Del cigarro a la enfermedad
Aunque las protestas hayan subestimado la capacidad de resistencia de Ch¨¢vez y ¨¦ste la tenacidad de aqu¨¦llas, las movilizaciones han sido de tal envergadura en Venezuela que el mandato de Ch¨¢vez est¨¢, cuando menos, cuestionado. Nadie le niega a Ch¨¢vez la legitimidad democr¨¢tica de origen, pues gan¨® en 1999 unas elecciones que marcaron el derrumbe del anterior sistema, corrupto. Tras su elecci¨®n, obtuvo, en julio de 1999, el 98% de los esca?os de la Asamblea Nacional Constituyente, con el 65% del voto pero una abstenci¨®n del 53,7%. Claro que, si eso pas¨®, los que se abstuvieron entonces y hoy gritan contra Ch¨¢vez tuvieron tambi¨¦n su parte de responsabilidad.
En democracia, la legitimidad se gana en las urnas, y en ellas se revalida o pierde, pero tambi¨¦n el mal ejercicio del poder puede erosionarla o anularla. El ex golpista dise?¨® una nueva Constituci¨®n a su medida, pero, incluso as¨ª, la ha violado en numerosas ocasiones. La modific¨®, tras ser promovida, con algunos retoques sustanciales, entre ellos la Exposici¨®n de Motivos o las competencias de la Sala Constitucional, que se introdujeron con posterioridad al refer¨¦ndum que la aprob¨® masivamente, aunque con otra alta abstenci¨®n: el 57,7%.
Los ejemplos de totalitarismo de Ch¨¢vez, que no se ha corregido, son abundantes. Entre otros, con dinero p¨²blico ha montado grupos paramilitares; en educaci¨®n, ha fomentado la manipulaci¨®n de la conciencia a trav¨¦s de los manuales (por ejemplo, con ejercicios para escolares que equivalen a la delaci¨®n de familiares y vecinos); la Ley de Telecomunicaciones de 2000 le dio carta blanca para dictar "las regulaciones que juzgue necesarias" sobre el contenido de las retransmisiones de radio y televisi¨®n "cuando lo juzgue conveniente a los intereses de la naci¨®n"; y la ha utilizado.
A estos hechos se pueden contraponer otros, mas no negarlos. Pero cuando millones de personas, con p¨¦rdida de ingresos y riesgos f¨ªsicos personales, salen a la calle y declaran una huelga durante cinco semanas, no cabe considerarlos simplemente un movimiento de "la oligarqu¨ªa" contra "el pueblo". Es una protesta interclasista e incluso -le pese o no a Ch¨¢vez- interracial. El presidente ha dividido a la sociedad sin corregir en nada sus injusticias. La corrupci¨®n del anterior sistema impuls¨® la victoria de Ch¨¢vez, pero ¨¦ste cay¨® en otra igual o mayor. Como se?ala un agudo espectador en Venezuela, la causa fue la demagogia y la corrupci¨®n, y el efecto, Ch¨¢vez: "Como la causa es el cigarro, y el efecto, el c¨¢ncer".
?C¨®mo tratarlo? La forma en que Venezuela salga de este atolladero determinar¨¢ el futuro de su democracia. Dirimir pac¨ªficamente el gigantesco desacuerdo en condiciones tan extremas aconsejar¨ªa una consulta en las urnas, ya sea refer¨¦ndum o unas elecciones anticipadas, en una modalidad a pactar, y pese a que la oposici¨®n no parezca suficientemente preparada como posible alternativa. Salvando las distancias: tras Mayo del 68, aunque una vez terminada la protesta, De Gaulle opt¨® por elecciones legislativas; y, por cierto, las gan¨®. El peligro de una guerra civil en Venezuela es real. El pa¨ªs tiene que encontrar una salida democr¨¢tica, no por un golpe de Estado, que, en el fondo, puede buscar Ch¨¢vez y al que se resisten algunos militares cr¨ªticos de peso. A esa salida democr¨¢tica se puede contribuir desde fuera, con el Grupo de Amigos de Venezuela que se est¨¢ formando ante la insuficiencia de la OEA y de su secretario general, C¨¦sar Gaviria, tras la err¨¢tica pol¨ªtica seguida hasta ahora por Washington y la ausencia de Europa en los meses pasados. ?A¨²n est¨¢ Aznar en la tesis de "civilizar" a Ch¨¢vez?
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