El cineasta Maurice Pialat muere a los 77 a?os en Par¨ªs
La obra del director de 'A nuestros amores' fue fruto de una sensibilidad torturada y de una infancia y adolescencia dif¨ªciles
Maurice Pialat (1925-2003) falleci¨® la noche del viernes al s¨¢bado en su domicilio parisino. Pintor frustrado, Pialat es uno de los grandes cineastas franceses de la segunda mitad del siglo XX y uno de los escasos surgidos de un medio social humilde. Su padre era un modesto comerciante cuya empresa de vinos, carb¨®n y madera se hundi¨®, y su madre, una mujer que le segu¨ªa a donde fuera a pesar de sus innumerables infidelidades.
En un mundillo como el del cine, que con la nouvelle vague se vio invadido por universitarios e intelectuales, la figura de Pialat era una excepci¨®n. A pesar de sus excelentes cortometrajes -los rueda entre 1960 y 1969-, Pialat no debuta como director hasta los 44 a?os, en 1968, con La infancia desnuda: una especialidad gala, la pel¨ªcula sobre la infancia dif¨ªcil y rebelde, el gran tema de Jean Vigo, Fran?ois Truffaut o Jean Eustache. S¨®lo algunos cr¨ªticos se aperciben de la extraordinaria calidad de la obra y, a continuaci¨®n, Pialat rueda en siete cap¨ªtulos y en 16 mm con destino televisivo, La maison des bois, cr¨®nica prodigiosa de los ni?os abandonados durante la Primera Guerra Mundial.
El ¨¦xito popular le llega con Nosotros no envejeceremos juntos (1972), cinta en la que retrata una pareja empe?ada en un proceso de autodestrucci¨®n mutuo y en la que explora a fondo su capacidad para jugar con la improvisaci¨®n y con la irrupci¨®n de la realidad en medio de una ficci¨®n construida.
La Guele ouverte (1974) se refiere a la muerte de la madre y es una obra desesperada y mal acogida. Passe ton bac d'abord (1978) y Loulou (1980), con Isabel Huppert y Gerard Depardieu, cambian el registro de Pialat, que sale de la marginalidad y dispone de presupuestos adaptados a sus proyectos.
A nuestros amores(1983) es sin duda el mejor filme rodado en mucho tiempo sobre la importancia y el trastorno que supone para los j¨®venes y sus familias la reci¨¦n descubierta permisividad sexual. Sandrine Bonnaire es su maravillosa protagonista y Pialat es tambi¨¦n actor dentro de la historia, su personaje -supuestamente muerto para todos, incluidos quienes trabajaban en la cinta- se permite irrumpir, en medio de una comida familiar, creando una desorientaci¨®n (real y ficcional) que la c¨¢mara capta de manera prodigiosa.
Luego vendr¨¢n Police (1985), Bajo el sol de Sat¨¢n (Palma de Oro muy protestada en Cannes de 1987), una emocionada biograf¨ªa de Van Gogh en 1991, que le vali¨® el premio de interpretaci¨®n, siempre en Cannes, a Jacques Dutronc, y Le Gar?u (1995).
10 largometrajes
La obra de Pialat (10 largometrajes de cine durante 25 a?os de trabajo) es el fruto de una sensibilidad torturada, de un hombre encolerizado con el mundo, que no soportaba a quienes le elogiaban y provocaba a quienes le detestaban, en guerra permanente contra todos, en el que nunca hab¨ªan cicatrizado las heridas de una infancia y adolescencia dif¨ªciles -el abandono en casa de la abuela, sus estancias en el reformatorio, etc¨¦tera-, que hab¨ªa malvivido la pobreza y que nunca acept¨® verse marginado por los "chicos de oro" de la nouvelle vague. Todo eso daba a sus pel¨ªculas una fuerza extra?a, una rabia infrecuente en un cine en el que todos los conflictos se resuelven verbalmente, de manera educada. Los padres, madres e hijos de Pialat se liaban a menudo a bofetadas antes de abrazarse llorando. Para todos los cin¨¦filos la figura de Sandrine Bonnaire en A nuestros amores, plantando cara a todas las convenciones, o la de Jacques Dutronc rondando la muerte en Van Gogh, son hitos inolvidables de lo mejor que ha dado el cine europeo en much¨ªsimo tiempo.
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