Iv¨¢n Illich, el ¨²ltimo humanista y revolucionario
Iv¨¢n Illich, versi¨®n moderna del humanismo renacentista, ha muerto en Bremen, a los 76 a?os. No pudo terminar en Austria sus estudios de secundaria, pues las leyes antisemitas del III Reich forzaron el exilio de esta familia jud¨ªa. Se fueron a Florencia y si uno es, como dec¨ªa Ortega y Gasset, del lugar en el que ha hecho el bachillerato, Illich qued¨® sellado con el esp¨ªritu renacentista de esta ciudad.
Jud¨ªo de origen y cat¨®lico por conversi¨®n, Illich estudia filosof¨ªa y teolog¨ªa en Roma y en Salzburgo, pero es en Nueva York donde inicia sus trabajos pastorales, entre puertorrique?os. En Puerto Rico recalar¨¢ como vicerrector de la Universidad Cat¨®lica, hasta que funda en la ciudad mexicana de Cuernavaca el Centro Intercultural de Documentaci¨®n (Cidoc). Pensado originariamente como centro de preparacion para misioneros gringos en Am¨¦rica Latina, acaba siendo un lugar estr¨¢tegico de la revoluci¨®n cultural que llevaba dentro.
El seminario Alternativas institucionales en una sociedad tecnol¨®gica, que se inicia en 1964, se convierte en referente mundial de la contracultura. La escuela, la salud, las relaciones interpersonales y tambi¨¦n con el agua, el aire, la tierra y la energ¨ªa, se convierten en los tema centrales de aquellos interminables debates.
Los tiempos de Cuernavaca ser¨¢n recordados por las propuestas de Iv¨¢n Illich sobre una educaci¨®n sin escuela. La escuela es para ¨¦l el ¨ªdolo de la religi¨®n secular de nuestro tiempo. Ah¨ª se doma al hombre para convertirle en un ser de provecho. El valor del hombre se mide por el n¨²mero de horas de clases visitadas. Los ex¨¢menes y los diplomas son los ¨²nicos carn¨¦s de identidad que conoce esta sociedad. La entrada en clase anuncia la integraci¨®n en la maquinaria de producci¨®n y consumo que nos espera, de ah¨ª que "la proscripci¨®n de nuestra econom¨ªa inhumana", dec¨ªa Illich, "s¨®lo se pueda conseguir negando el tributo de obediencia a la escuela obligatoria". S¨®lo aboliendo la escuela podr¨¢ democratizarse el acceso a la sabidur¨ªa. La escuela libre y autogestionada es la utop¨ªa que se expande desde el centro de M¨¦xico y que encandila a una generaci¨®n de estudiantes en Estados Unidos y Europa.
Las tesis de Illich provocan indignaci¨®n entre los defensores de la escuela p¨²blica -por no hablar de los de la escuela privada- y es vivamente rebatida por gente tan cercana como Paolo Freire, defensor de una "educaci¨®n liberadora" pero desde la escuela.
A mediados de los setenta, Illich abandona M¨¦xico y se orienta hacia temas ecol¨®gicos, sin perder un ¨¢pice de su pathos revolucionario: "Sin electrificaci¨®n no hay socialismo", dir¨¢ remedando a Lenin, "pero esta electrificaci¨®n se transforma en justificaci¨®n de la demagogia cuando los vatios per c¨¢pita exceden cierta cifra. El socialismo exige para la realizaci¨®n de sus ideales un cierto nivel en el uso de la energ¨ªa: no puede venir a pie, ni en coche, sino s¨®lo a velocidad de bicicleta".
Iv¨¢n Illich es una criatura de los a?os sesenta, pero con toda la inquietud universalista propia del juda¨ªsmo y de su cultura florentina. En los sesenta el ser civilizado era radical: se aborrec¨ªa el capitalismo y se cuestionaban radicalmente las instituciones y los valores burgueses, empezando por la escuela y acabando el sistema de producci¨®n. Ese radicalismo no era s¨®lo literario, sino que llevaba consigo opciones personales, por ejemplo, el abandono de la universidad y la creaci¨®n de lugares alternativos. La contracultura era una forma de vida. Illich la representaba ejemplarmente con el a?adido de la universalidad: el don de lenguas (hablaba ocho idiomas), la errancia de su vida, el conocimiento de las culturas m¨¢s variadas, una manera marginal de ser cat¨®lico siendo jud¨ªo de nacimiento, le daba un aire de universalidad que hac¨ªa pensar en los humanistas del Renacimiento.
Lo m¨¢s actual de su obra tiene que ver con la preocupaci¨®n contempor¨¢nea del medio ambiente. Lejos quedan las propuestas radicales sobre la escuela obligatoria y la sociedad capitalista. En tiempos de resignaci¨®n, como los que corren, la figura radical de Illich suena a fuera del tiempo. Como no parecen que las cosas hayan mejorado, aunque se hayan mesurado las palabras, la vida y obra de Iv¨¢n Illich quedan ah¨ª, en reserva, para el momento en que los discursos no puedan ya ocultar los hechos.-
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.