Las tareas pendientes
El proceso de recuperaci¨®n de la memoria y del conocimiento de la dura realidad de la guerra civil y del franquismo evidencia la necesidad que tiene la sociedad espa?ola de conocer su historia reciente. El impacto causado por la exposici¨®n sobre el exilio, realizada recientemente en Madrid, la apertura de las fosas comunes o el documental sobre los ni?os secuestrados a las presas republicanas, es un reflejo del desconocimiento generalizado de esa parte de la historia. Amplios sectores sociales se encuentran sorprendidos por lo que est¨¢n conociendo, y los que ya lo conoc¨ªan y lo padecieron est¨¢n necesitados de reconocimiento, de ver ese reflejo de sus vidas en espacios p¨²blicos. Si no seguimos el proceso de pa¨ªses como Alemania o Francia en la revisi¨®n del pasado relacionado con el fascismo, y no se habla y se cambia el significado de ese pasado y de nuestra relaci¨®n con ¨¦l, seguir¨¢n en nuestra identidad y habitando en nuestro inconsciente colectivo efectos que caus¨® directamente la dictadura.
Durante la excavaci¨®n de una fosa com¨²n llevada a cabo este verano en Cubillos del Sil (Le¨®n), el hijo de uno de los hombres cuyos restos estaban siendo exhumados vivi¨® especialmente asustado el inicio de los trabajos arqueol¨®gicos. Pensaba que en cualquier momento pod¨ªan aparecer por all¨ª de nuevo los falangistas que se llevaron a su padre y repet¨ªa una frase que tiene que ver con los sentimientos de muchas personas que no han tenido la oportunidad de alejarse del miedo: "Todo lo que brota, lo cortan". En estos 27 a?os de democracia hay miles de espa?oles que siguen teniendo miedo y eso es algo que no deber¨ªa subsistir en un r¨¦gimen basado en la libertad.
Los acuerdos tomados por las ¨¦lites en los a?os posteriores a la muerte del dictador Francisco Franco garantizaron un proceso de estabilidad pol¨ªtica, pero tuvieron graves consecuencias en las mismas familias que perdieron la guerra y padecieron la represi¨®n franquista. Pero cuando un individuo ha crecido, cuando una sociedad democr¨¢tica es madura, tiene la obligaci¨®n de asumir las consecuencias de sus actos. Y por eso es preciso que la sociedad espa?ola, alcanzado ya un amplio grado de solidez democr¨¢tica, asuma las consecuencias de lo que hizo y recompense a esas miles de familias que fueron echadas al olvido. Las interpretaciones inmaculadas de la transici¨®n deben dar paso a visiones con matices, a un conocimiento m¨¢s aproximado de los actores y del papel que desempe?aron que nos permita a las generaciones que no la hicimos valorar hasta qu¨¦ punto fue necesaria la construcci¨®n de esta deuda hist¨®rica. Algunos de los partidos que firmaron la proposici¨®n sobre la condena del franquismo el pasado 20 de noviembre parecen haber acordado evitar el uso electoral de ese debate. ?sa es una opci¨®n que les compromete a ellos. Pero eso no deber¨ªa convertir el proceso de recuperaci¨®n de la memoria en un segundo acuerdo por el silencio. Se hace evidente que es primordial el compromiso de diferentes sectores sociales, desde el Gobierno a los medios de comunicaci¨®n, para que se facilite ese debate, para que se escuchen las voces de las v¨ªctimas sin miedo a levantar la venda y ver lo que la herida esconde. Cuando comenzaron en El Bierzo las primeras exhumaciones de fosas comunes algunos columnistas conservadores anunciaron la llegada de la revancha. Existe un miedo en Espa?a a que este proceso vaya acompa?ado por nombres de los responsables de las violaciones masivas de derechos humanos que tuvieron lugar tras la guerra civil. Miles de espa?oles participaron en ellas, las apoyaron y las aplaudieron y con la llegada de la democracia la ley de amnist¨ªa permiti¨® que no tuvieran por ello ninguna responsabilidad penal. El derecho a conocer todos los rincones de esta que es nuestra historia no prescribi¨® con aquella decisi¨®n pol¨ªtica. Si eso no fuera posible habr¨ªa que plantearse qu¨¦ democracia hemos construido que no soporta revisar las consecuencias del franquismo.
Pero ese conocimiento est¨¢ sembrado de obst¨¢culos. Existen todav¨ªa en Espa?a miles de documentos, en gran parte bajo jurisdicci¨®n militar, que no pueden ser investigados. Decenas de miles de j¨®venes espa?oles no han estudiado en sus centros de ense?anza ni la Segunda Rep¨²blica, ni la guerra civil, ni la dictadura franquista. Es posible que la causa sea lo extenso de los programas acad¨¦micos pero, ?qu¨¦ j¨®venes est¨¢ educando nuestra sociedad para los que esa parte de la historia no es su historia? ?Qu¨¦ identidad est¨¢n tejiendo ajenos a esos acontecimientos? La recuperaci¨®n de la memoria debe servir para poner las cosas en su sitio, para acercarnos a la realidad, a toda la realidad, sin temer que nadie vaya a cortar lo que est¨¢ brotando. Y para ello es necesario un debate sembrado de propuestas que llene de contenido la proposici¨®n de reconocimiento moral de las mujeres y los hombres que padecieron la represi¨®n franquista, recientemente aprobada por unanimidad de los grupos parlamentarios.
Habr¨¢ que ver si el Valle de los Ca¨ªdos se queda como est¨¢ o si en su nave central se instala una gran exposici¨®n permanente que explique c¨®mo se hizo, qui¨¦nes lo hicieron y por qu¨¦ fueron obligados a construirlo. Habr¨¢ que ver si los cuatro presidentes que han gobernado el pa¨ªs desde las elecciones de junio de 1977 realizan un acto simb¨®lico de agradecimiento a estas familias o es suficiente con lo aprobado el pasado 20-N en la Comisi¨®n Constitucional. Habr¨¢ que ver si es necesaria la construcci¨®n de museos que recuerden aquellos acontecimientos o es suficiente con que formen parte de los libros. Habr¨¢ que ver si las empresas privadas que se enriquecieron con la mano de obra de los presos pol¨ªticos tienen hoy alguna responsabilidad, ?o ha pasado demasiado tiempo?
Se trata de llevar a cabo un debate que tras la muerte de Franco no se pudo hacer. Se trata de que la transici¨®n se convierta en lo que realmente se debi¨® llamar y no se pudo pronunciar: una recuperaci¨®n de la democracia que ya hab¨ªa llegado a Espa?a en noviembre de 1933, cuando votaron por primera vez las mujeres y los hombres con sufragio universal. Tambi¨¦n habr¨¢ que ver si ¨¦sa es una fecha que hay que celebrar, como lo hace cualquier democracia consolidada, o es mejor que siga habitando en la desmemoria colectiva. Con la restauraci¨®n de la democracia tras la muerte de Franco miles de familias espa?olas renunciaron a sus derechos para permitir que el proceso pol¨ªtico fuera estable. Esos hombres y mujeres, sus hijos y sus nietos viven todav¨ªa las terribles repercusiones emocionales de la dictadura. Ya es hora de que se les reconozca y se les agradezca todo lo que han sufrido por defender la democracia. Y que por fin, lo que desde ellos est¨¢ brotando, nadie lo corte.
Emilio Silva es presidente de la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica.
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