Bailando el mito

La primera aproximaci¨®n de Ananda Dansa a un espect¨¢culo distinto a la severidad del teatro de la danza adulta se produjo hace unas temporadas, si no recuerdo mal a cuenta de los sofocos de las adolescentes, se llamaba Nointendo y se estren¨® en el Palau de la M¨²sica. No funcion¨® del todo, quiz¨¢s porque aventaba un mensaje ajeno a las preocupaciones de las muchachas en flor de la ¨²ltima hornada, de manera que la compa?¨ªa se refugi¨® en el decente espect¨¢culo para todos los p¨²blicos que era Pol de Gel, para alcanzar el notable con El mago de Oz y rozar la excelencia, dentro de los l¨ªmites de un g¨¦nero muy transitado, con este Peter Pan, producto muy rodado que ahora se ofrece como espect¨¢culo de navidades en el Rialto.

Lo primero que hay que agradecer, tanto a la dramaturgia como a la coreograf¨ªa, es que esta aproximaci¨®n a un mito que ha terminado en las garras terminales de la factor¨ªa Disney trate de recuperar un cierto sentido original, en lo que tiene que ver con la dificultad de aceptar el paso de los a?os, en un contexto en el que incluso un ya ajado Fernando S¨¢nchez Drag¨® se declara heredero -cabe suponer que ya extinto- del c¨¦lebre personaje del relato de James Barrie. Un relato m¨ªtico que algo tiene que ver con la orfandad indeseada y que manifiesta en clave absolutamente adulta el temor a envejecer. Es el tema, sin ir m¨¢s lejos, de Ocho y medio, de Fellini, aunque el maestro lo vinculaba m¨¢s a Pinocho, y que aqu¨ª se resuelve con una visualidad potente y afortunada, porque nunca resulta f¨¢cil bailar un material de tanto predicamento universal, y que tiene el m¨¦rito -nada desde?able- de que gustar¨¢ precisamente a toda clase de p¨²blicos, ofreciendo las claves necesarias para que cada cual lo lea a su manera, seg¨²n su edad y condici¨®n. Bonito y bien hecho.