La memoria democr¨¢tica y la Constituci¨®n
Que los vivos entierren dignamente a sus muertos parece un acto puramente rutinario en un Estado democr¨¢tico. Sin embargo, tal no ha sido posible para algunos espa?oles hasta el pasado 20 de noviembre. El sistema pol¨ªtico espa?ol es una democracia formal desde que se aprobara la actual Constituci¨®n de 1978 que cancel¨® definitivamente el conjunto de Leyes Fundamentales del Franquismo refundidas en la Ley Org¨¢nica del Estado de enero de 1967 con la que la dictadura franquista dio por cerrado su mal llamado "desarrollo constitucional".
A partir del 20 de noviembre de 1975 se transit¨® como "de puntillas" desde un r¨¦gimen de dictadura a uno liberal-democr¨¢tico. Pero en el camino se fueron quedando inevitablemente no pocas cosas. Pareciera que el pa¨ªs se sum¨ªa en un largo y prolongado letargo: se negaban los or¨ªgenes y antecedentes, se sent¨ªa verg¨¹enza del pasado y se opt¨® por cancelarlo, anegarlo y olvidarlo por m¨¢s que a alg¨²n relevante analista le parezcan aut¨¦nticos alucinados quienes no cejan nunca de reivindicar la memoria democr¨¢tica en un pa¨ªs tan olvidadizo como ¨¦ste. Borr¨®n y cuenta nueva dijeron todos, aunque algunos insist¨ªan en la importancia de no confundir la amnist¨ªa con la amnesia.
Aquel olvido ha resultado ambiguamente funcional y disfuncional para el nuevo sistema pol¨ªtico espa?ol. Transcurrido casi un cuarto de siglo desde la Constituci¨®n de 1978 que fundament¨® jur¨ªdicamente el nuevo r¨¦gimen de monarqu¨ªa parlamentaria, y cuando puede considerarse que est¨¢ firmemente arraigado en la cultura pol¨ªtica de los espa?oles, parece llegado el momento de poder cancelar "definitivamente" los silencios, las lagunas y las ambig¨¹edades que le acompa?aron en su proceso de construcci¨®n y consolidaci¨®n. Hay que establecer una adecuada pol¨ªtica democr¨¢tica de la memoria colectiva. Sin ella no puede construirse un aut¨¦ntico proceso de identidad nacional en el que, aparentemente, andamos embarcados los espa?oles desde hace m¨¢s de quinientos a?os, d¨¢ndose la paradoja de que siendo uno de los Estados modernos m¨¢s viejos de Europa, sea al mismo tiempo quien m¨¢s se cuestiona a s¨ª mismo y m¨¢s vagamente tiene arraigado su universo simb¨®lico.
?Por qu¨¦? Se ha ido asentando progresivamente la democracia en la sociedad espa?ola hasta el punto de que es leg¨ªtimo establecer que gozamos de un sistema pol¨ªtico comparable al del resto de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados de nuestro entorno. Sin embargo, no son pocos los analistas que consideran que dicho sistema adolece de no pocas disfuncionalidades que permiten calificar a nuestra democracia como de "baja calidad". ?Por qu¨¦ la clase pol¨ªtica democr¨¢tica no ha calibrado la decisiva importancia de semejantes disfuncionalidades para una aut¨¦ntica consolidaci¨®n, profundizaci¨®n y desarrollo democr¨¢ticos? ?Acaso su resoluci¨®n era de menor importancia respecto a los objetivos primordiales del propio proceso de transici¨®n democr¨¢tica? ?C¨®mo es posible que un partido democr¨¢tico de izquierdas como el PSOE, despu¨¦s del traum¨¢tico salto atr¨¢s que la dictadura franquista supuso en este orden de cosas, no fuera absolutamente consciente y especialmente sensible de la importancia decisiva de afirmar por todos los medios democr¨¢ticos leg¨ªtimos a su alcance una cultura pol¨ªtica, no ya de izquierdas que hubiera podido ser tachada de partidista o sectaria, sino firmemente democr¨¢tica?
