"One Europe"
En la fotograf¨ªa del Consejo de Copenhague, 60 personas se asoman a la historia delante de un enorme cartel con el lema "One Europe" en ingl¨¦s, s¨®lo en ingl¨¦s. Est¨¢n las instituciones de la Uni¨®n -presi-dente del Parlamento Europeo, presidente de la Comisi¨®n y alto representante de la Pol¨ªtica Exterior-. Est¨¢n los representantes -jefes de Estado y/o de Gobierno y ministros de Asuntos Exteriores- de los 15 miembros actuales y de los 10 que se unir¨¢n a partir del 1 de mayo de 2004 (Estonia, Letonia, Lituania, Rep¨²blica Checa, Eslovaquia, Polonia, Hungr¨ªa, Eslovenia, Chipre y Malta). Tambi¨¦n est¨¢n los representantes de Rumania y de Bulgaria. Por fin, est¨¢ Turqu¨ªa.
En la Declaraci¨®n suscrita por los 15 actuales miembros y los 10 reci¨¦n llegados se establece la naturaleza irreversible del proceso que la fotograf¨ªa simboliza. El Consejo hist¨®rico de la unificaci¨®n de Europa, del fin de Yalta, es tambi¨¦n la apuesta por una Europa que va m¨¢s all¨¢ de los sue?os de Madariaga cuando glosaba la europeidad a trav¨¦s de la arquitectura de las ciudades. Es la superaci¨®n de la Historia del siglo XX y una ambiciosa visi¨®n para el siglo XXI.
As¨ª pues, ?cu¨¢l es la esencia de este proyecto? Las se?as de identidad de la construcci¨®n Europea, que plasma nuestra fotograf¨ªa, son valores y su traducci¨®n jur¨ªdica: el respeto de los derechos humanos, la democracia, el imperio de la ley, la econom¨ªa de mercado, el laicismo del Estado. Sin lugar a dudas, estos principios hunden sus ra¨ªces en la antig¨¹edad cl¨¢sica greco-romana, en la tradici¨®n judeo-cristiana, en el Renacimiento y en la Ilustraci¨®n. Pero hoy -desde esta fotograf¨ªa- se proclaman ante el mundo en una nueva independencia incluyente, que pretende desmentir la teor¨ªa huntingtoniana del choque de civilizaciones. Esto es, frente a quienes declinan democracia con religi¨®n y derechos humanos con cultura, y propugnan en distintas partes del mundo "democracias religiosas" y la relatividad de los derechos humanos que han de conciliarse con imperativos culturales, la Uni¨®n Europea asume la tarea de llevar a la pr¨¢ctica la universalidad de los valores que compartimos. La ciudadan¨ªa europea se define en Derecho, desde el Derecho como plasmaci¨®n de valores.
El proyecto europeo nunca ha tenido una identificaci¨®n geogr¨¢fico-cultural. Esta indefinici¨®n que se justifica en el tratado fundacional porque cualquier delimitaci¨®n en este ¨¢mbito chocaba con el desgarro profundo simbolizado por el muro de Berl¨ªn, adquiere a partir de la reforma de Maastricht un car¨¢cter cautelar ante procesos pol¨ªticos que todav¨ªa, a principios de los noventa, plantean no pocos interrogantes. Hoy no existe compromiso de adhesi¨®n o preadhesi¨®n fuera de la fotograf¨ªa de Copenhague y esta indeterminaci¨®n ha de conjugarse, al menos en el futuro pr¨®ximo, en un haz de relaciones de vecindad que tambi¨¦n se apunta en las conclusiones aprobadas por el Consejo. La Uni¨®n Europea "decidida a evitar nuevas l¨ªneas divisorias y a promover la estabilidad y prosperidad dentro de sus nuevas fronteras y m¨¢s all¨¢ de ellas", debe prestar una especial atenci¨®n a sus relaciones de frontera.
Cobra as¨ª una nueva dimensi¨®n el proceso de estabilizaci¨®n y asociaci¨®n en los Balcanes. Las relaciones con Rusia ganar¨¢n en complejidad y profundidad. Y, desde su propia especificidad, lo mismo cabe decir de los dem¨¢s pa¨ªses que comparten nuestra frontera al Este (Ucrania, Bielorrusia y Moldavia). Por fin, para mantener un proceso de integraci¨®n arm¨®nico en la Uni¨®n Europea, es preciso que el desplazamiento del centro de gravedad al Norte y al Este no merme nuestra atenci¨®n a la ribera sur del Mediterr¨¢neo.
