Tradici¨®n sin l¨ªmites

Cuenta Eliseo Parra que pas¨® de enamorarse de Paul McCartney a profesar la mayor de las simpat¨ªas por Agapito Marazuela, el gran dulzainero de Segovia. El universo musical en el que ahora se maneja el cantante vallisoletano constituye, en efecto, una revelaci¨®n deslumbrante para cuantos pensaron que el folclor peninsular era cosa rancia, vetusta y anodina.

Desde sus Tribus hispanas (1997), el de Sard¨®n de Duero parece instalado en un permanente estado de gracia: ha afianzado un timbre de voz precioso, maneja un repertorio sorprendente (a veces hipn¨®tico, otras intensamente l¨ªrico) y despliega algunos de los arreglos m¨¢s imaginativos que conoce la m¨²sica popular de este pa¨ªs. Por si fuera poco, y como buen animal de escena, desprende sobre las tablas una fuerza vital como ning¨²n soporte fonogr¨¢fico puede aprehender.

Golosinas varias

Anda presentando Eliseo su reciente Viva quien sabe querer, un disco que incluye algunas golosinas irrefutables: la p¨ªcara El brillante, la rom¨¢ntica L'havanera, el cante onubense de El pino o el reiterativo Reloj de Valdetorres, donde cada una de las doce vueltas siempre suenan distintas. Pero la joven criatura discogr¨¢fica tendr¨¢ sucesora a no mucho tardar. Se escucharon ya hasta tres piezas in¨¦ditas, entre ellas un R¨ªo verde asturiano cuya regocijada estructura remit¨ªa -salvando las distancias- a los tiempos del rock sinf¨®nico. As¨ª de imprevisibles son las cosas, en nuestra m¨²sica popular, tras la feliz abolici¨®n de los prejuicios.

Asumidas y revisadas las ense?anzas de los mayores, artistas como Parra han revelado un colosal torrente de posibilidades. Y a esa intensa sensaci¨®n liberadora no es ajeno el trabajo de m¨²sicos como el exc¨¦ntrico Xavi Lozano, capaz de soplar cualquier cosa que se lleve a la boca (incluidas sus ya c¨¦lebres habilidades con la muleta), o Josete Ord¨®?ez, que desde los tiempos de Elementales viene mostr¨¢ndose como guitarrista y cantante bien talentoso.