Mario Conde, solo con la 'podredumbre'
El ex banquero se acompa?a de turr¨®n de chocolate y libros de Emile Cioran en su segunda Nochebuena en una celda
Cuando alguien ingresa en el Centro Penitenciario Madrid 2, en Alcal¨¢ de Henares, le recibe a la puerta Mario Conde. El que fuera presidente de Banesto y uno de los personajes m¨¢s influyentes de Espa?a registra su nombre, recoge sus efectos personales y le entrega su ropa de cama. Todos los tr¨¢mites menos tomarle las huellas, funci¨®n que realiza un funcionario. Es el trabajo que hace el ex banquero desde las 7.30 hasta las nueve de la noche desde hace cinco meses, cuando ingres¨® por tercera vez. Los dem¨¢s internos le reconocen y le saludan.
Ahora pasa su segunda Navidad en la celda. El 23 de diciembre de 1994 ingres¨® en Alcal¨¢-Meco, para salir bajo fianza un mes despu¨¦s. La Navidad de 1998, la pas¨® de nuevo condenado, pero en r¨¦gimen abierto. Ahora, condenado a 18 a?os, su presencia en la calle causar¨ªa "alarma social", seg¨²n la juez de vigilancia penitenciaria Reyes Gimeno, que le deneg¨® el acceso al tercer grado penitenciario a principios de este mes. La pol¨¦mica sobre supuestas presiones de otra jueza para concederle el tercer grado tampoco le ha hecho ning¨²n favor. Puede que no vuelva a salir hasta que obtenga la libertad condicional, en 2007.
El martes pas¨® la primera de las Nochebuenas de su nueva etapa. Seg¨²n fuentes de su c¨ªrculo ¨ªntimo, Conde se atiborr¨® de turr¨®n de chocolate en la comida y recibi¨® del subdirector de prisi¨®n una felicitaci¨®n protocolaria. Por la noche, en su celda, sin muchas ganas de celebraciones, se ley¨® de una sentada el Breviario de podredumbre, del escritor rumano Emile Cioran. En sus p¨¢ginas pudo leer: "Como un v¨¢ndalo ro¨ªdo por la melancol¨ªa, me dirijo sin fin, yo sin yo, hacia ya no s¨¦ qu¨¦ rincones..." El libro, que ley¨® esa noche por segunda vez, es uno de sus favoritos. Ahora tiene preparado El aciago demiurgo, del mismo autor. Antes de dormir, hace gimnasia oriental.
De su anterior Nochevieja en la celda, el ex banquero conserva un recuerdo. A medianoche, todos los presos empiezan a golpear la chapa [puerta] de la celda y a gritar. Gritan sin consuelo durante una media hora. La escena resulta sobrecogedora. Ese violento llanto colectivo de los internos de Alcal¨¢-Meco volver¨¢ a recordarle el A?o Nuevo, pasado ma?ana, en su celda. Son nueve metros cuadrados con una cama, una estanter¨ªa de obra, una mesa, una silla y un retrete. A¨²n trabaja con un ordenador port¨¢til IBM. Es una antigualla de 1994. No le hace falta otro. Mario Conde odia los port¨¢tiles.
Renuncia al ch¨¢ndal
En esta nueva estancia, ha renunciado al ch¨¢ndal. Hace ocho a?os, los peri¨®dicos se llenaron de an¨¦cdotas sobre su estancia carcelaria. Hab¨ªa adoptado el uniforme t¨ªpico de la c¨¢rcel y ten¨ªa un amigo gitano que le hac¨ªa los recados y le proteg¨ªa, que le llamaban Don Mario... Ya no existe ese perfil cinematogr¨¢fico. El recluso viste ahora de sport, con un pantal¨®n de pana casi perenne, camisa y jersey o una chaqueta de punto. En general, gasta buenas marcas. Ya no est¨¢ en la c¨¢rcel, est¨¢ en su casa.
