como la mucho m¨¢s grave de la capacidad del planeta para seguir soportando una explotaci¨®n tan intensa e irresponsable, la pregunta esencial que se hizo Hitler puede ser planteada en cualquier momento: "?Hay recursos para todos?". Amery asegura que, aunque las ¨¦lites parecen ciegas ante lo que est¨¢ ocurriendo, esa pregunta se la est¨¢n formulando ya esos millones de occidentales.
El hitlerismo del futuro, seg¨²n Amery, ser¨¢ "la parcelaci¨®n de los individuos en mundos diversos". Y teme que, en aras de la "salvaci¨®n de la civilizaci¨®n y de su propio nivel de vida", los occidentales pueden llegar a ser capaces de renunciar a logros sustanciales de su historia, como los derechos humanos y la protecci¨®n de las minor¨ªas desfavorecidas. Hitler respondi¨® con un s¨ª decidido a la pregunta del fil¨®sofo Hans Jonas: "?Debemos ser inhumanos para seguir siendo humanos?". Ante los desaf¨ªos planteados por la persistencia de grandes desigualdades sociales, la inmigraci¨®n, el fundamentalismo isl¨¢mico, la crisis econ¨®mica y la devastaci¨®n ecol¨®gica, muchos europeos y norteamericanos sienten ahora la tentaci¨®n de responder del mismo modo. ?Est¨¢ tan lejos de esto, por ejemplo, la pol¨ªtica de Bush y sus m¨¢s obvios lacayos europeos desde el 11-S?
"Dr¨¢cula sigue vivo bajos los escombros del s¨®tano", advierte Amery. "O bien deambula con nuevos disfraces: como b¨¢rbaro cabecilla de un supuesto pueblo dominador, como asesino fundamentalista, como acerado planet manager con mejores y m¨¢s discretos m¨¦todos de vigilancia y selecci¨®n". As¨ª que, concluye, quiz¨¢ Auschwitz no fuera "una cat¨¢strofe natural sin v¨ªnculo alguno con el devenir ordinario de la historia, sino una anticipaci¨®n primitiva de una opci¨®n posible del siglo que comienza".
Tras esta escalofriante conclusi¨®n, Amery, que milit¨® a?os con los socialdem¨®cratas alemanes y termin¨® pas¨¢ndose a los Verdes, s¨®lo deja este sucinto mensaje de esperanza: "El ser humano puede seguir siendo la corona de la creaci¨®n si comprende que no lo es".
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