Los presupuestos como fatalidad
Empe?ados el lehendakari Ibarretxe y los socios del Gobierno vasco en encontrar la f¨®rmula m¨¢gica que solucione el Problema por antonomasia y nos traiga de paso la paz, la necesidad de disponer de unos Presupuestos debidamente aprobados parece antoj¨¢rseles una tarea menor, secundaria. En otros pa¨ªses que nos llevan varios pueblos de ventaja en tradici¨®n democr¨¢tica, la imposibilidad de sacar adelante en el Parlamento los Presupuestos es motivo de dimisi¨®n del Ejecutivo. Porque la ley presupuestaria encierra la concreci¨®n anual de su programa de gobierno, el libreto que ha de guiar su actuaci¨®n y seg¨²n el cual ha de juzgarlo la oposici¨®n y la ciudadan¨ªa.
Desde 1999 el tr¨¢mite presupuestario se ha convertido para los gobiernos presididos por Ibarretxe en un engorro, en un mal trago que hay que pasar como sea: prorrogando las cuentas del a?o anterior sin llegar a presentar siquiera el proyecto obligado para el nuevo ejercicio (2000) o recurriendo a una interpretaci¨®n retorcida del Reglamento de la C¨¢mara vasca para impedir que la oposici¨®n devolviera el proyecto de 2002. Es decir, trampeando. Los resultados son conocidos: en el primer caso, el incumplimiento de la ley; en el segundo, un engendro legislativo recurrido por el Gobierno central al Tribunal Constitucional y sometido a varios remiendos posteriores, que el profesor Andoni P¨¦rez Ayala bautiz¨® certeramente como el "OJNI" (Objeto Jur¨ªdico No Identificado).
En muchos pa¨ªses, la imposibilidad de sacar adelante los Presupuestos es motivo de dimisi¨®n del Ejecutivo
Se acerca el momento clave del debate parlamentario del proyecto de Presupuestos para 2003 y no parece que el Gobierno haya tomado en consideraci¨®n las dos experiencias anteriores. Seguramente porque hacerlo le supondr¨ªa reconocer que carece de la mayor¨ªa suficiente para seguir gobernando como si de hecho la tuviera. El tiempo ha confirmado que la aportaci¨®n de Izquierda Unida a la gobernabilidad -concepto muy estimado en un pasado no muy lejano por el PNV- era la que ya se supon¨ªa al principio de la legislatura, casi nula. Javier Madrazo y su equipo se esfuerzan en te?ir de rojo la acci¨®n del Gobierno tripartito. Pero la funci¨®n para la que el lehendakari les abri¨® las era muy simple: servir de coartada para negar la evidencia de que la pol¨ªtica de su Gobierno y su propuesta de libre adhesi¨®n se mueve en las claves ideol¨®gicas nacionalistas del PNV y EA.
Quiz¨¢ porque se vio en el brete de perder el poder, la coalici¨®n PNV-EA ha sobrevalorado los resultados del 13 de mayo de 2001. Fue una victoria importante por inesperada, pero no le otorg¨® la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento. Y la voluntad "¨¦tica" de Ibarretxe de no atraerse activamente los votos de Batasuna -renuncia en la que le antecedieron el PSE y PP-, no conjura las coincidencias pasivas en las votaciones, de las que los partidos del Gobierno se han aprovechado hasta m¨¢s all¨¢ de la sospecha. La forma de evitar esas casualidades, que en el rechazo a los Presupuestos se producen de forma natural -nada m¨¢s razonable que disgusten a Batasuna por quedarse cortos en su alcance soberanista, y a socialistas y populares por pasarse- es clara y sencilla. Basta con conseguir una mayor¨ªa parlamentaria estable y suficiente, bien mediante un gobierno de coalici¨®n o un pacto de legislatura con las fuerzas que garanticen 38 esca?os en la C¨¢mara, o bien negociando los apoyos caso por caso. Lo contraindicado es no hacer ni lo uno ni lo otro y torcer la l¨®gica pol¨ªtica hasta el absurdo. Hasta el punto de que los partidos del Gobierno (36 esca?os en el Parlamento) reclamen a los de la oposici¨®n (39 esca?os) que les dejen gobernar a su aire, como si de hecho tuvieran la mayor¨ªa absoluta; porque para eso, arguyen, fueron la opci¨®n m¨¢s votada el 13-M. Est¨¢ a la vista que el enconamiento pol¨ªtico no propicia un posible acuerdo del Ejecutivo tripartito con el PSE o el PP para que apoyen los Presupuestos, pero lo cierto es que ni siquiera se ha intentado medianamente en serio: ni antes de presentar el proyecto, como proceder¨ªa, ni despu¨¦s. Sin embargo, el mismo PNV, aunque con otras personas, ha hecho ese esfuerzo en las diputaciones de Vizcaya y Guip¨²zcoa, aquejadas de similares problemas de gobernabilidad.
Un publicista af¨ªn al Ejecutivo vasco, en un art¨ªculo reciente, daba una soluci¨®n a la cuesti¨®n presupuestaria tan extravagante como favorable a los colores de casa. Si socialistas y populares fueran consecuentes con su compromiso de no contar con Batasuna, explicaba, "les bastar¨ªa con que tres de sus miembros dejaran de asistir al Pleno para dejar fuera de juego a la formaci¨®n de Otegi". En otras palabras, que el esfuerzo para conseguir la gobernabilidad debe realizarlo la oposici¨®n en beneficio del Gobierno. Lo inquietante es que entretanto corren los plazos y unos y otros se abandonan, resignadamente, al destino fatal que se han ido construyendo.
Al Gobierno, a estas alturas, le quedan pocas salidas, y ninguna buena. Malo ser¨ªa repetir hasta el final la deplorable funci¨®n del a?o pasado, que dej¨® maltrechas la imagen del Parlamento vasco y la ecuanimidad de su presidente, Juan Mar¨ªa Atutxa, y hecha unos zorros (un OJNI) la presunta ley de Presupuestos. Y tambi¨¦n malo, proceder a una nueva pr¨®rroga que terminar¨ªa de convertir en un caos de alegalidad el estado presupuestario de la comunidad aut¨®noma. Pero as¨ª de ilusionantes est¨¢n las cosas.
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