Al tiempo que se adapta a la realidad de la prisi¨®n -no al t¨®pico pasajero-, su humor ha deca¨ªdo bastante. Fuentes penitenciarias aseguran que estos d¨ªas se encuentra abatido, sin muchas ganas de fiesta. A pesar de ello, los que han podido hablar con ¨¦l aseguran que se mantiene fuerte. Frases como "no me voy a rendir a mi edad", 53 a?os, salen a menudo de su boca. "Mario Conde no es un hombre que se deje derribar f¨¢cilmente. Tiene una personalidad muy fuerte. Contin¨²a estudiando, con sus temas y sus cosas", dice uno de sus abogados. Conde despacha con ellos y con su secretaria igual que si se vieran en su despacho, sin concesiones a detalles personales.
La parte de la prisi¨®n en la que realiza sus funciones, el m¨®dulo de ingresos, es una ¨¢rea de tr¨¢nsito. En ella se alojan los internos nada m¨¢s llegar, a la espera de que les sea asignado un destino dentro de la c¨¢rcel. Es raro que un interno resida all¨ª, pero es el caso de Conde. Se trata de un espacio tranquilo, vigilado apenas por un funcionario o por dos cuando hay que hacer diligencias. Con ¨¦l est¨¢ uno de sus colaboradores en Banesto, Enrique Lasarte, condenado a cuatro a?os de prisi¨®n. Lasarte viaj¨® con Conde en el furg¨®n policial desde la Audiencia Nacional hasta el centro penitenciario Madrid 2 aquel lunes, 29 de julio, en que ambos ingresaron en prisi¨®n. Se conocen desde que ten¨ªan 18 a?os.
Ahora el ex presidente de Banesto no se relaciona mucho con nadie. Ha sustituido la compa?¨ªa de otros por la compa?¨ªa de sus pensamientos. Le han o¨ªdo contar c¨®mo se queda ensimismado, escuchando el roce de los cuchillos de pl¨¢stico contra las bandejas en el comedor.
Espera el tercer grado concentrado en su trabajo, que le sirve para redimir pena porque fue juzgado cuando estaba vigente el antiguo C¨®digo Penal. El hombre que se apropi¨® 300 millones de pesetas de Banesto hace su vida en el departamento de ingresos y libertades, y sigue estando muy ocupado. Hace registros de entrada y salida el d¨ªa entero, aparte de fregar los platos a mediod¨ªa. Cuando se re¨²nen presos en este m¨®dulo para ir a diligencias a los juzgados, Conde se levanta a las 6.30 para hacerles caf¨¦ a las 7. Su buena medida para el caf¨¦ es famosa en la prisi¨®n. Despu¨¦s friega el almac¨¦n. S¨®lo cuando ha terminado se puede duchar.
El fr¨ªo es tan agresivo en Alcal¨¢-Meco, situada en un p¨¢ramo del este de Madrid, que adem¨¢s de los jerseys de cuello vuelto tiene que utilizar una camiseta reforzada. Conde dej¨® de fumar hace seis a?os, pero suele comentar que durante su primera estancia en prisi¨®n ten¨ªa que elegir entre fumar un cigarrillo o ponerse guantes cuando sal¨ªa al patio.
Seg¨²n fuentes del interior de la c¨¢rcel, Conde todav¨ªa saborea sus a?os en la cumbre cuando da cuenta del bourbon, el buen vino y el g¨¹isqui, que no le faltan. La gente m¨¢s cercana a ¨¦l, sin embargo, niega que disfrute estos privilegios. Igualmente, seg¨²n los registros, Conde es un recluso que recibe pocas visitas. Su familia y los abogados van a verle los fines de semana, y no todos. Sin embargo, desde el interior de la prisi¨®n se asegura que no es raro que establezca comunicaciones telef¨®nicas con el exterior casi a diario. El caso es que su familia no ha ido a verlo este fin de semana ni el anterior. Conde no quer¨ªa amargarles la Navidad.
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