'Am¨¦n', P¨ªo XII y los nazis
Hace hoy una semana lleg¨® a nuestras pantallas cinematogr¨¢ficas el ¨²ltimo trabajo del director franco-griego Costa-Gavras, que lleva por t¨ªtulo Am¨¦n. Antes incluso de su estreno -o sea, sin haber visto el filme- la m¨¢s agresiva representaci¨®n de la carcundia local ya se lanz¨® en tromba contra ¨¦l tild¨¢ndolo de difamatorio, capcioso, blasfemo, escandaloso, infundado, filocomunista y totalitario; todas estas calificaciones, en un solo y pat¨¦tico art¨ªculo que los lectores m¨¢s encallecidos podr¨¢n hallar en la edici¨®n del diario Avui del pasado d¨ªa 10.
Como es harto sabido, la pel¨ªcula en cuesti¨®n se inspira en la obra teatral El vicario, del dramaturgo alem¨¢n Rolf Hochhuth, cuya representaci¨®n -no en Espa?a, evidentemente- ya levant¨® las iras de la derecha cat¨®lica europea a principios de la d¨¦cada de 1960, y el asunto del que trata es la actitud de la Santa Sede y del pont¨ªfice P¨ªo XII ante el asesinato masivo de los jud¨ªos europeos perpetrado por el Tercer Reich a lo largo de la II Guerra Mundial.
Atra¨ªdo menos por el supuesto esc¨¢ndalo que por el nost¨¢lgico recuerdo de otros filmes del autor -Z, L'aveu, ?tat de si¨¨ge, Section sp¨¦ciale...-, un recuerdo inseparable del m¨ªtico marco de las salas de arte y ensayo durante la transici¨®n, el otro d¨ªa fui a ver Am¨¦n. Doctores tiene la cr¨ªtica cinematogr¨¢fica, pero a m¨ª me pareci¨® una obra muy estimable. No se trata, desde luego, de una superproducci¨®n espectacular protagonizada por estrellas, al estilo de La lista de Schindler; al contrario, los int¨¦rpretes son casi desconocidos -adem¨¢s de excelentes, en algunos casos- y el tratamiento visual resulta muy comedido. Lejos de complacerse en la brutalidad o de ceder al morbo, Costa-Gavras pone en la pantalla las deportaciones a trav¨¦s de Europa, los campos de exterminio, las c¨¢maras de gas y los hornos crematorios de forma siempre indirecta, alusiva, sin truculencia alguna. En cuanto al contenido argumental, Am¨¦n est¨¢ muy lejos de ser el libelo anticat¨®lico que han denunciado los celadores del ultramontanismo catal¨¢n. Centrada en la tr¨¢gica peripecia de un personaje real, de un SS con conciencia -el teniente Kurt Gerstein, el esp¨ªa de Dios-, la pel¨ªcula no deja de evocar a la jerarqu¨ªa cat¨®lica que os¨® enfrentarse con Hitler, y dedica un par de secuencias magn¨ªficas a la revuelta del indomable obispo de M¨¹nster Clemens August, conde Von Galen, contra la pol¨ªtica nazi de eliminaci¨®n de deficientes mentales. Tampoco soslaya la pasividad del obispo protestante de Berl¨ªn, Otto Dibelius, y del conjunto de las iglesias evang¨¦licas de Alemania ante la gigantesca matanza en curso, ni omite la indiferencia de los gobiernos neutrales, una vez avisados de cu¨¢l era el alcance de la Soluci¨®n Final al problema jud¨ªo, ni olvida referirse al hecho parad¨®jico de que ning¨²n bombardeo aliado tratase jam¨¢s de destruir las f¨¢bricas de la muerte como Auschwitz o, cuando menos, de cortar las l¨ªneas f¨¦rreas que les suministraban las v¨ªctimas. Igualmente, el filme refleja la ayuda generosa del clero y los cat¨®licos italianos, desde 1943, a la comunidad hebrea perseguida, ayuda gracias a la cual ¨¦sta s¨®lo perdi¨® una sexta parte de sus miembros.
En medio de todos estos elementos, sin embargo, Costa-Gavras focaliza la atenci¨®n del espectador hacia la conducta de P¨ªo XII porque la soberan¨ªa del Vaticano le daba unas posibilidades de acci¨®n muy superiores a las de cualquier obispo diocesano, porque el magisterio doctrinal y moral del Pont¨ªfice no ten¨ªa parang¨®n en Occidente y porque -me permito a?adir- la responsabilidad de la Iglesia en los muchos siglos de antijuda¨ªsmo cristiano deber¨ªan haber hecho al Papa particularmente sensible a los efectos letales de esa versi¨®n modernizada que era el antisemitismo nazi. No lo fue, y eso es lo que explica Am¨¦n: las prudencias diplom¨¢ticas, los reflejos anticomunistas de Pacelli y de la curia romana, el miedo a atraer sobre los cat¨®licos y la Santa Sede la c¨®lera de Hitler...; en suma, el clamoroso silencio de P¨ªo XII, su negativa -pese a las demandas y presiones de todo tipo- a formular una denuncia solemne y una condena rotunda del crimen m¨¢s grande en toda la historia de la humanidad.
Ahora bien, ?es culpa de Costa-Gavras que el v¨¦rtice de la Iglesia cat¨®lica no emplease en condenar el holocausto ni la mitad de la mitad de la mitad de la vehemencia y la energ¨ªa que ha usado para condenar el comunismo, el divorcio, la contracepci¨®n o la homosexualidad? ?Acaso el cineasta se ha sacado de la manga los cargos contra el papa Pacelli? No, ni tampoco del drama de Hochhuth, sino de una voluminosa y constantemente renovada bibliograf¨ªa de la que, por no abrumar, citar¨¦ s¨®lo tres ejemplos recientes: el libro de John Cornwell, El Papa de Hitler (Planeta, 2001); el de Daniel Jonah Goldhagen, La Iglesia cat¨®lica y el holocausto. Una deuda pendiente (Taurus, 2002) y, con un marco cronol¨®gico m¨¢s amplio, el de David I. Kertzer, Los papas contra los jud¨ªos (Plaza & Jan¨¦s, 2002). Para verificar la pincelada final que el filme ofrece sobre la complicidad vaticana en la evasi¨®n de criminales nazis, despu¨¦s de 1945, hacia Am¨¦rica del Sur, puede leerse con provecho el volumen de Uki Go?i La aut¨¦ntica Odessa, que acaba de aparecer en Paid¨®s.
Se trata, naturalmente, de obras discutibles y sujetas a revisi¨®n, como cualquier trabajo intelectual que se precie, pero con solid¨ªsima base archiv¨ªstica y argumental, escritas por autores solventes de todas las adscripciones religiosas e ideol¨®gicas. Para rebatirlas, y para descalificar el argumento de Am¨¦n, hace falta mucho m¨¢s que articulillos indocumentados de personas cuyo ¨²nico t¨ªtulo de autoridad es el fanatismo.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador
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