?Irak s¨ª, Corea no?
Aunque no controle petr¨®leo, el r¨¦gimen de Kim Jong Il en Corea del Norte es m¨¢s peligroso para algunos de sus vecinos y el resto del mundo que el de Sadam Husein en Irak. ?ste podr¨ªa, si se le deja libre, disponer de armas nucleares en un plazo de seis meses a dos a?os. Pyongyang, seg¨²n la CIA, ya tiene dos bombas at¨®micas, podr¨ªa fabricar otras seis m¨¢s para el verano y, seg¨²n otras estimaciones, tras haber vuelto a activar sus programas de enriquecimiento de uranio, disponer de una treintena para 2008, por no hablar de armamento biol¨®gico. Y sin embargo, Bush piensa en, o amenaza con, una guerra contra Irak; pero no contra Corea del Norte.
Bush tiene dos raseros para los dos pa¨ªses, que, junto con Ir¨¢n, incluy¨® en enero pasado en su eje del mal: la contenci¨®n diplom¨¢tica contra Pyongyang y la persuasi¨®n militar contra Bagdad, que est¨¢ por ver si no llevar¨¢ inexorablemente a la guerra. En la visi¨®n de Bush, son dos casos muy distintos. Hay varias razones. La oficial, principal y no carente de juicio es que Washington piensa que puede evitar -"pac¨ªficamente por la v¨ªa diplom¨¢tica", en palabras del propio Bush, respondido por Pyongyang pidiendo "di¨¢logo"- que Corea del Norte se lance a una carrera nuclear. Quiz¨¢s espera que Kim Jong-il caiga antes; y quiz¨¢s tambi¨¦n que lo haga Sadam. Pero hay otros condicionantes. Dada la concentraci¨®n de fuerzas y poblaciones, una nueva guerra de Corea -que dif¨ªcilmente podr¨ªa librar EE UU a la vez que otra en Irak- producir¨ªa numerosas v¨ªctimas en el Sur, donde, adem¨¢s, hay un creciente sentimiento antiamericano que se ha expresado en la elecci¨®n como presidente de Roh Moo-hyun, con un discurso nacionalista cr¨ªtico hacia EE UU, pa¨ªs que muchos surcoreanos ven como un freno a la reconciliaci¨®n con el Norte. Por otra parte, hay vecinos poderosos, como China, valedor del Reino Guardado y que teme una nueva guerra en esa zona, y Rusia, quiz¨¢s el ¨²nico miembro del G-8 que preserva buenas relaciones tanto con Se¨²l como con el Norte.
La prioridad del r¨¦gimen norcoreano, como de toda dictadura, es sobrevivir, aunque sea matando de hambre a sus habitantes. Y a ese fin pueden responder sus movimientos. Busca un pacto de no agresi¨®n con EE UU, que Washington no quiere. Fue Pyongyang quien hizo saber que ten¨ªa un programa nuclear secreto. Cuando EE UU cort¨® el petr¨®leo que le suministraba a cambio de no entrar en la carrera nuclear, Corea del Norte anunci¨® que reactivaba una planta capaz de producir uranio enriquecido, cortaba la vigilancia electr¨®nica, expulsaba a los inspectores internacionales y desplegaba armas en la zona desmilitarizada. Son una serie de pasos premeditados, para escenificar esta crisis en 2003, cincuentenario del armisticio que puso fin no oficial a la guerra de Corea, y cuando expira la moratoria unilateral de Pyongyang sobre pruebas de misiles de largo alcance. Tiene mucho de locura, pero en parte es un intento de buscar la negociaci¨®n y romper el creciente aislamiento del r¨¦gimen en los ¨²ltimos a?os. Si lo consigue, el chantaje nuclear habr¨¢ dado sus frutos.
Bush muestra cautela con Corea del Norte, pero se lanza contra Sadam Husein, que, dice, "no ha entendido el mensaje". Sabe, adem¨¢s, que hay prisas. Hay reg¨ªmenes ¨¢rabes que si ha de haber guerra contra Irak quieren que sea cuanto antes y r¨¢pida. La crisis con Corea del Norte puede tener el efecto perverso de acelerar esta nueva guerra del Golfo. Pero cuando proclama que la diplomacia y la presi¨®n son los mejores instrumentos para que Pyongyang cambie su curso, Bush est¨¢ socavando sus argumentos para la acci¨®n b¨¦lica contra Sadam Husein. Y, de paso, en su intento de evitar la proliferaci¨®n nuclear, manda un mensaje equ¨ªvoco: pues quien pueda conseguir estas armas antes de que EE UU lo detecte o pueda hacer algo al respecto se habr¨¢ dotado de un muro de protecci¨®n, como hace tiempo lo entendieron Israel y Pakist¨¢n. Con todo esto, la lucha contra los terrorismos pierde fuerza. Para Bush, el mundo es un lugar m¨¢s seguro que hace un a?o. ?De d¨®nde saca semejante conclusi¨®n?
aortega@elpais.es
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