La mirada compasiva
Ernst Bloch acu?¨® el concepto de acontemporaneidad para designar la actualidad de quien viene de lejos. Para los que est¨¢n a la ¨²ltima, el acontempor¨¢neo es un d¨¦mod¨¦, pero que resulta ser el ¨²nico contempor¨¢neo que tiene futuro porque es portador de un novum que los que est¨¢n ¨¤ la page no pod¨ªan imaginar. Jim¨¦nez Lozano es nuestro acontempor¨¢neo.
Marginado durante mucho tiempo, tuvo que cargar con el cenizo de "escritor castellano y religioso". Le calificaban de castellano porque su escritura ten¨ªa ra¨ªces. Desde el retiro de Alcazar¨¦n se familiariz¨®, de la mano de Am¨¦rico Castro, con la herencia jud¨ªa y ¨¢rabe, la de los conversos y la de los perdedores, buscando claves de la convivencia o malvivencia de los espa?oles. Su obra Los cementerios civiles y la heterodoxia espa?ola, publicada en 1979, desvela, junto a la Realidad hist¨®rica de Espa?a, de Am¨¦rico Castro, las claves m¨¢s luminosas de lo que somos.
Su iron¨ªa es un gesto de inteligencia que reconcilia al lector con la verdad
Religioso s¨®lo lo es en el sentido que lo era su alma gemela, Walter Benjamin. El jud¨ªo alem¨¢n distingu¨ªa entre un lenguaje ad¨¢nico, el que tuvo Ad¨¢n en el para¨ªso y que consist¨ªa en poner a las cosas el nombre justo, y el lenguaje posad¨¢nico, que es el nuestro, y que s¨®lo puede aproximarse torpemente a las cosas, a base de palabrer¨ªa. La tarea del escritor, dec¨ªa Benjamin, es luchar contra tanta ch¨¢chara buscando la palabra justa. Esa preocupaci¨®n preside tambi¨¦n toda la escritura de Jim¨¦nez Lozano: "Cuando escribo, me esfuerzo en no mentir... sobre todo si se fabula". ?C¨®mo lo hace? Con una estrategia narrativa que busca en el lado oculto de la realidad la iluminaci¨®n del presente, de lo visible, de suerte que todo queda alterado, desenmascarado en su fatuidad e inconsistencia. La iron¨ªa que acompa?a toda su escritura es un gesto de inteligencia que reconcilia al lector con el descubrimiento de la verdad. En 'El espejo', un peque?o relato recogido en Grandes relatos, dice la protagonista, una mujer del pueblo que tiene cubierto el espejo con un manto porque ya ha visto demasiadas cosas, se dice para sus adentros: "Si se olvidara todo lo de antes, ?qui¨¦n se acordar¨¢ de los pobrecillos y c¨®mo iba a descansar tranquila su memoria?".
Sus personajes son as¨ª, gente insignificante -como el Jon¨¢s de El viaje de Jon¨¢s, su ¨²ltima obra-, pero que al personificar la memoria de los vencidos, se convierten en figuras de un poder demoledor. Nos sentimos desasosegados por la mirada penetrante del se?or Felicidad, el protagonista de Las costumbres griegas en El grano de ma¨ªz rojo, un se?or respetable que lleva a?os observando desde un sill¨®n de paral¨ªtico a Marta, su amante y de la que fuera torturador en la guerra civil. La realidad, aparentemente tranquila y ordenada, queda as¨ª, con un leve gesto, desenmascarada.
El que Jim¨¦nez Lozano tenga, m¨¢s que lectores, seguidores, se debe a la novedad de su escritura, una novedad que no consiste en grandes aportaciones formales, sino en la voluntad de decir verdad. Dec¨ªa Adorno que "hacer hablar al sufrimiento es la condici¨®n de toda verdad". De eso se trata, de hacer ver que el sufrimiento es la parte oscura de la realidad que el narrador tiene que traer a la presencia del lector. Lozano rescata los sue?os de infancia, las palabras del pueblo que tuvimos, las tonalidades del paisaje que conocimos y luego hemos destruido, las pasiones y sentimientos de quienes murieron por ellos y hoy nos permiten, al recordarles, saber que son a¨²n posibles.
Babelia
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