La belleza y el mal
Escritor de gran solvencia y versatilidad creativas, Juan Bonilla (Jerez, 1966) compone en este libro un cat¨¢logo de gracias y desgracias del mundo. Uno de los poemas que recrea esta uni¨®n de contrarios, titulado El combate del siglo, es una par¨¢bola en que alegr¨ªa y tristeza se resuelven en un final sin el estruendo de las trompetas y timbales del Apocalipsis, s¨®lo el silencio niquelado de la nada metaf¨ªsica. Tambi¨¦n La caracola descubre al vencedor ¨²ltimo de ese combate, aunque en clave de canci¨®n de corro. El poema, un juguete l¨ªrico en espiral como la l¨ªnea centr¨ªfuga de la concha de un molusco, encadena varias veces el mismo argumento: alguien percibe en una caracola el rumor del mar, en cuya playa alguien percibe... Al cabo de este v¨¦rtigo hay una "caracola colosal / que alguien se acerca al o¨ªdo / para escuchar el sonido / que hace nuestra soledad". El tintineo musical de ecos y asonancias, como los de una caja de m¨²sica, no mitigan, sino al contrario, la intemperie de quien distingue ese rumor oce¨¢nico.
EL BELVEDERE
Juan Bonilla Pre-Textos. Valencia, 2002 60 p¨¢ginas. 7,51 euros
Tanto la voz que refiere
las imperfecciones del universo como la que convoca sus glorias parece emitida desde una atalaya, el belvedere del t¨ªtulo, que permite al sujeto no involucrarse pat¨¦ticamente, blindado en la tranquilidad epic¨²rea de los "fil¨®sofos del Jard¨ªn". La tribulaci¨®n de los males est¨¢ aliviada por la belleza de su dicci¨®n literaria, y el c¨¢ntico celebratorio de los bienes rebajado por un entusiasmo meramente enunciativo, como si estuviera falto de convicci¨®n. Los poemas m¨¢s intensos son, a mi ver, los que muestran en alternancia las huestes del bien y del mal; as¨ª El combate del siglo, ya citado, o Planeta Sironi, un ox¨ªmoron po¨¦tico pict¨®rico que funciona como met¨¢fora de la existencia. En Misi¨®n a las estrellas, del mismo tenor, la categor¨ªa queda expresada mediante una an¨¦cdota chispeante, seg¨²n una estructura reiterada por numerosos poetas de talante enumerativo, de Borges a Miguel d'Ors.
Aunque a veces domina la concisi¨®n lapidaria y el deslumbramiento de una imagen o un pensamiento afor¨ªstico, en general prevalece el discurso narrativo, conceptualmente ondulante y de estructura bien armada. Determinadas ingeniosidades, frecuentes en el remate de los poemas, perder¨¢n gas en lecturas sucesivas. El autor, consciente de que la poes¨ªa ha de subvertir lo establecido, reconoce la sequedad de un idioma cansado que ya "no sabe suscitar la lluvia / con la palabra lluvia". La lucidez de percatarse de ello y la determinaci¨®n moral de evitarlo no bastan, pero son imprescindibles para que la poes¨ªa no quede convertida en una excrecencia de la literatura.
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