Esta fotograf¨ªa es, sin embargo, tambi¨¦n la plasmaci¨®n del gran principio sobre el que se ha ido construyendo Europa: la defensa de los intereses particulares de cada Estado miembro se conjuga con el inter¨¦s general que traduce el principio de solidaridad. En un Consejo que se quer¨ªa centrado -concentrado- en la ampliaci¨®n, en el que la Presidencia danesa hab¨ªa rechazado por principio cualquier asunto que distrajera la atenci¨®n de esta cuesti¨®n fundamental, irrumpi¨® lo imprevisible. Porque la Uni¨®n se legitima tambi¨¦n -si no principal-mente- por su eficacia en solucionar los problemas de sus ciudadanos a trav¨¦s de la adopci¨®n de medidas y la puesta en com¨²n de recursos que arbitra el tri¨¢ngulo institucional Consejo-Comisi¨®n-Parlamento. Y aunque en el gui¨®n previo del Consejo estaba prevista la escenificaci¨®n de este proceso a trav¨¦s de la culminaci¨®n de las negociaciones de ampliaci¨®n, el drama humano, ecol¨®gico y econ¨®mico del Prestige ampli¨® esta dimensi¨®n de solidaridad. Porque el clamor de la ciudadan¨ªa europea, no s¨®lo en Espa?a, ha puesto de manifiesto que las circunstancias que afligen a Galicia en estos momentos y amenazan el resto de las costas europeas del Atl¨¢ntico y del golfo de Vizcaya, pueden, en ¨²ltima instancia, poner en tela de juicio el proyecto de la Uni¨®n en su integridad. Por todo ello, el "nunca m¨¢s" solidario se tradujo en la ratificaci¨®n por los jefes de Estado y de Gobierno de las conclusiones del Consejo de Transportes del 6 de diciembre de 2002 y de Medio Ambiente de 9 de diciembre que a su vez recogieron las iniciativas demandadas por el presidente Aznar en su carta al presidente de la Comisi¨®n y a la Presidencia danesa de fecha 21 de noviembre. Rotundamente se afirma que "la Uni¨®n est¨¢ decidida a adoptar las medidas necesarias para evitar la repetici¨®n de cat¨¢strofes similares".
Tambi¨¦n cristaliza en el Consejo de Copenhague la conciencia de que, para no perder credibilidad respecto de sus propios ciudadanos y en el mundo, Europa tiene que abanderar el cambio del Derecho Mar¨ªtimo internacional y la lucha contra los nuevos piratas del mar. El principio de "libertad de los mares" debe ceder ante la protecci¨®n del medio ambiente y la propia seguridad del transporte mar¨ªtimo; la responsabilidad, tanto civil como penal, debe abarcar a toda la cadena de sujetos que participan directa o indirectamente en estas actividades que la sociedad censura: desde el armador al asegurador, pasando por el propietario de la carga.
El impulso pol¨ªtico de la cumbre se concret¨® adem¨¢s en el m¨¢s amplio respaldo a la Comisi¨®n para movilizar, con la m¨¢xima flexibilidad, todos los instrumentos financieros que el Derecho Comunitario arbitra, incluyendo medidas adicionales espec¨ªficas, con el ¨²nico l¨ªmite del respeto de las perspectivas financieras vigentes. El tenor de las conclusio-
nes tiene en cuenta las especiales circunstancias de la cat¨¢strofe: el evento da?oso no ha terminado y todav¨ªa hoy no es posible cuantificar el monto de las reparaciones debidas y la restauraci¨®n de las zonas afectadas. Entre las iniciativas que en su intervenci¨®n, respaldada por todos los presentes, el presidente Prodi fue enumerando minuciosa y exhaustivamente, destaca la habilitaci¨®n de recursos extraordinarios y la disposici¨®n de otras cantidades que aun nominalmente incluidas en l¨ªneas presupuestarias existentes, en la pr¨¢ctica hubieran quedado sin aplicaci¨®n, sin gastar, que habr¨ªa que haber "devuelto" a la Uni¨®n.
El lema "One Europe", s¨®lo en ingl¨¦s, requiere una reflexi¨®n. Aunque Copenhague no abord¨® la cuesti¨®n de las lenguas, es ¨¦sta una de las asignaturas pendientes que m¨¢s pronto que tarde habr¨¢ de debatirse para la propia pervivencia y viabilidad de este proyecto de Europa volcada al mundo. En ¨¦l, el espa?ol, lengua oficial de Naciones Unidas, hablada por m¨¢s de 400 millones de personas y en m¨¢s de 20 pa¨ªses, deber¨¢ ocupar el lugar que le corresponde.
Por fin, en nuestra fotograf¨ªa hay una ausencia, la del presidente de la Convenci¨®n. Porque el ca?amazo de esta ambiciosa Uni¨®n Europea est¨¢ hoy en el telar de ese proceso revolucionario del Derecho Internacional P¨²blico, de cuyos trabajos el Consejo tom¨® raz¨®n constatando que el balance provisional presenta ya ¨¦xitos concretos, desde la aceptaci¨®n general de la idea de Constituci¨®n a la incorporaci¨®n con fuerza jur¨ªdica vinculante de la Carta de Derechos Fundamentales al futuro tratado que ser¨¢ -ya podemos afirmarlo- uno, m¨¢s simple, m¨¢s pr¨®ximo al ciudadano. Porque nadie duda ya del ¨¦xito y la trascendencia de la Convenci¨®n que presentar¨¢ el marco jur¨ªdico institucional de ese compromiso de los europeos con el siglo XXI, de esa "One Europe" que nace en Copenhague.
Ana Palacio es ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno espa?ol.
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