En este orden de cosas, ?c¨®mo ha podido desperdiciarse la extraordinaria oportunidad pol¨ªtica que produjo la victoria electoral de 1982, que en este oto?o tan leg¨ªtimamente se ha conmemorado, para introducir la ense?anza de una asignatura obligatoria en la EGB, hoy ESO, o el BUP, arbitrando para ello las correspondientes partidas presupuestarias y concursos y oposiciones de acceso al cuerpo de una materia obligatoria que se llamara, pura y simplemente: cultura pol¨ªtica, y cuyos contenidos no fueran otros -y s¨®lo ¨¦sos- que los valores superiores que informan la Constituci¨®n y la teor¨ªa y la pr¨¢ctica democr¨¢ticas? ?Acaso somos ya tan maduramente democr¨¢ticos que no necesitamos para nada formar a nuestros hijos en una cultura pol¨ªtica que les d¨¦ raz¨®n y cuenta de la memoria democr¨¢tica por la que lucharon y murieron tantos espa?oles y de c¨®mo impedir a toda costa que nada parecido pueda volver a ocurrir jam¨¢s? Espa?oles cuyos familiares s¨®lo quieren que les abrigue decentemente su tierra materna desde la que llevaban clamando in¨²tilmente con quien fuera su presidente "paz, piedad y perd¨®n". ?Acaso no domina el af¨¢n de anular al oponente pol¨ªtico? ?La vieja dial¨¦ctica schmittiana de "amigo" o "enemigo", propia de la dictadura ha sido eficazmente erradicada de la vida pol¨ªtica actual? ?Acaso no predomina la actitud cuasi mafiosa si no de eliminar s¨ª de aislar o neutralizar a quien no pertenezca a nuestra escuder¨ªa? ?Acaso no se margina o se "ningunea" a quien aspira a mantener con un m¨ªnimo de dignidad su independencia? ?Acaso no responde todo ello a un nefasto esp¨ªritu gregario, al sectarismo m¨¢s destructivo, exclusivo y excluyente, propio de partido, grupo o clan, donde sus integrantes defienden sus intereses y aspiraciones corporativos al margen de cualquier principio ¨¦tico y, en consecuencia, no ha lugar a la menor discrepancia que pudiera debilitar la cohesi¨®n del grupo?
?Acaso toda acci¨®n que directa o indirectamente nos proporciona una ganancia o una ventaja nos est¨¢ permitida? ?Acaso no tiende a predominar a poco que traspasemos el tenue hilo de seda de la apariencia y las "buenas formas burguesas" un alarmante fondo de intransigencia o de doctrinarismo pol¨ªtico que vicia todo el sistema pol¨ªtico? ?Acaso la guerra soterrada de dossiers o la permanente amenaza de desvelar fotos, v¨ªdeos, grabaciones, informes relativos a la vida particular e incluso ¨ªntima del adversario, la presi¨®n, la intoxicaci¨®n y la maledicencia continuadas no pone de manifiesto la extraordinaria vigencia del an¨¢lisis de la pol¨ªtica de Maquiavelo o de la vieja afirmaci¨®n de Von Clausewitz de llevar la pol¨ªtica hasta sus ¨²ltimas consecuencias? ?No interesa reclamar y exigir la puesta en marcha o la activaci¨®n real de una fiscalizaci¨®n adecuada y unos mecanismos de control del poder realmente eficaces, transparentes y operativos?
Acometer una adecuada pol¨ªtica de la memoria por todas las razones expuestas nos parece una tarea tan compleja como imprescindible. Tenemos el pleno convencimiento de que contribuir¨ªa notablemente al reforzamiento de la cultura pol¨ªtica de los espa?oles. Y para ello hay que empezar por la plena recuperaci¨®n de los lugares de memoria, mediante la elaboraci¨®n de gu¨ªas para el viajero, para el lector, para el v¨ªdeo-oyente, que sepan darle raz¨®n de los escenarios hist¨®ricos sobre los que transita o puede transitar. Como apunta Vicen? Navarro, ha habido en Espa?a un silencio ensordecedor respecto a estos temas, hay que reconciliarse sin olvidar, se ha falsificado la historia y la transici¨®n ha sido incompleta y ha distado de ser mod¨¦lica, hay insensibilidad democr¨¢tica, el coste de la desmemoria hist¨®rica ha sido grave y el olvido, aparte de una gran injusticia, es siempre un error pol¨ªtico.
Hay, pues, que recuperar la memoria hist¨®rica. En este sentido, el Congreso de los Diputados ha aprobado nada menos que por unanimidad y en un 20 de noviembre, fecha de la muerte del general Francisco Franco, y de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, pretendido inspirador ideol¨®gico del r¨¦gimen, ayudar a los exiliados de la guerra civil y reabrir las fosas comunes para enterrar convenientemente a las v¨ªctimas de la represi¨®n franquista durante la guerra civil. Tal d¨ªa pasar¨¢ sin duda a las mejores p¨¢ginas de la historia de la democracia espa?ola, pues tambi¨¦n se alcanz¨® un objetivo ampliamente perseguido por la izquierda espa?ola: la condena del golpe militar del 18 de julio de 1936 que abri¨® el camino de la guerra civil y de la consiguiente dictadura franquista que habr¨ªa de prolongarse hasta el mismo ¨®bito de su principal protagonista. El hecho, sin poner m¨¢s ¨¦nfasis del imprescindible, nos parece de la m¨¢xima importancia y trascendencia, y habr¨¢ de tener profundas y salut¨ªferas consecuencias. Todo el Parlamento espa?ol, mediante una contundente resoluci¨®n conjunta, ha condenado por unanimidad la rebeli¨®n militar contra la legalidad republicana y se hace el reconocimiento "moral" de quienes "padecieron la represi¨®n de la dictadura franquista". ?se es el camino. Se ha dado un paso verdaderamente decisivo. Ahora s¨ª que podemos descartar la permanente alusi¨®n a las "dos Espa?as". Ahora s¨ª que ha terminado la guerra civil, la dictadura franquista y la transici¨®n pol¨ªtica a la democracia.
Alberto Reig Tapia es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y autor de Memoria de la guerra civil. Los mitos de la tribu.
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