El origen de la est¨¦tica
A mi lado diserta Henri de Lumley, una leyenda viva de la paleoantropolog¨ªa. A nuestras espaldas, en una gran pantalla, brilla la imagen de un hacha de s¨ªlex concebida por un Homo erectus de hace casi medio mill¨®n de a?os. Trato de imaginar al remoto autor de tanta perfecci¨®n, cuando se oye la voz del profesor Lumley pronunciando la expresi¨®n "su sentido est¨¦tico". ?C¨®mo ha dicho? ?Cu¨¢ndo se ha escrito que el Homo erectus tuviera sentido est¨¦tico? Ahora, el remoto individuo que imagino se pone a contemplar su propia obra mientras, embelesado, la hace girar entre sus dedos. La mira, la vuelve a mirar y, de vez en cuando, le da un pen¨²ltimo toquecito para corregir, a¨²n m¨¢s si cabe, su obsesiva simetr¨ªa bilateral... Incluso llega, siempre en mi imaginaci¨®n, claro, a requerir la atenci¨®n de un compa?ero para arrancar de ¨¦ste una mueca de admiraci¨®n...
El sentido est¨¦tico no figura entre las cinco grandes efem¨¦rides que coronan la carrera hacia la humanidad. Un hom¨ªnido anterior, el Homo habilis, el inventor de la industria l¨ªtica, nunca busc¨® simetr¨ªa, s¨®lo eficacia. Por ello, en este caso, Lumley habla de est¨¦tica, porque la simetr¨ªa no aporta nada a la utilidad del ¨²til. Es un gozo para la vista, un gozo para el tacto, un gozo para poseer. Unos millones de a?os antes, el Austrolopitecus afarensis, hab¨ªa iniciado la carrera hacia la humanidad poni¨¦ndose de pie (primera efem¨¦rides). Con el bipedismo, se otea mejor el horizonte de la sabana, las cr¨ªas huyen m¨¢s seguras en brazos de sus madres y, sobre todo, con las manos libres, se abre el camino para pasar de la teor¨ªa a la pr¨¢ctica, para el desarrollo del cerebro. As¨ª llegamos al Homo habilis que con la industria l¨ªtica (segunda efem¨¦rides) extiende las prestaciones de la mano mucho m¨¢s all¨¢ del cuerpo. Despu¨¦s le toca al Homo erectus cuya contribuci¨®n notoria a la evoluci¨®n es el fuego (tercera efem¨¦rides). Con fuego se come mejor y se es comido peor, se regula la temperatura ambiente, se alarga la luz del d¨ªa y aumenta la relaci¨®n familiar y social... El Homo neanderthalensis se presenta mucho m¨¢s tarde (cuarta efem¨¦rides) con las primeras tumbas rituales. Es la conciencia del Yo, el que ser¨¢ de m¨ª, la emergencia de las creencias, del m¨¢s all¨¢ y del m¨¢s aqu¨ª. Finalmente llega el Homo sapiens con el s¨ªmbolo y la inteligibilidad cient¨ªfica (quinta efem¨¦rides). Y con ella se come el mundo. Si todo eso es cierto, entonces resulta que el sentido est¨¦tico precede con mucho a la autoconsciencia y al conocimiento abstracto. Quiz¨¢ haya que a?adirlo como otra gran efem¨¦rides.
En efecto, el conocimiento complejo humano actual tiene, creo, tres componentes: una cient¨ªfica, una revelada y otra art¨ªstica. La primera evidencia de conocimiento cient¨ªfico tiene unos 30.000 a?os, es un dibujo rupestre. La primera evidencia de conocimiento revelado tiene m¨¢s de 100.000 a?os, es una tumba ritual. La primera evidencia de conocimiento art¨ªstico tiene casi medio mill¨®n de a?os, es un hacha sim¨¦trica de piedra. Primero fue el arte, luego la revelaci¨®n y luego la ciencia.
Pocas semanas despu¨¦s, el hacha de la pantalla est¨¢ en mi mano. Estoy en Tautavel, la catedral del Homo erectus. Me he apostado en la terraza de la entrada de la cueva de Arag¨® desde donde se divisa uno de los paisajes m¨¢s bellos de Francia. Ahora imagino al remoto individuo aqu¨ª a mi lado, en cuclillas, con este mism¨ªsimo objeto en su mano, y boquiabierto, como yo, ante un atardecer glorioso. Casi se me saltan las l¨¢grimas.
Jorge Wagensberg es el director del Museo de la Ciencia Fundaci¨®n La Caixa (Barcelona).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.