Radiograf¨ªas dom¨¦sticas
Frente a ciertos escritores de relatos, m¨¢s bien estridentes, que nos llegan de la orilla norte de R¨ªo Grande, la canadiense Alice Munro (1932) es un notable ejemplo de sabidur¨ªa narrativa, en la l¨ªnea aparentemente suave, pero implacable con la moralidad hip¨®crita, propia de Ch¨¦jov, donde el conflicto palpita en el coraz¨®n de la narraci¨®n sin que el drama que lo alimenta emerja a la superficie. Munro, con un estilo neutro y objetivo, cuenta sucesos criminales, desavenencias tristes de vecinos que ser¨¢n humillaciones inconsolables, bruscos abandonos de familia, extorsiones que parecen favores e incluso narra, desde dentro, como con un microscopio al rev¨¦s, la experiencia de desprotecci¨®n y peligro, el estado de alerta en que vive un beb¨¦, capaz de analizar, con una precisi¨®n de entom¨®logo, los antagonismos y depresiones de las mujeres que lo cuidan.
EL AMOR DE UNA MUJER GENEROSA
Alice Munro Traducci¨®n de Javier Alfaya Bula, Jos¨¦ Hamad y Javier Alfaya McShane Siglo XXI. Madrid, 2002 336 p¨¢ginas. 19 euros
Sus personajes, por tanto, no acaban en sus conflictos, son m¨¢s complejos y variables que la suma de decisiones, compromisos y debilidades que los constituyen, y se dir¨ªa que necesitar¨ªan del espacio de una novela para desarrollarse por completo. Alice Munro consigue, no obstante, que los conozcamos en sus m¨¢s ¨ªntimos resortes, a trav¨¦s de una mirada desapegada e impersonal que nunca juzga sus impulsos.
Las mujeres de los ocho relatos que componen El amor de una mujer generosa est¨¢n sometidas por las obligaciones de la edad y del parentesco, por exigencias sociales que aceptan, aunque sin entender del todo qu¨¦ moral es la adecuada para que todo permanezca estable y qu¨¦ es exactamente lo que les reclaman las personas que comparten su vida. Por un lado, son buenas ciudadanas; por otro, saben que detr¨¢s de toda apariencia hay una congoja que, en cualquier momento, puede echarlo todo abajo. Viven en peque?as localidades, en general, en la provincia de Ontario, donde vive la escritora, su mundo es una red que las atrapa en el universo dom¨¦stico, y aunque no se desinteresan del mundo de la pol¨ªtica, su primer deber es ejercer correctamente de madres, de esposas o de hijas.
Lo que resulta, sin duda, m¨¢s sobrecogedor es el modo con que Alice Munro hace aparecer la desgracia sin enfatizar la tragedia. El ¨²ltimo relato, El sue?o de mi madre, a mi parecer una pieza maestra, est¨¢ contado por el beb¨¦, a¨²n en el l¨ªquido amni¨®tico, y en ning¨²n momento este procedimiento inusual hace chirriar la narraci¨®n. Todo fluye con una naturalidad tan fingida como verdadera, como si esa voz fuera el ¨²nico testigo fiable. Y as¨ª es, porque la escritura de Munro est¨¢ siempre al servicio del esclarecimiento de los m¨®viles menos predecibles de sus personajes, y por encima de todo le importa dejar piadosa constancia de que los deberes dom¨¦sticos, como los amores m¨¢s generosos, el amor de madre o de esposa, no son sino una alternativa al desastre.
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